jueves, 19 de marzo de 2015

Arquitectura ornamental del Museo Palatino de Roma

El Museo Palatino ofrece al público un reducido refugio para un puñado de piezas que merecen ser protegidas de las inclemencias del tiempo. La instalación museística deja mucho que desear, como buena parte de las instalaciones afines anteriores al año 2000, pero en todo caso, merece la pena visitarlo con detenimiento, no sólo porque ofrece unas cuantas esculturas "de bulto" interesantes.




Complementa lo ya mencionado en la entrada del museo de Trajano, dedicado a la primera mitad del siglo I, porque en éste nos ofrecen una selección de obras realizadas inmediatamente después.
Desde mis preocupaciones personales, la selección comienza con una obra para mí muy familiar, de la que había perdido el rastro desde que la fotografíé hace muchos años en el Museo de las Termas. Es un capitel fragmentado que, por fortuna, conserva una de sus caras prácticamente completa. Según mis notas de entonces, el capitel estuvo clasificado en la segunda mitad del siglo I, o principios del siglo II; con esos datos lo incluí en la entrada dedicada a los capiteles andalusíes del siglo IX, porque ofrece una referencia comparable a la fórmula empleada en dos de los del mihrab. Desde aquellos lejanos tiempos parece que ha sufrido alguna leve erosión... En la instalación actual han concretado un poco más la atribución para adjudicarlo a los tiempos de Nerón (54-68), seguramente con argumentos poderosos, aunque ya he comentado en otros momentos los riesgos de forzar tanto las catalogaciones. Está tallado en mármol pantélico, es decir, el mismo con el que se talló lo más substancioso del Partenón o del Olimpeion.
Acredita un virtuosismo y un refinamiento en el tratamiento del mármol comparable al de las mejores esculturas "de bulto". Tipológicamente debemos situarlo entre as variedades corintizantes, para establecer una jalón que orienta varias circunstancias interesantes desde la evolución de la escultura ornamental y, muy especialmente, por la repercusión que ellos tuvieron en la península Ibérica, seguramente durante el siglo II.
Estructuralmente consta de un cesto, perfectamente definido en el labio superior, al que se adhieren una corona de hojas de acanto y los motivos del cuerpo superior sobre el que descasa un ábaco moldurado con perfil de cornisa de tres elementos.
Las hojas de acanto, aún muy dependiente de los modelos naturales, acaso sean uno de los factores que más haya pesado a la hora de retrasar su cronología, aunque conozco otros capiteles con cualidades afines atribuidos a momentos posteriores. El cuerpo superior está definido según el modelo "liriforme", pero con el alarde de virtuosismo que supone duplicar el motivo floral, de 7 y 6 pétalos, y el conjunto de tallos entrelazados. Es destacable el carácter de las "volutas vegetales angulares", de concepción similar a las hojas del cesto, que establecen un jalón para situar la aparición de ciertas formas adjudicadas a los escultores "milagrosos" del siglo IX, que desembocarían en las variedades corintias o corintizantes de volutas vegetales del siglo X.

Capitel atribuido a los tiempos de Neron del Museo Palatino de Roma

Capitel atribuido a los tiempos de Neron del Museo Palatino de Roma, vista lateral

Capitel atribuido a los tiempos de Neron del Museo Palatino de Roma, detalle

Capitel de volutas vegetales reutilizado en el Alcázar de Sevilla
También tiene interés un pequeño capitel de pilastra de orden compuesto, adjudicado a la época flavia (69-96), procedente de la Domus Tiberiana, de tratamiento más sumario, en el que llama la atención la inexistencia de los ornatos intermedios de la parte superior del cesto, que suelen tener los capiteles de este tipo, incluso desde el siglo I (capiteles del Mausoleo de Santa Constanza). No creo que se pueda establecer una pauta evolutiva entre el capitel anterior y éste, seguramente realizado con presupuestos más alambicados. Es destacable la existencia de una modalidad de acanto que pervivirá en la ornamentación arquitectónica romana durante muchos años e, incluso, que se utilizarán como referencia en los primeros años del califato de Abderramán III.

Capitel de pilastra procedente de la Domus Tiberiana

Completan el panorama un conjunto de fragmentos de capitelillos (de chapado), procedentes del palacio imperial, atribuidos a la segunda mitad del siglo II,



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