Arturo me ha enviado la referencia a un artículo aparecido en El País de Álex Vicente con título sugerente: "La mujer que inventó la abstracción":
"En la discusión bizantina sobre quién fue el primero en llegar a la abstracción, muchos sostienen que el mérito fue de Mondrian. Otros apoyan a Malevich, a Kupka o, siendo un poco generosos, a Delaunay. Pero una gran mayoría jura que el que dio el paso adelante decisivo fue Kandinsky. El propio pintor se autoproclamaba sin rubor como el primer autor de un cuadro no figurativo, que habría firmado allá por 1911. “Sí, fue el primero de todos. Por aquel entonces, ni un solo pintor utilizaba el estilo abstracto. En otras palabras, se trató de un lienzo histórico”, afirmó en su correspondencia acerca de un cuadro que nunca pudo mostrar en público, puesto que lo había extraviado durante su exilio.
Lo que Kandinsky no sabía era que una desconocida pintora sueca se le había avanzado, rompiendo con el lenguaje figurativo por lo menos cinco años antes que él. Respondía al nombre de Hilma af Klint, portentosa paisajista en el Estocolmo de entresiglos, que consiguió formarse en la pintura gracias a la ley escandinava que permitía que las mujeres accedieran a la educación artística. Hija de un almirante, se ganaba la vida vendiendo anodinos panoramas naturalistas y dibujando estudios anatómicos para un instituto veterinario. Pero eso no era todo lo que Hilma sabía hacer. En la penumbra de su pequeño estudio, experimentaba con otro tipo de pinturas, inspiradas por fuerzas ocultas que se manifestaban a través de su trazo. Aficionada al espiritismo y a la teosofía desde su juventud, dibujó círculos concéntricos, óvalos descomunales y espirales infinitas, que pretendían simbolizar la totalidad del cosmos, a menudo bajo los efectos de la hipnosis. Antes de que 1915 llegara a su fin y el fin de la figuración sonara en boca de las élites intelectuales, Hilma ya había pintado más de 200 composiciones abstractas."
El artículo da noticia de una exposición retrospectiva que le están dedicando en el Moderna Museet de Estocolmo, y en la que se puede ver una parte substancial de su producción, que la propia autora condenó al ostracismo porque en su testamento solicitó que sus obras no se mostraran hasta pasados veinte años de su muerte, porque según la comisaria de la exposición, “tenía la convicción de que el mundo no estaba preparado para su obra.”
El artículo de Álex Vicente enfatiza que la obra de Hilma "invalida los estereotipos sobre las mujeres artistas. Se decía que eran capaces de copiar pero no de abrir nuevos caminos." En los ambientes académicos españoles de principios del siglo XX aún se llegaba más lejos y ciertos "genios" decían que las mujeres sólo estaban capacitadas para pintar flores y paisajes, por supuesto, en pequeño formato...
Memeces aparte, creo que lo más relevante de Hilma af Klint lo destacó Adrian Searle en los medios cuando en 2006 enfatizó la relaciones que había tenido la pintora con las mismas fuentes sobre de las que bebieron algunos de sus "colegas" más homologables: los planeamientos teosóficos, reactualizados hacia 1875 por personalidades como Helena Blavatsky (1831-1891), de donde surgirían las corrientes que condujeron a ciertas inquietudes "estético-místicas" de principios del XX, Rudolf Steiner (1861-1925) y, a las líneas posteriores y actuales. Pero frente a lo que hicieron aquellos, Hilma jamás se relacionó con los ambientes vanguardistas de Francia, Alemania o Suecia ni con nada que estuviera al margen de los objetivos puramente teosóficos del grupo del que formaba parte.
Desde este punto de vista, su obra aparece como "algo trascendental", relativamente ajeno al mundo estrictamente estético. El Gran Sanedrín estético lo manifestó recientemente:
"Pese a la agitación generada por el descubrimiento, parte del establishment del arte contemporáneo sigue mostrándose reacio a elevar a esta pintora a la primera división. Hace pocos meses, el MoMa se habría negado a incluirla en su programación ante las reticencias de algunos de sus administradores."
De hecho, ahora mismo y hasta el 15 de abril de 2013 se puede contemplar en el MOMA una exposición de título clarificador: "Inventing Abstraction, 1910–1925", comisariada por Leah Dickerman, quien justificó la no inclusión de Hila at Klint de modo poco afortunado: "I find what she did absolutely fascinating, but am not even sure she saw her paintings as art works." ¿Que una obra no fuera concebida con pretensiones estéticas en el proceso creador la descalifica como obra de arte? ¿Fueron concebidas como "obras de arte" las pinturas románicas? Por no hablar de Velázquez, que se dedicó a servir a su señor... Leah Dickerman se ha cargado la historia del arte, al menos, hasta finales del siglo XIX, ¿por defender los intereses del MOMA? que, según parece, no tiene muchas obras de la mística sueca.
Hilma af Klint se equivocó al autoimponerse marginalidad durante 20 años, pero el sacrilegio del museo sueco tiene una virtud contradictoria: nos ayuda a conocer procesos que están más cerca de nosotros de lo que estaríamos dispuestos a reconocer públicamente y, desde luego, más próximos a nuestras inquietudes que ciertos planteamientos estéticos construidos sobre discursos grandilocuentes pero banales.
"En la discusión bizantina sobre quién fue el primero en llegar a la abstracción, muchos sostienen que el mérito fue de Mondrian. Otros apoyan a Malevich, a Kupka o, siendo un poco generosos, a Delaunay. Pero una gran mayoría jura que el que dio el paso adelante decisivo fue Kandinsky. El propio pintor se autoproclamaba sin rubor como el primer autor de un cuadro no figurativo, que habría firmado allá por 1911. “Sí, fue el primero de todos. Por aquel entonces, ni un solo pintor utilizaba el estilo abstracto. En otras palabras, se trató de un lienzo histórico”, afirmó en su correspondencia acerca de un cuadro que nunca pudo mostrar en público, puesto que lo había extraviado durante su exilio.
Lo que Kandinsky no sabía era que una desconocida pintora sueca se le había avanzado, rompiendo con el lenguaje figurativo por lo menos cinco años antes que él. Respondía al nombre de Hilma af Klint, portentosa paisajista en el Estocolmo de entresiglos, que consiguió formarse en la pintura gracias a la ley escandinava que permitía que las mujeres accedieran a la educación artística. Hija de un almirante, se ganaba la vida vendiendo anodinos panoramas naturalistas y dibujando estudios anatómicos para un instituto veterinario. Pero eso no era todo lo que Hilma sabía hacer. En la penumbra de su pequeño estudio, experimentaba con otro tipo de pinturas, inspiradas por fuerzas ocultas que se manifestaban a través de su trazo. Aficionada al espiritismo y a la teosofía desde su juventud, dibujó círculos concéntricos, óvalos descomunales y espirales infinitas, que pretendían simbolizar la totalidad del cosmos, a menudo bajo los efectos de la hipnosis. Antes de que 1915 llegara a su fin y el fin de la figuración sonara en boca de las élites intelectuales, Hilma ya había pintado más de 200 composiciones abstractas."
El artículo da noticia de una exposición retrospectiva que le están dedicando en el Moderna Museet de Estocolmo, y en la que se puede ver una parte substancial de su producción, que la propia autora condenó al ostracismo porque en su testamento solicitó que sus obras no se mostraran hasta pasados veinte años de su muerte, porque según la comisaria de la exposición, “tenía la convicción de que el mundo no estaba preparado para su obra.”
El artículo de Álex Vicente enfatiza que la obra de Hilma "invalida los estereotipos sobre las mujeres artistas. Se decía que eran capaces de copiar pero no de abrir nuevos caminos." En los ambientes académicos españoles de principios del siglo XX aún se llegaba más lejos y ciertos "genios" decían que las mujeres sólo estaban capacitadas para pintar flores y paisajes, por supuesto, en pequeño formato...
Memeces aparte, creo que lo más relevante de Hilma af Klint lo destacó Adrian Searle en los medios cuando en 2006 enfatizó la relaciones que había tenido la pintora con las mismas fuentes sobre de las que bebieron algunos de sus "colegas" más homologables: los planeamientos teosóficos, reactualizados hacia 1875 por personalidades como Helena Blavatsky (1831-1891), de donde surgirían las corrientes que condujeron a ciertas inquietudes "estético-místicas" de principios del XX, Rudolf Steiner (1861-1925) y, a las líneas posteriores y actuales. Pero frente a lo que hicieron aquellos, Hilma jamás se relacionó con los ambientes vanguardistas de Francia, Alemania o Suecia ni con nada que estuviera al margen de los objetivos puramente teosóficos del grupo del que formaba parte.
Desde este punto de vista, su obra aparece como "algo trascendental", relativamente ajeno al mundo estrictamente estético. El Gran Sanedrín estético lo manifestó recientemente:
"Pese a la agitación generada por el descubrimiento, parte del establishment del arte contemporáneo sigue mostrándose reacio a elevar a esta pintora a la primera división. Hace pocos meses, el MoMa se habría negado a incluirla en su programación ante las reticencias de algunos de sus administradores."
De hecho, ahora mismo y hasta el 15 de abril de 2013 se puede contemplar en el MOMA una exposición de título clarificador: "Inventing Abstraction, 1910–1925", comisariada por Leah Dickerman, quien justificó la no inclusión de Hila at Klint de modo poco afortunado: "I find what she did absolutely fascinating, but am not even sure she saw her paintings as art works." ¿Que una obra no fuera concebida con pretensiones estéticas en el proceso creador la descalifica como obra de arte? ¿Fueron concebidas como "obras de arte" las pinturas románicas? Por no hablar de Velázquez, que se dedicó a servir a su señor... Leah Dickerman se ha cargado la historia del arte, al menos, hasta finales del siglo XIX, ¿por defender los intereses del MOMA? que, según parece, no tiene muchas obras de la mística sueca.
Hilma af Klint se equivocó al autoimponerse marginalidad durante 20 años, pero el sacrilegio del museo sueco tiene una virtud contradictoria: nos ayuda a conocer procesos que están más cerca de nosotros de lo que estaríamos dispuestos a reconocer públicamente y, desde luego, más próximos a nuestras inquietudes que ciertos planteamientos estéticos construidos sobre discursos grandilocuentes pero banales.
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