Al filo de estos asuntos, días atrás Arturo Prins me sugería leer un artículo de Ignacio Urquizu publicado en El País el 11 de mayo: "La corrupción y los límites de la democracia". El profesor de Sociología desarrollaba una prolija argumentación sobre los mecanismos subyacentes en la previsible mayoría del PP en los lugares contaminados de corrupción masiva. Mencionaba la escasa capacidad de control de los ciudadanos en un modelo democrático como el nuestro; mencionaba el problema de la información manipulada, la capacidad de los partidos para sacar partido de las situaciones confusas; mencionaba demasiadas cuestiones tangenciales... Se le olvidó enfatizar los detalles más gruesos y entre ellos, el perfil sociológico de quienes componen las “mayorías silenciosas” en los sistemas democráticos. El presidente Nixon sabía mucho de esas cosas.
Resultado: nos hallamos ante una estructura social-política excesivamente dependiente de la negación de la inteligencia... tal y como, según dicen, proclamó en Salamanca José Millán-Astray el 12 de octubre de 1936. Lo peor del caso es que frente a ese "¡Muera la inteligencia!" de los sectores embrutecidos, de ciertos medios de comunicación, reconvertidos en instrumentos de manipulación según las fórmulas de Goebbels, y del vértice del poder político, quienes deberían (o podrían) replicar con contundencia están enquistados y entretenidos en juegos endogámicos. Tal vez ahora, que nos han tocado el bolsillo, cuando la acumulación de torpezas y errores ha traspasado todos los límites de lo imaginable, se active alguna respuesta constructiva en los "templos de la inteligencia", si es que ha sobrevivido alguno. Desde luego está claro que, parafraseando a Unamuno, ya no hay espacio para ningún "sumo sacerdote"; si acaso, para unos pocos monaguillos. El sistema liberal ha cambiado el Templo de la Razón por el del coronel Kurtz (Apocalyse Now).
Según cuentan, hace poco se realizó una encuesta para valorar la respuesta social a la bajada de los sueldos de los funcionarios: más de la mitad de la población otorgaba respaldo democrático a la medida. Algún sacerdote de la inteligencia debería explicar a ese grupo que con una medida indiscriminada como esa, se da una bofetada en el rostro a quienes disfrutan diciendo "vuelva usted mañana", pero también a los profesores de los colegios e institutos, a los científicos, a los jueces, a los policías, a los médicos... Quizás por ese camino se resuelvan los problemas económicos en un futuro, pero para entonces, nuestros mejores juristas habrán dejado la carrera judicial para defender a los políticos corruptos; los mejores sanitarios (médicos y ATS) se habrán marchado a Inglaterra o Portugal; nuestros profesores se habrán vuelto idiotas de tanta impotencia; los investigadores habrán echado raíces en lugares alejados; los especialistas en arte andarán habrán cruzado el Atlántico; los museólogos vagarán por la Antártida; nuestros policías…
Veo cosas alucinantes en la bola de cristal... Veo a un director de postín haciendo debutar en el cine a Belén Esteban, no sé ve con claridad si como actriz o como guionista; veo a la señora ex-ministra recuperando su vocación sub-cinematográfica para hablarnos de sus propias frustraciones; veo un próximo ARCO2011 patrocinado por La Caixa, Caja Madrid, el banco Santander y, por supuesto, con un amplísimo stand de El Corte Inglés y otro de la Conferencia Episcopal. Veo al señor Gabilondo (el actual ministro) moderando un programa de debates políticos en Tele 5; y al señor Zapatero...
Teniendo en cuenta sus cualidades, cuesta encontrarle ocupación... Me veo emulando con torpeza a Plutarco para forzar paralelismos artificiosos... ¿Diseñador de joyas caras? Francamente, no da el tipo. Tal vez, sirviera como jefe de prensa de una entidad pública... O como director del Benemérito Cuerpo de Caballeros Demócratas y Tolerantes. Quizás si entrara en relaciones con la prima de un filósofo de reconocida solvencia, tras pasar por Tele 5 para explicar los detalles del acoplamiento, pudieran contratarle los del Bolshoi. Lo veo convertido en cisne negro, dando saltitos de puntillas sobre el escenario junto a Belén Esteban, y me muero de risa imaginando cómo lo explicaría Plutarco.
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