Cuando hace unos días comentaba la nueva instalación del Museo Arqueológico Nacional manifestaba mis dudas sobre la conveniencia de ofrecer un marco expositivo tan alejado de la "neutralidad perceptiva" deseable desde las expectativas "cultas" de nuestros días. No sé si es demasiado sensato e, incluso, efectivo, acrecentar la cifra de visitantes por ese camino...
El actual planteamiento de la Gliptoteca es un argumento "de autoridad" en ese sentido, contando, incluso con su relativa "antigüedad" y con algunos inconvenientes que mencionaré enseguida. En todo caso, la manera de reconstruir el edificio de Karl von Fischer y Leo von Klenze (el edificio original fue destruido prácticamente por completo), mediante ladrillos pintados de blanco para recrear un ambiente visual comparable al proporcionado por el mármol pero matizado por el hecho mismo de la reconstrucción forzada, me parece una fórmula aún operativa y, por supuesto, acertada, perfectamente integrada con la voluntad de recuperar elementos arquitectónicos del Mundo Antiguo. La alusión al mármol del edificio original se puede entender como una metáfora dramática y redundante alusiva al tiempo no recuperable, tanto del siglo XIX como de las referencias helenísticas.
El resultado visual, conseguido mediante la fusión entre las cualidades formales de las diversas cúpulas (y/o bóvedas), la luz natural y los focos de mesurado refuerzo enfático es, sencillamente, espectacular.
Lo más negativo del planteamiento museístico queda indicado en el título de la entrada: las piezas no van acompañadas de cartelas explicativas o de catalogación, sino de cifras cuyo carácter debe consultarse en las fichas plastificadas que hay en todas las salas y que proporcionan información sumaria. Ello supone, a mi juicio, forzar una barrera al aficionado de "bajo nivel" y tampoco facilita las cosas al de mayores conocimientos... Un planteamiento tan cicatero no puede justificarse desde la voluntad de ofrecer la contemplación de las obras con las menores perturbaciones posibles; existen fórmulas más operativas para encontrar un punto de equilibrio entre las posibles expectativas que pueden motivar a los visitantes más tipificables de nuestros días; me cuesta imaginar a quién pudiera incomodar una cartela con cuatro o cinco renglones de información relevante. Y esa carencia es aún más onerosa si tenemos en cuenta que algunas de las obras expuestas, concretamente, el Fauno Barberini o la Medusa Rondanini, requieren explicaciones de cierta amplitud.
Me ha sorprendido la escasa relevancia otorgada a los aspectos cromáticos de la escultura de griegos y romanos, protagonizada por una figura del santuario de Egina; es como si a los gestores del museo les inquietara romper la recreación estética de las fórmulas griegas que engendraron Canova y el resto de sus correligionarios y que aún condicionan nuestros actuales criterios.
De nuevo me ha hecho sonreír la fórmula elegida para ofrecer la colección de retratos, con pocas piezas de interés excepcional, sujetas mediante bulones de acero inoxidable a "peanas" prismáticas esbeltas que, también aquí, hacen pensar en los "hermai" (plural de herma). Por fortuna, el visitante puede moverse por entre los bloques esterilizados, que parecen amenazantes ante las imprevisibles iniciativas de niños y jóvenes.
La pieza más interesante, desde expectativas comunes, es el "Fauno Barberini", aparecido en el Castello di Sant'Angelo, cuyo aspecto actual acaso deba más a los restauradores barrocos que a la voluntad de quienes definieron la iconografía original. Sea como fuere, se trata de una de las pocas esculturas grecolatinas, de temática masculina, explícitamente eróticas conocidas que, además, ofrece una estructura compositiva que refuerza considerablemente esa potencialidad... Un diablillo malévolo me silva al oído que es contrapartida natural a la Santa Teresa de Santa Maria della Vittoria y que, acaso, por ello está tan arraigada la tradición de que la "restauración" fue realizada por el propio escultor napolitano, por supuesto, siguiendo instrucciones del cardenal Maffeo Barberini.
Es posible que la Gliptoteca informe mejor sobre el arte alemán del siglo XIX que sobre las corrientes estéticas greco-latinas; o incluso, sobre cómo se ha interpretado el arte de la Antigüedad desde el siglo XVI hasta el siglo XX, pero más allá de los debates de matiz que ofrezcamos y de los dramáticos condicionantes acumulados por la historia reciente, acaso sea uno de los museos que mejor integran escultura y arquitectura de cuantos conozco.
Entre lo mejorable... Cuando lo visitamos, estaba prácticamente vacío, en correspondencia con el planteamiento "elitista" mencionado. Pero aunque si, en asuntos estéticos, me exigieran un juicio contundente ante la dicotomía "populismo-elitismo" —de momento, sólo en asuntos estéticos—. lo tendría clarísimo, creo que sus gestores debieran esforzarse por facilitar la visita a quienes se acerquen a la Gliptoteca con escasos recursos formativos, sobre todo, si no se llevan bien con el idioma alemán...
El actual planteamiento de la Gliptoteca es un argumento "de autoridad" en ese sentido, contando, incluso con su relativa "antigüedad" y con algunos inconvenientes que mencionaré enseguida. En todo caso, la manera de reconstruir el edificio de Karl von Fischer y Leo von Klenze (el edificio original fue destruido prácticamente por completo), mediante ladrillos pintados de blanco para recrear un ambiente visual comparable al proporcionado por el mármol pero matizado por el hecho mismo de la reconstrucción forzada, me parece una fórmula aún operativa y, por supuesto, acertada, perfectamente integrada con la voluntad de recuperar elementos arquitectónicos del Mundo Antiguo. La alusión al mármol del edificio original se puede entender como una metáfora dramática y redundante alusiva al tiempo no recuperable, tanto del siglo XIX como de las referencias helenísticas.
El resultado visual, conseguido mediante la fusión entre las cualidades formales de las diversas cúpulas (y/o bóvedas), la luz natural y los focos de mesurado refuerzo enfático es, sencillamente, espectacular.
Lo más negativo del planteamiento museístico queda indicado en el título de la entrada: las piezas no van acompañadas de cartelas explicativas o de catalogación, sino de cifras cuyo carácter debe consultarse en las fichas plastificadas que hay en todas las salas y que proporcionan información sumaria. Ello supone, a mi juicio, forzar una barrera al aficionado de "bajo nivel" y tampoco facilita las cosas al de mayores conocimientos... Un planteamiento tan cicatero no puede justificarse desde la voluntad de ofrecer la contemplación de las obras con las menores perturbaciones posibles; existen fórmulas más operativas para encontrar un punto de equilibrio entre las posibles expectativas que pueden motivar a los visitantes más tipificables de nuestros días; me cuesta imaginar a quién pudiera incomodar una cartela con cuatro o cinco renglones de información relevante. Y esa carencia es aún más onerosa si tenemos en cuenta que algunas de las obras expuestas, concretamente, el Fauno Barberini o la Medusa Rondanini, requieren explicaciones de cierta amplitud.
Me ha sorprendido la escasa relevancia otorgada a los aspectos cromáticos de la escultura de griegos y romanos, protagonizada por una figura del santuario de Egina; es como si a los gestores del museo les inquietara romper la recreación estética de las fórmulas griegas que engendraron Canova y el resto de sus correligionarios y que aún condicionan nuestros actuales criterios.
Sala de los retratos: cabeza de anciano; finales del siglo II d. C. |
La pieza más interesante, desde expectativas comunes, es el "Fauno Barberini", aparecido en el Castello di Sant'Angelo, cuyo aspecto actual acaso deba más a los restauradores barrocos que a la voluntad de quienes definieron la iconografía original. Sea como fuere, se trata de una de las pocas esculturas grecolatinas, de temática masculina, explícitamente eróticas conocidas que, además, ofrece una estructura compositiva que refuerza considerablemente esa potencialidad... Un diablillo malévolo me silva al oído que es contrapartida natural a la Santa Teresa de Santa Maria della Vittoria y que, acaso, por ello está tan arraigada la tradición de que la "restauración" fue realizada por el propio escultor napolitano, por supuesto, siguiendo instrucciones del cardenal Maffeo Barberini.
Fauno Barberini: ¿composición greco-romana o barroca? |
Entre lo mejorable... Cuando lo visitamos, estaba prácticamente vacío, en correspondencia con el planteamiento "elitista" mencionado. Pero aunque si, en asuntos estéticos, me exigieran un juicio contundente ante la dicotomía "populismo-elitismo" —de momento, sólo en asuntos estéticos—. lo tendría clarísimo, creo que sus gestores debieran esforzarse por facilitar la visita a quienes se acerquen a la Gliptoteca con escasos recursos formativos, sobre todo, si no se llevan bien con el idioma alemán...
Medusa Rondanini |
Desde las preocupaciones que laten en el espíritu de este blog y como ya habrá adivinado el lector, sería intolerable silenciar que la naturaleza de este museo podría haber servido como referencia para "sacar partido" al espectacular conjunto de escultura antigua conservado en Madrid, y al que me referí cuando comenté la nueva instalación del Museo Arqueológico Nacional, que tanto se parece al Museo Arqueológico de Estambul; entre "no molestar" al visitante con cartelas y convertirlo en un espectáculo efectista, existen infinidad de soluciones intermedias y razonables, como las que se pueden ver en Europa y América (Louvre, Berlin, Múnich, Atenas, zonas arqueológicas del Metropolitan, etc.) y que dan respuesta apropiada a quienes tienen más interés por lo que muestran los museos que por cómo lo muestran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario