Aunque no es un museo con piezas de especial interés desde mi punto de vista estrictamente personal, sí lo es desde la vertiente profesional. El diseño, en su concepción actual responde a un proyecto de Nieto y Sobejano, que han firmado algunos de los más señeros del pasado inmediato. En este caso, han acertado, cuando menos, en el aspecto exterior, con una idea que convierte la fachada nueva en una zona de transición entre el edificio antiguo (convento dominico del siglo XVI) y el entorno natural, al tiempo que cubre las zonas nuevas. Para mayor abundamiento, el espacio definido frente a él lo conecta con la plaza anexa de manera especialmente armónica. Chapeau.
Por el interior nos encontramos, de nuevo con un planteamiento de inclinación escenográfica pero mejor resuelto que en otros casos mencionados en este blog. Está articulado en las tres zonas clásicas de los museos tradicionales (arqueología, bellas artes y etnología) con colecciones de entidad desigual pero materializadas en otras tantas partes bien equilibradas; a ellas se unen las infraestructuras del complejo nuevo y la aportación de los años treinta, cuando al convertir el antiguo convento en museo, a Ignacio Zuloaga se le ocurrió encargar a J. M. Sert transformar el carácter de la vieja iglesia en un monumento en honor de la cultura del Pueblo Vasco. El ciclo iconográfino nos habla de que el País Vasco es un pueblo de leyendas, de sabios, de libertad, de armadores, de fueros, pescadores, de navegantes, de comerciantes, de santos, de ferrones... La explicación más o menos completa se puede consultar en la web del museo, bastante bien concebida en casi todos sus aspectos. El aspecto de la iglesia, sujeta a un proceso de restauración es, sencillamente, espectacular... en el buen sentido del término; resultará interesante incluso para quienes no se sientan estéticamente cómodos ante las pinturas de Sert, que en tiempos de Franco era el pintor español más importante del siglo XX; al menos, eso me "enseñaron" en "el cole".
Por el interior nos encontramos, de nuevo con un planteamiento de inclinación escenográfica pero mejor resuelto que en otros casos mencionados en este blog. Está articulado en las tres zonas clásicas de los museos tradicionales (arqueología, bellas artes y etnología) con colecciones de entidad desigual pero materializadas en otras tantas partes bien equilibradas; a ellas se unen las infraestructuras del complejo nuevo y la aportación de los años treinta, cuando al convertir el antiguo convento en museo, a Ignacio Zuloaga se le ocurrió encargar a J. M. Sert transformar el carácter de la vieja iglesia en un monumento en honor de la cultura del Pueblo Vasco. El ciclo iconográfino nos habla de que el País Vasco es un pueblo de leyendas, de sabios, de libertad, de armadores, de fueros, pescadores, de navegantes, de comerciantes, de santos, de ferrones... La explicación más o menos completa se puede consultar en la web del museo, bastante bien concebida en casi todos sus aspectos. El aspecto de la iglesia, sujeta a un proceso de restauración es, sencillamente, espectacular... en el buen sentido del término; resultará interesante incluso para quienes no se sientan estéticamente cómodos ante las pinturas de Sert, que en tiempos de Franco era el pintor español más importante del siglo XX; al menos, eso me "enseñaron" en "el cole".
También son destacables algunos detalles del montaje entográfico y, sobre todo, la colección de tocados que, según indican en los paneles del propio museo, tenían connotaciones relacionadas con la situación sexual de quien llevara una modalidad u otra.
"(...) su tocado parece testificar su deseo (...) las viudas llevan el morrión sin cresta para indicar que les falta varón (...)" (Pierre Lancre, juez y responsable de la instrucción del proceso brujeril de Lapurdi)
Tiene interés la sección de bellas artes, recoleta pero bien planteada desde el punto de vista museográfico y con una buena elección de arte vasco. Lo menos relevante es la sección arqueológica ofrecida de modo un tanto "peculiar", pero razonable, teniendo en cuenta su escasa entidad.
Coincidimos con una exposición dedicada a Elías Querejeta, donde apenas destacaba alguna fotografía indiscreta.
Tiene interés la sección de bellas artes, recoleta pero bien planteada desde el punto de vista museográfico y con una buena elección de arte vasco. Lo menos relevante es la sección arqueológica ofrecida de modo un tanto "peculiar", pero razonable, teniendo en cuenta su escasa entidad.
Coincidimos con una exposición dedicada a Elías Querejeta, donde apenas destacaba alguna fotografía indiscreta.
Importante, muy importante: el museo cuenta con un bar pequeño que ofrece pinchos de categoría homologable a los mejores de la zona con una peculiaridad excepcional: no son caros; y además con la entrada del museo hacen descuento.
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