Existen dos grandes corrientes integradoras de casi todas las actuales "escuelas" de Historia del Arte. Las que derivan de una concepción del arte fundamentada en "la espiritualidad" y las que lo entienden como parte de la Historia, como "historia materializada" o "historia material".
Desde el primer planteamiento, podríamos contemplar las obras realizadas en el proceso de transición del Medievo al Renacimiento como una carrera de evolución formal hacia los objetivos de "perfección" conseguidos en Florencia, bajo el mecenazgo de Lorenzo el Magnífico.
Desde el otro podemos aproximarnos al arte como a otros fenómenos histórico, para emplear la experiencia del pasado como un factor de conocimiento...
Había que viajar a Siena para acotar muchos juicios políticos vertidos durante los últimos años sobre el funcionamiento del Estado español... ¿He dicho meses o años? ¡Años, por supuesto! La clave está en la Sala de los Nueve del Palacio Comunal de Siena, que fue construido a partir de 1297, donde Ambrogio Lorenzetti pintó (1338-39) un interesante conjunto de frescos que siguen ofreciendo importantes documentos sobre la génesis del Renacimiento y deslumbrando al turista.
Es un tratado (modelo) de principios políticos en imágenes, expuesto en las cuatro paredes de la gran sala y articulados en aparente clave maniquea: lo bueno frente a lo malo, el buen gobierno frente al mal gobierno. Ha llovido mucho desde entonces, y sin embargo, la exposición ingenua de unos principios morales, que debemos contemplar en el contexto del enfrentamiento con Florencia, mantiene cierta coherencia, al menos, como modelo, por una razón que es difícil pasar por alto. El programa iconográfico de Ambrogio Lorenzetti no está construido desde una oposición ingenua entre "el Bien" y "el Mal", sino desde las debilidades de la naturaleza humana. La causa del "mal gobierno" no está en la esencia perversa del Diablo, sino en las peculiaridades del hombre.
El mal gobierno no ese rige por el imperio de los siete pecados capitales (lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia) sino por tres resortes de activación psicológica, a su vez, relacionados directamente con la práctica del poder: la avaricia (Avaritia), el orgullo (Superbia) y la vanidad (Vanagloria). Tiene gracia la representación de la vanidad con un espejo en la mano...
La figura que personaliza al "mal gobernante" y repite iconografía diabólica, aparece revestida con atributos muy humanos.
Por debajo de esos tres principios aparecen la crueldad (Crudelitas), la traición (Proditio), el fraude (Fraus), la furia (Furor), la división (Divisio) y la guerra (Guerra). La composición se completa con algo que debería hacer pensar a quienes anteponen "lo legal" sobre "lo justo": la Justicia está a los pies del tirano, con las manos atadas y sin sus atributos característicos...
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