En el tríptico del MNCARS, lo presentan como "Un filme de Tamar Guimarães" y con ello queda claro el carácter de la obra que, de otro modo, hubiera proporcionado las dudas propias del uso de medios digitales en ese contexto. Frente a lo más habitual, en este caso no me he levantado de las cómodas butacas ofrecidas por la institución porque, a pesar de ritmo lapidario del "cine" construido sin concesiones al ritmo narrativo, la fotografía está bastante cuidada, al menos, para los estándares de calidad ofrecidos por el MNCARS en otras ocasiones... Y no vaya a creer el lector que ello implica un excepcional tratamiento visual; sencillamente, se trata de un corto sin otras "debilidades" que la "natural" falta de ritmo narrativo, especialmente sensible en la concepción iconográfica, y algunas leves —levísimas— "anomalías" en el tratamiento de la iluminación.
Capítulo aparte merece la interpretación, manifiestamente mejorable, contando, incluso, con la "comprensión" que induce saber que algunos de los actores no son profesionales. Entre éstos, el propio comisario ofrece una buena interpretación a lo Bogart, es decir, construyendo el personaje desde lo que podía hacer bien: ser él mismo; y algo similar sucede con otros empleados del museo...
Lo peor: el guión, confuso, deslabazado, disperso... como corresponde al paradigma cinematográfico que parece defender el MNCARS, también en el terreno de la vídeo-creación; es mucho más importante enfatizar el "planteamiento procesual" que la agilidad del discurso narrativo. Reconozco que cada vez me cuesta más entender la marginación de los guiones, que tal vez pudiera justificarse hace años desde la sobrevaloración del discurso de Derrida y desde la "popularización" de sus postulados; hoy, bajo el estigma de los recortes, esa marginación parece fanfarria acorde con el avasallamiento aplicado a los fenómenos culturales de cierta entidad. Paradójicamente —¿parajódicamente?— el proceso se explica linealmente y con toda suerte de detalles en el texto del tríptico, mejor redactado de lo que suele ser norma en el MNCARS.
Tal y como es norma en las proyecciones de estos eventos en el MNCARS, las personas entran en la sala, contemplan la pantalla durante dos o tres minutos y salen a la búsqueda de experiencias más satisfactorias o interesantes... Y eso que, en este caso, se trata de una "película" construida mediante un relato que, a pesar de las digresiones, no pierde linealidad, frente a lo más frecuente en las obras ofrecidas al amparo del título genérico "Fisuras".
Una joven artista plantea una "exposición" centrada en la corrupción y, en el curso de las primeras reflexiones —en el proceso de gestación de la “obra”—, enfatiza que el término "corrupción" comienza por "co", "prefijo" que remite al componente "social" de la acción aludida. Y desde ahí, en un proceso de asociación verbal propio de los chistes de colegio mayor pijo, en la mente de la joven creadora, proclive a las figuras retórica, brota el destello espiritual que conduce al "brazo incorrupto de Santa Teresa". A parir de ese momento y por "razones" inescrutables la mano incorrupta de la santa carpetovetónica se convierte en obra central del montaje. Pasar del choriceo de las comisiones a un fenómeno saturado de espiritualidad añeja, que hace pensar en Franco y, por lo tanto, en una tradición sumamente arraigada en España, es figura retórica demasiado retorcida y, por supuesto, chusca, apenas "justificable" salvo para quien esté obsesionado en colocar "la obra" bajo la sombrilla de Boltanski.
El resultado final es un híbrido entre un corto más o menos convencional con matices de "documental" (falso documental), y múltiples referencias que "juegan" con la ambigüedad estética que supone combinar elementos de ficción con otros reales y con alusiones estéticas más o menos claras; como es frecuente en las obras de este tipo, nos encontramos ante un jeroglífico apenas accesible a quienes estén familiarizados con el paradigma estético definido por el equipo gestor del MNCARS.
Me ha hecho gracia la referencia al "origen del universo estético contemporáneo", substanciado mediante un posmoderno Déjeuner sur l'herbe, matizado con elementos sensuales (frutas y veladas alusiones al cuerpo femenino). Aunque la interpretación pudiera estar equivocada y los planos aludieran a "otra cosa", confío en que se perdone un dislate movido por mi formación como historiador...
Me han divertido las alusiones "relacionales", que se manifiestan en un conjunto humano heterogéneso, inconveniente para la economía de medios exigida por un ritmo narrativo vivo, pero conveniente para transmitir al espectador la importancia de un factor que oscila entre los componentes políticos, los propios de la gestión de una exposición, las personas a quienes va dirigida —personas jóvenes de porte moderno—... etc. Claman en ausencia las "imprescindibles" referencias al universo financiero, que tiñe de tonos carmín los trípticos y los catálogos del propio MNCARS.
También me ha divertido la inclusión de lo que interpreto como elementos alusivos al "archivo de lo común", por la vía de "lo colonial", que asimismo diluyen el interés de la historia pero que tienen la virtud de hacernos sentir en uno de los "núcleos medulares" de "la estrategia" del Reina Sofía.
Tenía que haber un componente "feminista" —imprescindible en las propuestas artísticas del siglo XXI— y por si no era suficiente con el sexo de la protagonista, casi todos los personajes, incluidas las monjas, aludidas elípticamente, y la propia figura de Santa Teresa, son mujeres; por el lado masculino, apenas destacan"el becario" y el propio João Fernandes, subdirector artístico del MNCARS y comisario de La incorrupta, que, sin embargo y paradójicamente (o parajódicamente), hace los comentarios más enjundiosos de la película. Entre ellos merece frontispicio la alusión a los museos como factores de "secularización"... He de estar muy equivocado porque, hasta ahora, hubiera jurado que sucede exactamente lo contrario. Habré de tomar nota de las apreciaciones del señor Fernandes... con propósito de enmienda.
Capítulo aparte merece la interpretación, manifiestamente mejorable, contando, incluso, con la "comprensión" que induce saber que algunos de los actores no son profesionales. Entre éstos, el propio comisario ofrece una buena interpretación a lo Bogart, es decir, construyendo el personaje desde lo que podía hacer bien: ser él mismo; y algo similar sucede con otros empleados del museo...
Lo peor: el guión, confuso, deslabazado, disperso... como corresponde al paradigma cinematográfico que parece defender el MNCARS, también en el terreno de la vídeo-creación; es mucho más importante enfatizar el "planteamiento procesual" que la agilidad del discurso narrativo. Reconozco que cada vez me cuesta más entender la marginación de los guiones, que tal vez pudiera justificarse hace años desde la sobrevaloración del discurso de Derrida y desde la "popularización" de sus postulados; hoy, bajo el estigma de los recortes, esa marginación parece fanfarria acorde con el avasallamiento aplicado a los fenómenos culturales de cierta entidad. Paradójicamente —¿parajódicamente?— el proceso se explica linealmente y con toda suerte de detalles en el texto del tríptico, mejor redactado de lo que suele ser norma en el MNCARS.
Imagen tomada de Hoy es Arte |
Una joven artista plantea una "exposición" centrada en la corrupción y, en el curso de las primeras reflexiones —en el proceso de gestación de la “obra”—, enfatiza que el término "corrupción" comienza por "co", "prefijo" que remite al componente "social" de la acción aludida. Y desde ahí, en un proceso de asociación verbal propio de los chistes de colegio mayor pijo, en la mente de la joven creadora, proclive a las figuras retórica, brota el destello espiritual que conduce al "brazo incorrupto de Santa Teresa". A parir de ese momento y por "razones" inescrutables la mano incorrupta de la santa carpetovetónica se convierte en obra central del montaje. Pasar del choriceo de las comisiones a un fenómeno saturado de espiritualidad añeja, que hace pensar en Franco y, por lo tanto, en una tradición sumamente arraigada en España, es figura retórica demasiado retorcida y, por supuesto, chusca, apenas "justificable" salvo para quien esté obsesionado en colocar "la obra" bajo la sombrilla de Boltanski.
El resultado final es un híbrido entre un corto más o menos convencional con matices de "documental" (falso documental), y múltiples referencias que "juegan" con la ambigüedad estética que supone combinar elementos de ficción con otros reales y con alusiones estéticas más o menos claras; como es frecuente en las obras de este tipo, nos encontramos ante un jeroglífico apenas accesible a quienes estén familiarizados con el paradigma estético definido por el equipo gestor del MNCARS.
Me ha hecho gracia la referencia al "origen del universo estético contemporáneo", substanciado mediante un posmoderno Déjeuner sur l'herbe, matizado con elementos sensuales (frutas y veladas alusiones al cuerpo femenino). Aunque la interpretación pudiera estar equivocada y los planos aludieran a "otra cosa", confío en que se perdone un dislate movido por mi formación como historiador...
También me ha divertido la inclusión de lo que interpreto como elementos alusivos al "archivo de lo común", por la vía de "lo colonial", que asimismo diluyen el interés de la historia pero que tienen la virtud de hacernos sentir en uno de los "núcleos medulares" de "la estrategia" del Reina Sofía.
Tamar Guimarães. Imagen de O Globo, recortada |
Precisamente, él mismo firma el tríptico que, en forma de carta, facilita la ubicación del visitante. En él nos informa de que Tamar Guimarães emplea fotogramas de películas de Chris Marker, Harun Farocki e Yvonne Reiner... Confieso que jamás lo hubiera imaginado, ni tan siquiera para justificar en la historia próxima una manera de entender el cine tan cercano a las derivaciones de la Nouvelle Vague, según la muy popular fórmula de ofrecer imágenes "sugerentes" que, por lo general, no sugieren nada. Puestos en clave mística, tampoco hubiera sido extraño remitirse al cine de Dreyer, de Tarkovski e, incluso, de Bergman...
¿Propuesta estética sobre la corrupción o sobre la condición humana? Apoyándose en la recuperación posmoderna de Andréi Rubliov, hubiera merecido la pena intentarlo, precisamente, en estos días, pero... Más bien se trata de un corto adecuado para "entender" los planteamientos estéticos aplicados en la actualidad por los gestores del MNCARS, con un factor que, en este caso, me permite felicitar a quienes han elegido a Tamar Guimarães, incluso aunque, a la vista de los precedentes, ello suene a provocación: la calidad visual de la película sintoniza con las pretensiones de una institución que aspira a ser relevante en el mundo del arte contemporáneo actual; y es que como decía cierto viejo amigo, el arte se acota, casi siempre, por la excepcionalidad.
Obviamente, la película también puede servir para percibir cómo los creadores deben ahormarse a los paradigmas estéticos propugnados por quienes tiene la responsabilidad social de ser "expertos en arte contemporáneo", para confeccionar ensaladas en las que no pueden faltar los ingredientes fundamentales: la lechuga de los elementos procesuales; las figuras retóricas y las metáforas dosificadas con cautela como si fueran aceitunas verdes y negras de Campo Real; la sal de las digresiones que pueden presentarse como derivaciones rizomáticas de un sentir compartido por quienes "entienden" de arte contemporáneo; el aceite de oliva de la quiebra de los discursos narrativos lineales; los elementos feministas como tomate cherry; y el vinagre balsámico de los diseños "relacionales"... Ensalada perfecta para clientes de un Bulli reconvertido en cenáculo para hipsters.
Obviamente, la película también puede servir para percibir cómo los creadores deben ahormarse a los paradigmas estéticos propugnados por quienes tiene la responsabilidad social de ser "expertos en arte contemporáneo", para confeccionar ensaladas en las que no pueden faltar los ingredientes fundamentales: la lechuga de los elementos procesuales; las figuras retóricas y las metáforas dosificadas con cautela como si fueran aceitunas verdes y negras de Campo Real; la sal de las digresiones que pueden presentarse como derivaciones rizomáticas de un sentir compartido por quienes "entienden" de arte contemporáneo; el aceite de oliva de la quiebra de los discursos narrativos lineales; los elementos feministas como tomate cherry; y el vinagre balsámico de los diseños "relacionales"... Ensalada perfecta para clientes de un Bulli reconvertido en cenáculo para hipsters.
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