Por Jose Blanco
La nueva edición de los premios Turner se presenta con diversas novedades. Los cambios en la normativa que antes impedían la elección de artistas mayores de 50 años han permitido la selección de Lubaina Himid y Hurvin Anderson, en esta edición de unos premios donde durante años resistieron los Jóvenes Artistas Británicos. Además, es reseñable que esta edición seguramente supone la más diversa y multicultural de todas, teniendo todos los artistas algún vínculo con otro país y otra cultura, lo que en muchos casos se puede observar en sus obras. Acaso pudiera la elección de estos artistas verse influida por el Brexit, cuyos detractores defendían que sería un golpe devastador al internacionalismo del mundo del arte británico. Curioso también el hecho de que no encontremos mención a Donald Trump, que ni siquiera se salva de recibir críticas en las pasarelas de moda, como vimos el pasado febrero en el desfile de Public Schoo en la Semana de la Moda de Nueva York. Hay quien se pregunta si la elección de Trump a la presidencia pudo haber influido en la elección de unos artistas que tratan la importancia de la identidad negra o el multiculturalismo, en la tónica de otros eventos recientes (véase EXPO Chicago). Sin embargo, cabe recordar que al fin y al cabo las identidades marginales y minoritarias son un campo en el que el arte contemporáneo lleva haciendo hincapié desde hace medio siglo. Veamos a los preseleccionados de ésta edición:
Andrea Büttner explora la moral y la religión en un mundo relativista con la primera y negacionista con la segunda. Trabaja las transiciones entre ambas, y no estudia la metafísica como un concepto inalcanzable y lejano, sino que se pregunta por ella en paralelo a la reflexión de temas tan cercanos a nosotros como la vergüenza o la pobreza. Un buen ejemplo de cómo recuperar las grandes preguntas en un periodo dominado por el cinismo, el pesimismo y la despreocupación.
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Vista de la instalación de Andrea Büttner: Gesamtzusammenhang, Kunst Halle Sankt Gallen, Suiza, 2017 Foto: Kunst Halle Sankt Gallen, Gunnar Meier. Tate |
Hurvin Anderson, a través de sus pinturas ofrece una reflexión en torno a conceptos como ‘origen’ o ‘identidad’, combinando y yuxtaponiendo la abstracción y la figuración, la historia, el presente del artista y la influencia de su propio legado caribeño, como se puede ver en su trabajo Is it Ok to be black? donde los colores vibrantes y la abstracción gestual conviven con retratos de personalidades negras, tomando como inspiración la decoración de las barberías caribeñas de los años 50.
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Hurvin Anderson. Is it OK to be black?, 2016. Óleo sobre lienzo, 130 x 100cm. Hurvin Anderson: Dub Versions, New Art Exchange, Nottingham 2016. Tate |
Con
Lubaina Himid, de nuevo, volvemos al tema de la identidad. Himid ha tratado la diáspora migratoria de África al primer mundo, hacia una cultura occidental que desde hace tiempo se erige como única narrativa válida y global. Ofreciendo una invitación a considerar el legado de los inmigrantes negros como ejemplo de interculturalidad e identidad desarraigada, la meditación en torno a la identidad política, cuya importancia ha crecido con los recientes acontecimientos sociopolíticos, le valieron las ovaciones del jurado y, aunque esto es mera especulación, creo le valdrán la victoria de esta edición.
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Lubaina Himid. Naming the Money 2004. Vista de la instalación de Navigation Charts, Spike Island, Bristol 2017. Foto: Stuart Whipps. Tate |
Por último, el trabajo de
Rosalind Nashashibi, anglo-palestina, trata la ocupación humana en el espacio, relacionando los espacios sensoriales y el espacio físico. También deja entrever elementos de fantasía, en paralelo a la opresión perceptible en muchos de los lugares reales que presenta. En su obra observamos escenas del día a día, donde lo íntimo convive con la vigilancia y el control para mostrarnos una nueva forma de ver lugares sobre los que tantos juicios habíamos vertido.
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Rosalind Nashashibi. Still from Electrical Gaza 2015. Foto: Emma Dalesman. Tate |
Hay quien se cuestiona si el énfasis por la identidad tan presente en dos de estos artistas representa algún tipo de avance en los diálogos y discursos del arte, en un contexto social en el que las políticas de identidad están a la orden del día. Dudo mucho que en un futuro cercano conceptos como ‘identidad’ dejen de tener relevancia, con lo cual no veo por qué habríamos de desacreditar dicha narrativa. No obstante, lo que parece claro es que esta edición de los Turner, reflexionando sobre los acontecimientos sociopolíticos y la identidad contemporáneos, recuperando la moral y la religión o llevándonos hasta la franja de Gaza, si no un paso más cerca del futuro, está un paso más cerca de las preocupaciones de la gente común.
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