Por Antonio Ferreira Martín
Mírame,
quién lo diría,
estoy masturbándome sobre tu cabeza
muerta, (a lo Jeffrey Dahmer)
sobre tu microcosmos
en forma de triángulo escaleno.
Egon da puñetazos
al otro lado del universo,
tú, en cambio, aplaudes
inundando tus manos
de todo el polvo no particular
en un ambiente intemporal,
ultra-sensorial…
tu mirada ultravioleta
atraviesa cualquier balada,
cualquier automatismo,
y tu ojo derecho me hace sentir
inferior… (estoy de acuerdo)
ya que la escritura automática
de tus parpadeos desacelera
cualquier idiosincrasia exacta.
Mujer de mil nombres,
y de ninguno,
mujer de una sola página,
de miles de lágrimas,
no entiendes, ni quieres entender
de conversaciones postmodernas,
porque lo supiste todo,
intuiste el desastre
guardado bajo las cerraduras metálicas
que encarnan tus labios.
Tú que te bañaste en la fuente
de R.Mutt,
tú,
que encierras
el azul de Yves Klein,
el negro de Malevich,
el blanco del infinito,
y el rojo del sufrimiento,
bajas mi cremallera indiferente,
porque intuiste el desastre…
La circunferencia entrópica de tu seno
bordea mi bulbo raquídeo transmutando mi percepción voluntaria
hacia la más feliz oligofrenia,
contigo no quiero llegar
al cuarto estadio del desarrollo
(¿Quién me guió al destructivo
cuarto estadio?).
Necesito estrangular
tu clítoris con una sonrisa,
oler la sangre de tus respiraciones,
pero tu ventrículo bidimensional
huye de cualquier ósmosis sentimental…
Mujer neurótica
jonkie
prostituta de mis reacciones neuronales,
mujer de trece gritos por minuto,
de un susurro eterno,
“la eterna novia desnudada
`por sus pretendientes,
incluso”,
nos enseñarás el secreto del arte
un segundo antes de morir…
no te molestan las
lágrimas de semen
ni los besos de cristal.
Mírame,
quién lo diría,
estoy masturbándome sobre tu cabeza
muerta, (a lo Jeffrey Dahmer)
sobre tu microcosmos
en forma de triángulo escaleno.
Egon da puñetazos
al otro lado del universo,
tú, en cambio, aplaudes
inundando tus manos
de todo el polvo no particular
en un ambiente intemporal,
ultra-sensorial…
tu mirada ultravioleta
atraviesa cualquier balada,
cualquier automatismo,
y tu ojo derecho me hace sentir
inferior… (estoy de acuerdo)
ya que la escritura automática
de tus parpadeos desacelera
cualquier idiosincrasia exacta.
Mujer de mil nombres,
y de ninguno,
mujer de una sola página,
de miles de lágrimas,
no entiendes, ni quieres entender
de conversaciones postmodernas,
porque lo supiste todo,
intuiste el desastre
guardado bajo las cerraduras metálicas
que encarnan tus labios.
Tú que te bañaste en la fuente
de R.Mutt,
tú,
que encierras
el azul de Yves Klein,
el negro de Malevich,
el blanco del infinito,
y el rojo del sufrimiento,
bajas mi cremallera indiferente,
porque intuiste el desastre…
La circunferencia entrópica de tu seno
bordea mi bulbo raquídeo transmutando mi percepción voluntaria
hacia la más feliz oligofrenia,
contigo no quiero llegar
al cuarto estadio del desarrollo
(¿Quién me guió al destructivo
cuarto estadio?).
Necesito estrangular
tu clítoris con una sonrisa,
oler la sangre de tus respiraciones,
pero tu ventrículo bidimensional
huye de cualquier ósmosis sentimental…
Mujer neurótica
jonkie
prostituta de mis reacciones neuronales,
mujer de trece gritos por minuto,
de un susurro eterno,
“la eterna novia desnudada
`por sus pretendientes,
incluso”,
nos enseñarás el secreto del arte
un segundo antes de morir…
no te molestan las
lágrimas de semen
ni los besos de cristal.
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