Aprovechando el día de asueto, inducido por quienes no creen oportuno legislar sólo con los obispos, me acerqué al Reina Sofía. Por fortuna, la rigidez organizativa, que es implacable en el interior del museo, no lo es tanto en el acceso al centro... Por supuesto, no explicaré como evité la cola, por no perder los pequeños privilegios de vivir en un país donde reina el nefasto ingenio de la picaresca.
"Mediante una selección de más de doscientas obras, esta exposición se propone revalorizar al Salvador Dalí (1904-1989) pensador, escritor y creador de una particular visión del mundo. Tomando como punto de partida su método paranoico-crítico –como mecanismo de transformación y subversión de la realidad–, la muestra supone un recorrido por su trayectoria que se proyecta dinámicamente hacia el pasado y el futuro."
Paradójicamente también, debido a las aglomeraciones, es el peor momento para contemplar la obra de Dalí, pero acaso ello refuerce el carácter positivo de la experiencia estética para muchos visitantes: "si somos muchos quienes disfrutamos con la obra de Dalí, ha de ser de calidad excepcional". El argumento fáctico recuerda aquel sobre la existencia de Dios ("si todo el mundo cree en Dios, debe existir"), que en contexto de exaltación democrática es sumamente efectivo. Asimismo, permite establecer paralelismos antropológicos con otras formas de conducta aparentemente lejanas. Me pregunto cuántas personas se acercarán durante estos días al Reina Sofía con la esperanza de tener una experiencia trascendente, que les eleve sobre la miseria de su cotidianidad Sólo por ello, estos centros deberían recabar mayor atención de nuestras autoridades, que hoy por hoy prefieren canalizar los esfuerzos presupuestarios hacia fórmulas de sublimación más añejas e infinitamente menos eficaces, salvo entre los votantes conservadores.
Por supuesto, la situación también es idónea para disfrutar escuchando a los visitantes activar la fantasía, la curiosidad, el interés por las circunstancias vitales de Dalí, empeñándose en encontrar sentidos ocultos, claves mágicas o maravillosas...
El arte es maravilloso... aunque el artífice sea un impresentable, porque como nos enseñaron ciertos creadores y estudiosos de los años sesenta, lo más hermoso del arte está en la mente de quienes lo contemplan.
"Mediante una selección de más de doscientas obras, esta exposición se propone revalorizar al Salvador Dalí (1904-1989) pensador, escritor y creador de una particular visión del mundo. Tomando como punto de partida su método paranoico-crítico –como mecanismo de transformación y subversión de la realidad–, la muestra supone un recorrido por su trayectoria que se proyecta dinámicamente hacia el pasado y el futuro."
A la gente le gusta Dalí y ello juega a favor de una exposición poco novedosa para quien esté familiarizado con sus obras y, sobre todo, con la evolución del arte durante el siglo XX. Las obras de Dalí armonizan mal con el proceso seguido por las vanguardias durante la segunda mitad del siglo y esa circunstancia resta más que suma a su valoración crítica actual. Asimismo, la baza elegida para forzar su notoriedad y su cotización mediante procedimientos inteligentes pero escasamente honestos, abre una disyuntiva de solución compleja. Por una parte, arroja sombras de duda, que ya destacaron sus contemporáneos y, muy especialmente, Breton (avida dollars). Por otra, si somos benevolentes. cabría asumir el carácter precursor de una estrategia empleada muchas veces después hasta llegar a D. Hirst, a quien le unen algunas facetas personales y, entre ellas, el apoyo en el "factor femenino". Pero sea como fuere, a la gente le gusta Dalí.
¿Método paranoico-crítico? Francamente, me cuesta imaginar que alguien hable de ello con seriedad y me divierte encontrarlo citado en la introducción ofrecida por el museo, sobre todo, teniendo en cuenta las expectativas de la mayor parte de los visitantes. Sería más claro enfatizar el intento de Dalí por "conectar" con las ideas que sirvieron a Freud para estructurar el psicoanálisis... Se ha escrito tanto sobre ello, que no merece la pena seguir discutiendo el carácter surrealista de su obra. No obstante, reconozco que es un buen recurso para dar al público lo que el público pide.
Lo más conocido y valorado (por el público) de Dalí se construye a partir de dos recursos especialmente relacionados con funciones psíquicas de territorios, en principio, ajenos a la "conducta profunda". Por un lado, engendró una iconografía fantástica, supuestamente onírica, caracterizada por un grado de iconicidad afín al de las ilustraciones de Boris Vallejo o de cualquier artífice de líneas creativas similares. Pocas novedades desde los tiempos de El Bosco e, incluso, dese las iconografías fantásticas medievales; acaso, las frecuentes referencias a supuestas "imágenes oníricas" o, mejor, a interpretaciones literarias de ciertas imágenes oníricas. Por otra, recurrió a la estructuración de imágenes de doble capacidad de interpretación perceptiva (efecto Arcimboldo o "estructuras en competencia figural"). La combinación de ambas garantiza múltiples posibilidades interpretativas, que, indirectamente, asegura un proceso creativo demasiado elaborado para situarlo bajo la bandera del método paranoici-crítico, tal y como éste fue definido por el propio Dalí: «método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes»
El mantenimiento de la estructura representativa tradicional (albertiana) facilita al espectador la posibilidad "entender" lo que sucede en "el cuadro", contando incluso, con que sea tan fantástico como cualquier "historia" de iconografía religiosa o que responda a claves desconocidas. Pero lo importante es que, frente a la perplejidad inducida por las obras no representativas, haya algo a "percibir", algo a "entender" con rango de "realidad". El sempiternto problema de la representación, supuestamente resuelto por algunas corrientes del siglo XX, pero con operatividad dudosa, aparece aquí como recurso estético fundamental, como referencia sólida cuando el diletante tiene especial interés por el arte.
Desde el territorio perceptivo es sencillo entender el éxito de público de una exposición como ésta. El sistema perceptivo, por su propia estructura de funcionamiento —por su carácter funcional—, impone la necesidad (generalizable) de extraer información "real" de lo percibido. Si se sobreentiende "intuitivamente" que la pintura es un campo visual, es fundamental que el contemplador pueda mirar por ella como lo haría a través de una ventana, mediante un telescopio o una pantalla de televisión. Y sólo necesita que le proporcionen la información "complementaria" que le permita pasar de la interpretación primaria a la "iconográfica" y, si fuera posible, a territorios simbólicos o de mayor complejidad (Panofsky).Lo más conocido y valorado (por el público) de Dalí se construye a partir de dos recursos especialmente relacionados con funciones psíquicas de territorios, en principio, ajenos a la "conducta profunda". Por un lado, engendró una iconografía fantástica, supuestamente onírica, caracterizada por un grado de iconicidad afín al de las ilustraciones de Boris Vallejo o de cualquier artífice de líneas creativas similares. Pocas novedades desde los tiempos de El Bosco e, incluso, dese las iconografías fantásticas medievales; acaso, las frecuentes referencias a supuestas "imágenes oníricas" o, mejor, a interpretaciones literarias de ciertas imágenes oníricas. Por otra, recurrió a la estructuración de imágenes de doble capacidad de interpretación perceptiva (efecto Arcimboldo o "estructuras en competencia figural"). La combinación de ambas garantiza múltiples posibilidades interpretativas, que, indirectamente, asegura un proceso creativo demasiado elaborado para situarlo bajo la bandera del método paranoici-crítico, tal y como éste fue definido por el propio Dalí: «método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes»
El mantenimiento de la estructura representativa tradicional (albertiana) facilita al espectador la posibilidad "entender" lo que sucede en "el cuadro", contando incluso, con que sea tan fantástico como cualquier "historia" de iconografía religiosa o que responda a claves desconocidas. Pero lo importante es que, frente a la perplejidad inducida por las obras no representativas, haya algo a "percibir", algo a "entender" con rango de "realidad". El sempiternto problema de la representación, supuestamente resuelto por algunas corrientes del siglo XX, pero con operatividad dudosa, aparece aquí como recurso estético fundamental, como referencia sólida cuando el diletante tiene especial interés por el arte.
Al margen de ello, el visitante curioso espera que la obra ofrezca razones para su valoración (consideración) como obra excepcional, como obra de arte. La habilidad dibujística de Dali juega a favor de su apreciación, incluso, aunque esa habilidad sea discutible, porque en apariencia es obvia. Son las paradojas de la conducta estética...
Paradójicamente también, debido a las aglomeraciones, es el peor momento para contemplar la obra de Dalí, pero acaso ello refuerce el carácter positivo de la experiencia estética para muchos visitantes: "si somos muchos quienes disfrutamos con la obra de Dalí, ha de ser de calidad excepcional". El argumento fáctico recuerda aquel sobre la existencia de Dios ("si todo el mundo cree en Dios, debe existir"), que en contexto de exaltación democrática es sumamente efectivo. Asimismo, permite establecer paralelismos antropológicos con otras formas de conducta aparentemente lejanas. Me pregunto cuántas personas se acercarán durante estos días al Reina Sofía con la esperanza de tener una experiencia trascendente, que les eleve sobre la miseria de su cotidianidad Sólo por ello, estos centros deberían recabar mayor atención de nuestras autoridades, que hoy por hoy prefieren canalizar los esfuerzos presupuestarios hacia fórmulas de sublimación más añejas e infinitamente menos eficaces, salvo entre los votantes conservadores.
Por supuesto, la situación también es idónea para disfrutar escuchando a los visitantes activar la fantasía, la curiosidad, el interés por las circunstancias vitales de Dalí, empeñándose en encontrar sentidos ocultos, claves mágicas o maravillosas...
El arte es maravilloso... aunque el artífice sea un impresentable, porque como nos enseñaron ciertos creadores y estudiosos de los años sesenta, lo más hermoso del arte está en la mente de quienes lo contemplan.
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