Hace seis meses, José Luis Barchino daba noticia en Arqueólogos del peculiar sistema de protección y exhibición empleado por el Ayuntamiento de Madrid para conservar y ofrecer al público los restos de la iglesia de San Juan Bautista.
"Se pueden observar allí, por el descontrol de las condiciones de humedad y temperatura: condensación, evaporación, acción capilar, eflorescencias salinas, costras y alveolización, que son quienes propician la disolución y descohesión de materiales que llevan al desmoronamiento de los muros.
También esta urna-lucernario es un modelo de biodeterioro; se dan allí una colonización generalizada de plantas de bajo porte y de otras que llegan a la superficie acristalada, raíces, microorganismos de pudrición y corrosión, musgos y líquenes que propician el ocultamiento, tinción y ruina de los muros al provocar fisuras, disgregaciones y disoluciones de piedras, ladrillos y argamasas".
Al parecer, no hay dinero para remediarlo, aunque no creo que sea importante hacerlo... en tiempo de crisis. Hay tantos restos en peores condiciones...
Además, sería una pena perder este ejemplo de cómo no gestionar los restos arqueológicos. Y por añadidura, también es un buen ejemplo de cómo aprovechar los restos arqueológicos para ofrecer un invernadero a la flora autóctona. Queda tan mono y ecológico...
A veces una se pregunta si se ha hecho a propósito porque, diablos, hacerlo tan mal, así sin querer y con tantas partes involucradas es complicado.
ResponderEliminarLo cierto es que presentas una cuestión muy complicada y recurrente en grandes ciudades: armonizar la protección del patrimonio y su consideración según los códigos éticos actuales con la vida actual en una urbe. Y digo complicada porque las mejores soluciones pasan siempre por grandes inversiones económicas iniciales, algo que, como todos sabemos es inviable.
Desde hace tiempo, en España se han perdido muchos recursos de control técnico y administrativo, porque los políticos no han sabido o querido primar la eficacia sino el lameculeo. A posteriori, esos mismos políticos han intentado recuperar esas posibilidades de control mediante leyes o repertorios normativos surrealistas, sin tener en cuenta que la clave está en reconocer y estimular la capacidad profesional de los funcionarios. En la universidad se advierte con claridad: tenemos una universidad "excelente" según los documentos oficiales, pero las universidades españolas ocupan los últimos lugares en los baremos internacionales de calidad.
ResponderEliminarLo mismo podríamos decir de la gestión de los PAU's...
Resultado de segundo nivel: es imposible perseguir la corrupción, pero sobre todo, las corruptelas, las indolencias profesionales; es imposible, en suma, establecer órganos de gestión operativos en la Administración Central, en las Autonomías, en los Ayuntamientos...
En consecuencia inducida, son frecuentes las anomalías derivadas de errores de bulto de quienes cobran por tomar decisiones que nadie ha querido evitar porque quienes se dan cuenta no cobran por ello. Así de simple. Y las diferencias en las gratificaciones de unos y otros suelen ser excesivamente grandes
Estoy seguro de que los técnicos responsables de la ejecución de las obras de la plaza de Ramales observaron las anomalías, pero a ellos les pagarían por ejecutar el proyecto, no por revisarlo. La solución en este caso concreto es muy simple: colocar una "manta" anti-vegetación, permitir la ventilación del espacio interior y colocar protecciones de vidrio securizado y no reflectante. Como tú sabes bien, de esa forma no resolverías todos los impedimentos de conservación que demandarían los arqueólogos, pero evitarías el esperpento actual (estamos hablando de la conservación de unos muros de escasa relevancia relativa). Muy cerca, junto al cruce Bailén-Mayor están los restos de Nuestra Señora de la Almudena y, con una solución estructural afín, allí no crece la vegetación, aunque se aprecian condensaciones y los brillos molestos.
Sintetizando. El problema siempre está en el mismo sitio: en los órganos de control técnico de la administración, que gracias al componente endogámico de nuestro sistema político-administrativo, se han convertido en "pesebres" de anexiones incondicionales, ocupados invariablemente por "ineptos de confianza".
[Sintetizando. El problema siempre está en el mismo sitio: en los órganos de control técnico de la administración, que gracias al componente endogámico de nuestro sistema político-administrativo, se han convertido en "pesebres" de anexiones incondicionales, ocupados invariablemente por "ineptos de confianza".]
ResponderEliminarUn día de éstos te contaré una anécdota relacionada con este asunto, precisamente...
¿Sólo una?
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