Por Martín Peño
Como reflejo de los tiempos que nos toca vivir, el Thyssen presentó simultáneamente dos exposiciones en la estación estival, ocurriendo lo que se esperaba en el ámbito museístico, que es que en tiempo de crisis, lo último que veríamos serían “caras” nuevas, tanto de artistas veteranos o jóvenes, como de propuestas no habituales para recordarnos qué es lo que manda: la caja. Además de manera bastante obvia; primero eligiendo un artista local y mediático, que practique una forma de expresión totalmente reconocible para un público que no necesariamente sea un gran conocedor, y a la vez, que aún tenga cierto interés para el versado; segundo y aprovechando la coyuntura, la selección de una serie de pinturas acerca de la vida de Jesús, acaeciendo la visita de su Santidad, con lo que supone una clientela potencial, que cuantitativamente no hay que perder de vista. Así que nadie piense que estamos hablando del mercado del arte, ni de personas ni círculos exclusivos. Tampoco deberíamos confundirnos y pensar en la divulgación y educación de la masa, mostrando artistas y temas que puedan atraer a un público poco acostumbrado a la visita de este tipo de espacios.
Sí es cierto, que se trata de una entidad privada y que se pueda organizar según su criterio, pero es que hay ciertos museos que son una especie de ser bicéfalo, que se mueven entre el beneficio privado y el interés público... pero bueno este es otro tema.
El caso, es que en esta ocasión se evidencia hasta qué punto el margen de maniobra es limitado, no sólo por la situación económica global, sino por el comportamiento e interés, tanto del público que ya acude, como del que se pretende que muestre interés por el arte de forma general. Quiere decirse que es una cuestión de educación y que atañe a los modelos de gestión cultural, que obedece a un trabajo contínuo a largo plazo, y de criterios que se alejen de modelos de beneficios meramente mercantilistas. Entrando así en un bucle entre lo que quiere el público y/o lo que se le quiere enseñar, sin saber si fue primero el huevo o la gallina.
Y que tampoco se haga creer, según lo leído y escuchado, que se está haciendo, aprovechando algo puntual, argumentando que tendrá repercusiones y beneficios futuros, porque sino esto destila cierto aroma a especulación y oportunismo.
Sí es cierto, que se trata de una entidad privada y que se pueda organizar según su criterio, pero es que hay ciertos museos que son una especie de ser bicéfalo, que se mueven entre el beneficio privado y el interés público... pero bueno este es otro tema.
El caso, es que en esta ocasión se evidencia hasta qué punto el margen de maniobra es limitado, no sólo por la situación económica global, sino por el comportamiento e interés, tanto del público que ya acude, como del que se pretende que muestre interés por el arte de forma general. Quiere decirse que es una cuestión de educación y que atañe a los modelos de gestión cultural, que obedece a un trabajo contínuo a largo plazo, y de criterios que se alejen de modelos de beneficios meramente mercantilistas. Entrando así en un bucle entre lo que quiere el público y/o lo que se le quiere enseñar, sin saber si fue primero el huevo o la gallina.
Y que tampoco se haga creer, según lo leído y escuchado, que se está haciendo, aprovechando algo puntual, argumentando que tendrá repercusiones y beneficios futuros, porque sino esto destila cierto aroma a especulación y oportunismo.
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