viernes, 22 de abril de 2011

Una nueva tipología de museo en contexto liberal: el museo de tránsito. El Museo-Teatro Romano de Cartagena



Y en 1988, de repente, apareció el teatro romano de Cartagena.  ¿Cómo puede estar oculto algo tan monumental como un teatro romano? Cosas de la acumulación histórica, que a quienes habitan en cualquier población con historia dilatada, resulta trivial. Cuando el espacio urbano es habitado de modo continuo, la cotidianeidad puede esconder el pasado entre mantos de funcionalidad o desidia. En esas situaciones, lo anómalo es que se mantenga el recuerdo, como en el palacio de Diocleciano en Split, acaso el único edificio que ha permanecido habitado ininterrumpidamente durante mil setecientos años. Lo normal es que el pasado quede congelado a dos o tres metros de profundidad, tal y como sucede en Roma, en Estambul, en Córdoba o en Cartagena.
Para la concretar la recuperación se encargó a Rafael Moneo encontrar una fórmula para conectar el Teatro con la ciudad...  Supongo que las autoridades le explicarían sus pretensiones al arquitecto, que lleva a sus espaldas unos cuantos proyectos de naturaleza afín; su participación es garantía de rentabilidad cosmética para los promotores, porque sus edificios "quedan bien" y suelen aglutinar juicios positivos de un sector muy relevante de sus colegas y de los diletantes de inclinación ideológica posmoderna o de tradición idealista, que son legión. El complejo resultante fue inaugurado hace tres años, el 11 de julio de 2008, con los resultados previsibles: el proyecto ha recibido el premio Europa Nostra 2010...
El otro día se nos ocurrió visitarlo. Por razones inducidas,. en primer lugar, lo recorrimos por el exterior, desde la zonas que, reformadas por el proyecto de Moneo, conforman la vecindad inmediata...  Las soluciones ajardinadas ofrecen un aspecto magnífico. Aunque para llegar a ellas es necesario subir demasiadas escaleras, el espectáculo merece el esfuerzo. Paradójicamente,  ahí es donde encuentro el mayor reparo al proyecto o, tal vez, al encargo de las autoridades. La periferia se comunica espacialmente con el teatro mediante las gradas altas, conectadas con el ajardinamiento anexo, desde las que se tiene una visión espléndida de todo el espacio escénico. Sin embargo, desde allí no es posible acceder a las gradas bajas ni al resto del teatro sin arriesgar la vida. Para entrar de modo ortodoxo es preciso dar la vuelta hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento, en la parte baja de la ciudad, donde está el antiguo palacio Pascual de Rqiuelme, que se ha convertido en la única entrada.


Para acceder al interior del Teatro el visitante debe pasar por la taquilla de un peculiar y pequeño museo, gestionado por la Fundación del Teatro Romano, que es una de esas entidades "peculiares" que, en tiempos liberales, proliferan para administrar entidades culturales evitando los gastos y el control que implica su integración ortodoxa en las estructuras administrativas. Es fórmula ideal para repartir prebendas, mediante la escusa de la gestión barata, aunque como decía mi abuela, "la hacienda del ruin dos veces se gasta". La entidad peculiar está integrada por la Comunidad Autónoma de Murcia, el Ayuntamiento de Cartagena y la Fundación Cajamurcia: dinero público, más dinero público y deudas con garantía pública. En suma, argumento muy débil para justificar ante el electorado más crédulo cicatería en el gasto y, por lo tanto, menos impuestos.  ¿Cuánto tiempo se tardará en amortizar el proyecto de Moneo?
Los resultados de esa gestión unidos a los planteamientos de un arquitecto que no se ha distinguido, precisamente, por atender demasiado a las servidumbres propias de un museo,  están a la vista... para bien y para mal. Para bien, porque el proyecto ofrece al visitante una imagen espléndida. Rafael Moneo es garantía de buen gusto en el manejo de grandes paramentos y de las cualidades propias del hormigón.

Lo discutible...

La propia existencia del museo, en una ciudad que ya cuenta con un museo arqueológico municipal, hace sospechar si su finalidad real no será  diferente a la reconocida en las declaraciones oficiales.  ¿Es un museo o una iniciativa concebida para incrementar la oferta turística de matiz cultural? ¿No hubiera bastado con hacer un acceso más sencillo?
Si nos olvidamos de la cafetería anexa, el museo es, en realidad, zona de paso, que debe ser recorrida siguiendo la dirección establecida desde la entrada, dispuesta en el Palacio Riquelme, a través de varios pasadizos —algunos, subterráneos; otros, demasiado angostos— y tramos de escaleras mecánicas que conducen desde la planta de calle hasta las gradas del teatro. El paseo sugiere un recorrido a través de los diferentes estratos arqueológicos que definen la historia de Cartagena, entre los que no faltan las referencias al pasado islámico y, por supuesto, la conexión tangencial con la arruinada Catedral Vieja, que también se ha integrado en el proyecto global. 
El visitante no tiene fácil regresar sobre sus pasos, salvo si husmea y encuentra un ascensor, escasamente visible, que le puede conducir a la planta baja. Esta circunstancia nos informa sobre un planteamiento museístico demasiado condicionado por la pretensión de encorsetar al visitante en un recorrido predeterminado, del que es difícil escapar... Cuando una persona entra en un museo puede seguir el itinerario propuesto o hacer otra cosa. Sería preferible que los nuevos museos incrementaran las opciones del visitante en lugar de limitarlas.


La realización del teatro está documentada a parir del siglo I a. C. y esa fecha se ha empleado como referencia para datar los restos aparecidos durante la excavación... En el caso concreto de los capiteles se han forzado un poco los datos porque los de mármol blanco siguen fórmulas frecuentes en el mundo romano y similares al nº 219 de Pensabene (Scavi di Ostia), datado en el siglo I d. C.  Lo más relevante de los capiteles de Cartagena: la existencia de florecillas entre las volutas, que no indican, precisamente, datación temprana. A mi juicio, debiera adelantarse la atribución cronológica... al menos, de dichos capiteles. El teatro pudo ser inaugurado en el siglo I a.C. y enriquecido durante los años sucesivos...
Tampoco me parece oportuno el modo de mostrar estas piezas, como en los museos alemanes del siglo pasado, ofreciendo al visitante una instalación que le remite a la situación elevada que tuvieron en el edificio. El visitante advertirá esa posición en cuanto salga de la instalación museística... Sería más conveniente facilitar la contemplación próxima, para que el curioso o diletante advierta, si le interesa, el potencial documental de estos objetos: cómo fueron tallados, la configuración del ábaco y el sistema de sujeción o anclaje, las trazas, las herramientas empleadas en su talla, etc. 
Insisto: los museos actuales deberían incrementar la opciones de contemplación y no limitarlas mediante "instalaciones imaginativas", como las que puso de moda cierto "afamado arqueólogo", de cuyo nombre no quiero acordarme, durante el siglo pasado... 

Lo mejorable

Sugiero a quienes dictan las normas que deben imponer los vigilantes que sean un poco más realistas y no exageren las medidas de protección. El vigilante que se ocupaba de ello, especialmente amable y de magnífico talante, nos indicó que estaba terminantemente prohibido tocar o pisar las "piedras originales" (las que conforman el propio teatro). En consecuencia, se le veía continuamente en funciones de "padre prefecto", imponiendo orden y disciplina a los visitantes...  No creo que pisar los bloques pétreos (aunque sean de arenisca) suponga ningún daño irreparable a un edificio de dos mil años.
También les sugiero que en la taquilla ofrezcan a los visitantes los sucintos dípticos que han editado... Da la sensación de que les han dado instrucciones para que se los proporcionen a los visitantes que expresamente los soliciten. En él se dice que el Teatro ha sido restaurado "para el disfrute del visitante, así como para su conservación y exposición con fines didácticos y culturales. Pues eso...
Las escaleras del teatro son irregulares y, por consiguiente, peligrosas; sería conveniente que pusieran una barandilla para evitar accidentes, que podrían ser graves. Como es habitual en España, la pondrán cuando se haya estrellado algún turista alemán con segunda residencia en La Manga.
Faltan indicaciones (carteles) en la zona periférica que orienten al visitante. Debo confesar que el recorrido por las zonas periféricas del proyecto de Moneo estuvo condicionado decisivamente por las indicaciones de una vecina, que nos señaló esa dirección al preguntarle por la entrada el Teatro...
Y por último una duda inquietante: los urinarios de caballeros de la planta baja... ¿están pensados para turistas nórdicos o para mutantes superdotados?

Sintetizando...

Como he manifestado mil veces, soy partidario incondicional de incrementar la oferta turística cultural y, desde ese punto de vista, el Museo-Teatro de Cartagena me parece una buena idea, que sería magnífica si quienes lo gestionan tuvieran presentes las servidumbres "esenciales" de los museos, como fuentes de conocimiento histórico material, sin olvidar el componente lúdico que, según el ICOM, es cualidad fundamental.
La definición de museo según el ICOM: “El museo es una institución permanente, sin fines de lucro,  al  servicio  de  la  sociedad  y  de su desarrollo, abierta al público que adquiere, conserva, estudia, expone y transmite el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y de su medio ambiente con fines de educación y deleite”.
Definición consignada en las Estatutos del ICOM desde 2007 (Para mayores precisiones sobre la actividad museística en la actualidad, ver: A. Desvallées y F. Mairesse,  Conceptos claves de museología, ICOM, Armand Colin, 2010 (http://www.todopatrimonio.com/index.php?option=com_content&view=article&id=107:conceptos-claves-de-museologia&catid=41:otras-publicaciones&Itemid=65)

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