Jueces expulsados de la carrera judicial, supuestos corruptos y ladrones a salvo, jueces y fiscales aplicando procedimientos incomprensibles... que revocarán las instituciones europeas. Cada día nos preguntamos con qué gracia o desgracia nos encontraremos: el espectáculo de hoy lo ha sido en el muy egregio Tribunal Superior de Justicia de Madrid, donde se han enzarzado en un debate desigual, de desenlace programado, varios jueces, un ex-banquero, abogados y fiscales. Y de nuevo me acordé de Dürrenmatt y de Carandell.
Mientras el ministro de justicia (en España debería pronunciarse con "j" aragonesa) justifica la gestión de la mezquita mayor de Córdoba con criterios de apostolado, en los tribunales se desarrolla un sainete eterno que no se le hubiera ocurrido ni al mismísimo Quevedo, aquel que glosó las Gracias y desgracias del ojo del culo y que, según el juicio de sus hagiógrafros, se tiró un pedo ante las mismísimas narices de su señor, el rey. ¡Qué tiempos, aquellos! Pero aunque hoy es el día de Sant Jordi y la situación mereciera hacer exégesis detallada de tan celebrado opúsculo, me permitirá el lector hacer silva, en el más estricto sentido del término, y aprovechar la digresión para guarrear las palabras y de opúsculo culminar en forúnculo... esa inflamación purulenta producida por la infección de un folículo piloso, especialmente molesta cuando nace en las proximidades del esfínter con dotes musicales y jocosas.
Y para cauterizar la cantinela cada vez más insultante de que "la ley es igual para todos", sugiero a los más cándidos recordar otra obra del mismo autor, que dio mucho juego a un trovador de tiempos pasados, cada vez más próximos, para solaz de "culoprietos":
Mientras el ministro de justicia (en España debería pronunciarse con "j" aragonesa) justifica la gestión de la mezquita mayor de Córdoba con criterios de apostolado, en los tribunales se desarrolla un sainete eterno que no se le hubiera ocurrido ni al mismísimo Quevedo, aquel que glosó las Gracias y desgracias del ojo del culo y que, según el juicio de sus hagiógrafros, se tiró un pedo ante las mismísimas narices de su señor, el rey. ¡Qué tiempos, aquellos! Pero aunque hoy es el día de Sant Jordi y la situación mereciera hacer exégesis detallada de tan celebrado opúsculo, me permitirá el lector hacer silva, en el más estricto sentido del término, y aprovechar la digresión para guarrear las palabras y de opúsculo culminar en forúnculo... esa inflamación purulenta producida por la infección de un folículo piloso, especialmente molesta cuando nace en las proximidades del esfínter con dotes musicales y jocosas.
Y para cauterizar la cantinela cada vez más insultante de que "la ley es igual para todos", sugiero a los más cándidos recordar otra obra del mismo autor, que dio mucho juego a un trovador de tiempos pasados, cada vez más próximos, para solaz de "culoprietos":
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es don Dinero.
Madre, yo al oro me humillo:
El es mi amante y mi amado
Pues de puro enamorado,
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado..
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es galán y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan cristiano como moro;
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son reales;
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Mas ¿a quien no maravilla
Ver en su gloria sin tasa
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?..
Pero pues da al baxo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Sus escudos de armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus escudos reales
No hay escudos de armas dobles;
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos)
Que con haberle hecho cuartos
No pierde su autoridad;
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nunca vi damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en Cualquier tierra,
Mirad si es harto sagaz,
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra. Y pues al pobre le entierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
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