(Galería Fúcares, 25 de abril al 30 de mayo de 2009)
Creo que es la primera vez que doy noticia de una exposición comercial "homologable" (criterios selectivos de ARCO) en este espacio virtual... La excepcionalidad se justifica en razones personales que me conducen a un pasado casi remoto, en los abajaderos del Gianicolo, donde supimos que estábamos tan cerca... Desde entonces, Concha, que estaba enfrascada en procesos frenéticos de búsqueda, ha tomado un camino de reflexión estética por las laderas de la metáfora. De momento, tras desgastar muchas zapatillas entre guijarros y zancadillas, esos itinerarios le han conducido a fundir recursos que, como en este caso, emparejan cualidades propias de las estéticas objetuales con otras de origen cinematográfico, tomadas, en este caso, de Sir Alfred Hitchcock (Los pájaros). Y todo ello para indicarnos una reflexión a varias bandas que comprende la necesidad acercarse a las raíces naturales para encontrar la propia personalidad, la recuperación de los objetos (frágiles) de nuestra cotidianeidad y el enfrentamiento de nuestros miedos o temores... nuestra propia fragilidad. Fusión entre Platón, Nietzsche, Goethe y Freud, que encierra algunas claves de nuestras propias existencias... No imaginé que con tantos años de por medio siguiéramos tan cerca y pudiéramos compartir una cita que Concha ofrece resumida, según su conveniencia, para situar al visitante ante su obra. Permíteme, querida Concha, que la recoja en su integridad y alabe tu intuición para magnificar una reflexión existencial de esas que perviven aunque transcurran mil años:
"(Habla Fausto) Espíritu sublime, tú me has dado todo cuanto te pedí. Tú no has hecho que volviera en vano mi rostro hacia el fuego. Me has dado a la magnífica naturaleza por reino y fuerza para sentirla y disfrutarla. No sólo me concedes una visita fría y pasiva. Me permites mirar en su hondo pecho como en el pecho de un amigo. Haces pasar ante mí el conjunto de lo viviente y me enseñas a conocer a mis hermanos en las tranquilas frondas, en el aire y en el agua. Y cuando en el bosque brama y gime la tormenta, cuando los enormes pinos, agitándose, aplastan y tumban las ramas y los troncos vecinos, cuando con su caída retumba sorda y hueca la colina, tú me llevas a una segura caverna y allí me muestras a mí mismo y se me desvelan los secretos prodigios de mi corazón. Al subir ante mi mirada la suave luna, que todo lo apacigua, flotan sobre mí, por el húmedo bosque, en las laderas rocosas, formas plateadas que dulcifican el deseo de contemplación.
Ah, ya noto que no hay nada perfecto para el hombre. Además de este placer que me acerca a los dioses cada vez más, me diste el compañero al que no puedo renunciar, por más que, frío y descarado, me humille ante mí mismo y, con su palabrería, reduzca a nada todos tus dones. Él atiza en mi pecho el fuego salvaje que quiere atrapar esa bella imagen. Así me tambaleo yendo del deseo al placer y, una vez en el placer, ansío el deseo". Goethe, Fausto, El bosque y la caverna.
Por desgracia, los gestores de la galería Fúcares no han acertado con la distribución espacial y nos ofrecen "la obra" deslavazada, sin que sea fácil establecer la relación que integran copas, abetos, sillas y pájaros... Y para mayor sonrojo, el pasado miércoles, cuando acudí a visitarla, la primera sala era extraño almacenillo, donde convivían con la obra de Concha García objetos ajenos a ella. Una verdadera lástima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario