Reconozco que no me ha apetecido hablar sobre el asunto catalán, tal vez, porque lo que debería decir está dicho y, para desánimo del más optimista, apenas han cambiado las cosas durante los últimos años: cada cual en su trinchera.
Pero como es común en este país de nuestras entretelas, los detalles que se van desgranando garantizan algo tan "nuestro" como ese surrealismo que tanto aprecian los foráneos para descojonarse cuando comentan sus experiencias por las tierras de Don Quijote y Sancho. El alojamiento de los refuerzos policiales en un barco decorado con las imágenes de personajes de dibujos animados no se le habría ocurrido ni al Fellini de E la nave va. En las redes sociales han sacado tajada del asunto que, a mi juicio, daría para una antología del ingenio cañí en diez volúmenes.
Menos graciosas han sido las repercusiones del 1-O...
Enrique Dans en su blog ofrece una interpretación de los "sucesos catalanes" en clave de "post-verdad":
"El pasado domingo 1 de octubre nos brindó todo un ejemplo en tiempo real de lo que supone saber gestionar adecuadamente eso que se ha dado en llamar la “post-verdad“: la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales."
El artículo es brillante y me atrevo a recomendar su lectura reposada, sin embargo... Si entendemos que estamos en tiempos de post-verdad, esa explicación debería corresponder con las cualidades específicas de nuestro tiempo. Y, francamente, no creo que exista esa correspondencia. El enfrentamiento entre políticos torpes, incapaces de percibir las circunstancias del entorno y las posibilidades a su disposición, y políticos hábiles, perfectamente capacitados para controlar las piezas del tablero de juego, es una constante, al menos, desde que contamos con documentos históricos más o menos fiables. También la aristocracia romana supo mover las teclas que incidían sobre las creencias y las emociones de los ciudadanos: Catón y Julio César fueron maestros en el arte de la manipulación.
Me temo que lo sucedido "en Madrid" y lo sucedido "en Barcelona" guarda mucha más relación con las peculiaridades sociológicas de Cataluña y las del "resto de España" (de momento). En Cataluña se está haciendo política bien pensada; en Madrid se están tomando decisiones con el espíritu de Parsifal, a la espera de que la estupidez sea una cualidad que movilice la voluntad de los dioses.
Y cuando en el tablero de la política se enfrentan antagonistas tan desequilibrados es sencillo prever el resultado de la partida e, incluso, los movimientos que indicarán el desenlace. Desde ese punto de vista y teniendo en cuenta que enfatizar esta dualidad es políticamente incorrecto, lo que sintonizaría con el ambiente de post-verdad no serían los incidentes de Cataluña sino el artículo de Enrique Dans...
¿Y ahora qué? Parece obvio que la Asamblea Catalana proclamará la República...
Los del PP y los de Ciudadanos seguirán a lo suyo, a defender una "legalidad" progresivamente alejada de la legitimidad. Acaso apliquen el 155 para acrecentar la fuerza de las corrientes independentistas; pero si no lo hacen, rugirán los medios cavernícolas y apesebrados, cada vez más monolíticos.
Los del PSOE, con gestos ampulosos pero vacíos, continuarán haciendo política para la galería, sin ganar un milímetro entre un electorado catalán que ya no contempla ni como posibilidad aquello del federalismo... por no hablar de las maniobras de barones y baronesas, que podrían culminar en espectáculos tan bochornosos como los de los meses precedentes.
Los de los partidos independentistas se mostrarán firmes en sus objetivos. Lo tienen claro y saben que pueden abonar su proyecto con las cagadas ajenas. Como era de esperar, conscientes de que el desenlace del conflicto no se dictará en Madrid, ya están llamando a las puertas de las cancillerías, donde aún los contemplan con cierta prevención...
Los de Podemos y adláteres continuarán dando tumbos, jugando a combinar contradicciones en un marco que se les escapa entre los dedos porque es imposible conciliar la "sociología catalana" con la del resto de España. También sus líderes están demasiado alineados con los valores de la post-verdad.
¿Cuánto tiempo permanecerán los "foros internacionales" en imponer la solución de un problema que, a fecha de hoy, parece irresoluble? El comodín que tiene al alcance de la mano el señor Rajoy deriva del "mal ejemplo" que supondría en Europa admitir que la región más rica, la de mayor potencial económico de España, se independice. Hay demasiadas regiones ricas a la expectativa...
Si como algunos preconizan —a mi juicio, con razón— el nacionalismo será uno de los problemas políticos más relevantes de los años venideros, sería aventurado consentir la creación de un Estado catalán. En ese sentido, ahora mismo parece probable que la intermediación demandada por el señor Puigdemont culmine en presión extraordinaria para retornar al statu quo o, cuando menos, a una situación que podría substanciarse mediante un marco de relaciones menos "desequilibrado". En ese supuesto, "milagrosamente", hasta pudiera parecer oportuna la propuesta del PSOE... Pero no sé si recuperar la configuración política anterior a la aparición de Podemos tranquilizaría a quienes el pasado domingo pugnaban con las fuerzas de seguridad por votar.
Pero como es común en este país de nuestras entretelas, los detalles que se van desgranando garantizan algo tan "nuestro" como ese surrealismo que tanto aprecian los foráneos para descojonarse cuando comentan sus experiencias por las tierras de Don Quijote y Sancho. El alojamiento de los refuerzos policiales en un barco decorado con las imágenes de personajes de dibujos animados no se le habría ocurrido ni al Fellini de E la nave va. En las redes sociales han sacado tajada del asunto que, a mi juicio, daría para una antología del ingenio cañí en diez volúmenes.
Menos graciosas han sido las repercusiones del 1-O...
Enrique Dans en su blog ofrece una interpretación de los "sucesos catalanes" en clave de "post-verdad":
"El pasado domingo 1 de octubre nos brindó todo un ejemplo en tiempo real de lo que supone saber gestionar adecuadamente eso que se ha dado en llamar la “post-verdad“: la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales."
El artículo es brillante y me atrevo a recomendar su lectura reposada, sin embargo... Si entendemos que estamos en tiempos de post-verdad, esa explicación debería corresponder con las cualidades específicas de nuestro tiempo. Y, francamente, no creo que exista esa correspondencia. El enfrentamiento entre políticos torpes, incapaces de percibir las circunstancias del entorno y las posibilidades a su disposición, y políticos hábiles, perfectamente capacitados para controlar las piezas del tablero de juego, es una constante, al menos, desde que contamos con documentos históricos más o menos fiables. También la aristocracia romana supo mover las teclas que incidían sobre las creencias y las emociones de los ciudadanos: Catón y Julio César fueron maestros en el arte de la manipulación.
Me temo que lo sucedido "en Madrid" y lo sucedido "en Barcelona" guarda mucha más relación con las peculiaridades sociológicas de Cataluña y las del "resto de España" (de momento). En Cataluña se está haciendo política bien pensada; en Madrid se están tomando decisiones con el espíritu de Parsifal, a la espera de que la estupidez sea una cualidad que movilice la voluntad de los dioses.
Y cuando en el tablero de la política se enfrentan antagonistas tan desequilibrados es sencillo prever el resultado de la partida e, incluso, los movimientos que indicarán el desenlace. Desde ese punto de vista y teniendo en cuenta que enfatizar esta dualidad es políticamente incorrecto, lo que sintonizaría con el ambiente de post-verdad no serían los incidentes de Cataluña sino el artículo de Enrique Dans...
Imagen Alberto Estévez/EFE (tomada de lavanguardia) |
Los del PP y los de Ciudadanos seguirán a lo suyo, a defender una "legalidad" progresivamente alejada de la legitimidad. Acaso apliquen el 155 para acrecentar la fuerza de las corrientes independentistas; pero si no lo hacen, rugirán los medios cavernícolas y apesebrados, cada vez más monolíticos.
Los del PSOE, con gestos ampulosos pero vacíos, continuarán haciendo política para la galería, sin ganar un milímetro entre un electorado catalán que ya no contempla ni como posibilidad aquello del federalismo... por no hablar de las maniobras de barones y baronesas, que podrían culminar en espectáculos tan bochornosos como los de los meses precedentes.
Los de los partidos independentistas se mostrarán firmes en sus objetivos. Lo tienen claro y saben que pueden abonar su proyecto con las cagadas ajenas. Como era de esperar, conscientes de que el desenlace del conflicto no se dictará en Madrid, ya están llamando a las puertas de las cancillerías, donde aún los contemplan con cierta prevención...
Los de Podemos y adláteres continuarán dando tumbos, jugando a combinar contradicciones en un marco que se les escapa entre los dedos porque es imposible conciliar la "sociología catalana" con la del resto de España. También sus líderes están demasiado alineados con los valores de la post-verdad.
¿Cuánto tiempo permanecerán los "foros internacionales" en imponer la solución de un problema que, a fecha de hoy, parece irresoluble? El comodín que tiene al alcance de la mano el señor Rajoy deriva del "mal ejemplo" que supondría en Europa admitir que la región más rica, la de mayor potencial económico de España, se independice. Hay demasiadas regiones ricas a la expectativa...
Si como algunos preconizan —a mi juicio, con razón— el nacionalismo será uno de los problemas políticos más relevantes de los años venideros, sería aventurado consentir la creación de un Estado catalán. En ese sentido, ahora mismo parece probable que la intermediación demandada por el señor Puigdemont culmine en presión extraordinaria para retornar al statu quo o, cuando menos, a una situación que podría substanciarse mediante un marco de relaciones menos "desequilibrado". En ese supuesto, "milagrosamente", hasta pudiera parecer oportuna la propuesta del PSOE... Pero no sé si recuperar la configuración política anterior a la aparición de Podemos tranquilizaría a quienes el pasado domingo pugnaban con las fuerzas de seguridad por votar.
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