Por Edward Andrews
Nada más llegar a Charleston, Carolina del Sur, el verano pasado, le pedí a mi hermana que me llevara al desmantelamiento de la exposición de Motoi Yamamoto, titulada Return to the Sea, en el Halsey Institute of Contemporary Art. Yamamoto, un artista contemporáneo japonés, había elaborado una de sus obras de sal específicamente para el contexto arquitectónico del instituto. Tardó la mayor parte de las dos semanas que duró su residencia en la facultad de BBAA del College of Charleston del que forma el Halsey Institute. Su instalación ocupó todo el suelo de la sala principal. Un grupo de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Clemson diseñaron y construyeron una plataforma para facilitar la contemplación de la pieza desde arriba.
Llegamos justo antes de la ceremonia del desmantelamiento para poder contemplar la instalación antes de su destrucción. Sorprendía la cantidad de asistentes esperando con pala y recipiente en mano para participar en la recogida de la sal a pesar de ser un sábado caluroso y húmedo. El instituto proporcionó los aperos que consistía en una pala de metacrilato, tamaño casa de muñecas, y un salero de cartón reciclado. Aparte de la instalación, la exposición ofreció una amplia colección de dibujos, fotografías, bocetos, libros de artista, vídeos y un catálogo documentando los catorce años que lleva experimentando con la sal como material artístico. Los vídeos incluyen: entrevistas con galeristas japoneses contextualizando su obra, imágenes de su estudio y una introducción a su proceso creativo.
Motoi Yamamoto´s "Return to the Sea: Saltworks"-- Spoleto Festival USA at the College of Charleston.
Yamamoto es una especie de mago, pero no utiliza trucos de mano, sino crea instalaciones que anima la mente a viajar entre el asombro y la admiración, cuenta Mark Sloan, comisario de la muestra y comisario jefe del Halsey Institute.
En muchas culturas la sal se utiliza para espantar a los espíritus malignos, incluyendo en la japonesa. No obstante, no es su único propósito. En Japón se emplea en rituales funerarios simbolizando la purificación y el luto. Yamamoto forjó su relación con este elemento para cicatrizar las heridas que le dejó la inoportuna muerte de su hermana, víctima de cáncer a los veinticuatro años. Parece transformar su proceso artístico en una especie de meditación comparable a las mandalas creadas por los monjes budistas tibetanos, pero emana de una fuerte experiencia personal y no de una tradición espiritual compartida, según Sloan. Como su obra se destruye al final de la muestra, representa la efervescencia y la transitoriedad de la vida. Según Mark Kurlansky, escritor famoso por su libro Salt: A World History, 2002 y por su contribución a la identidad y cultura vasca en su libro The Basque History of the World, 1999, entre otros títulos, la sal posee una rica y noble historia entrelazada con el desarrollo de Japón como potencia mundial. Esto la convierte en una sustancia menos cotidiana transfigurándola en una más mercurial. La pureza nívea de la sal junto con su homogeneidad proporciona a Yamamoto con un material tanto literal como poético cargado de asociaciones, afirma Kurlansky. Sloan sugiere que la fuerza de la obra de Yamamoto reside en ese espacio indeterminado entre lo que existe y lo que podría ser.
La primera pala raspó tímidamente el dibujo de sal, pero a continuación el público se abalanzó sobre la instalación, ansioso de participar en su destrucción después de haber guardado cola impacientemente. Sorprendía el ímpetu con que desmantelaban la obra y el afán casi visceral de asolar una creación tan delicada. Esta reacción luego provocó todo tipo de acciones. Los niños se dedicaban a formar caras sonrientes mientras otros elaboraban enormes rayas de coca de sal simulando su consumo. Cada espectador llevaba el proceso a su terreno.
Al terminar de recoger la sal desfilamos por delante de un monitor donde Yamamoto nos regalaba con una sonrisa de agradecimiento desde su estudio en Japón. Una vez en la calle nos marchamos en procesión bajo un sol de justicia hacia la zona portuaria para devolver los doscientos kilos de sal al mar.
Mi hermana me comentó que esta exposición se hizo posible gracias al programa de residencia de artistas. Este programa consiste en invitar a un artista a desarrollar una o varias obras en la sala de exposiciones del Halsey Instiute of Contemporay Art. Parece ser una práctica habitual en todas universidades que ofrecen un grado en Bellas Artes. Decidí ponerme en contacto con Mark Sloan, director del instituto, para entrevistarle acerca de su funcionamiento. Encontré su correo electrónico en el listado del profesorado de la universidad en cuestión y le escribí una serie de preguntas que iban de la financiación de las residencias a los términos económicos acordados con los artistas. Mr. Sloan me contestó amablemente explicándome que la financiación surge de una colaboración de entidades privadas y públicas, fundaciones y el gobierno estatal al tratarse de una universidad pública. Entidades como la Japan Foundation y el Asian Cultural Council también patrocinaron el evento. La Japan Foundation es una especie de Instituto Cervantes que depende del Ministerio de Asuntos Exteriores Japonés y promueve estudios, cultura, arte y la lengua japonesa. El Asian Council es una organización sin ánimo de lucro estadounidense fundada en 1980 para llevar al cabo la misión del Asian Cultural Program que creó John D. Rockerfeller 3º en 1963. Proporciona apoyo para intercambios culturales entre Asia y Estados Unidos principalmente, pero también entre las naciones asiáticas. Abarca las naciones comprendidas entre Afganistán y Japón. Reparte becas para todo tipo de arte tanto tradicional como contemporáneo, incluyendo cine, arqueología y escultura entre otros.
Mr. Sloan aseguró que no utiliza un enfoque estándar a la hora de seleccionar un artista para el programa de la residencia de artista. Cada situación es única. El Halsey Institute of Contemporary Art ha recibido artistas de países como: Japón, China, La India, Colombia, Eslovenia, Rusia, Bosnia, Irán, Inglaterra, Alemania, Francia, Canadá, Costa de Marfil, Portugal, Brasil, Italia y Estados Unidos en años recientes. Elabora catálogos, vídeos y monografías online para cada artista. Cada artista seleccionado recibe un honorario de 2.500 dólares semanales aproximadamente, traslado, estancia en hoteles y una dieta de 35 dólares diarios. También se les proporciona un estudio y un presupuesto para materiales. La mayoría de los artistas imparten alguna clase magistral y una conferencia. Todos reciben a los medios de comunicación para una entrevista. En el caso de Yamamoto, fue la prestigiosa periodista, Martha Teichner, de la cadena estadounidense CBS que hizo los honores. Mr. Sloan se encarga personalmente de seleccionar cada artista. No obstante, se reúne con un comité asesor dos veces al año. Recibe 400 solicitudes de artistas cada año, pero solo realiza cuatro exposiciones principales aparte de la muestra anual de los estudiantes.
Llevo desde el mes de octubre colaborando con el artista y profesor estadounidense Mark Dion, conocido por su proyecto titulado The Thames River Dig. Como en la mayoría de sus proyectos, Dion fusiona arte y arqueología. En esta ocasión sus colaboradores peinaron las orillas del rio Támesis en búsqueda de objetos que luego Dion dispuso en vitrinas para su exposición.
El proyecto en que participo forma parte de una colectiva llamada “Arqueología” que tendrá lugar en la Nave 16 del Matadero-Madrid Centro de Creación Contemporáneo. Se inaugurará el día 25 de enero. Un puñado de voluntarios, la mayoría alumnos de la facultad de Bellas Artes, nos dedicamos a recoger objetos encontrados por una ruta fija de Madrid y depositarlos en bolsitas de plástico indicando el lugar y la fecha de su recogida. Debo admitir que más que un arqueólogo, me veía como un técnico de laboratorio criminalística. Dion mostrará los objetos en unos muebles elaborados en Madrid para la ocasión. Agradezco la oportunidad de participar en este proyecto. Entrevisté a Virginia Torrente, comisaria de la exposición, para conocer el programa de artistas invitados del Matadero. Explica que todo parte de un encargo de una exposición, donde hay un presupuesto general que hay que desglosar en partidas según las necesidades. Cada exposición es única. En este caso hay una cantidad para cada artista/pieza de nueva producción y un honorario para cada artista, según Virginia. Todo está sujeto y recogido bajo un contrato que firma la institución con cada artista participante. No hay dietas en el caso de Matadero; debería haberlas y es lo normal para los artistas en los días de montaje previos a una inauguración, recalca Virginia. Matadero les va a dar tickets de comida para que coman y cenan sin gastar su dinero, dado que está trabajando para dicha institución. Se les paga tanto a los artistas como a sus asistentes, el traslado, la estancia, materiales y se les proporciona un estudio en caso necesario. En esta ocasión, uno de los artistas pidió un estudio para trabajar en Madrid tres semanas antes de la inauguración, que se le concedió, pero es un caso excepcional. La mayoría llegan con una semana de antelación. Matadero, que depende del ayuntamiento de Madrid, financia el programa de artistas invitados. Cuenta Virginia que son detalles dentro de una explicación que sería mucho más amplia de “como se encarga, gestiona y organiza una exposición”. Me envió un interesante artículo que narra sus experiencias como comisaria. En él también plantea los retos que han surgido en los últimos años respecto al comisariado en España. Ofrece su punto de vista y él de otros profesionales dentro y fuera de España.
http://salonkritik.net/08-09/2009/03/un_caso_para_el_comisario_de_a.php#more
Os invito a asistir a la exposición “Arqueología” arriba mencionada.
Por último, agradezco la colaboración de Mark Sloan, Director del Halsey Institute for Comtemporary Art y de Virginia Torrente, comisaria de exposiciones, en la elaboración de este artículo. Agradezco su amabilidad y sobretodo el entusiasmo con que contestaron a mis preguntas.
Nada más llegar a Charleston, Carolina del Sur, el verano pasado, le pedí a mi hermana que me llevara al desmantelamiento de la exposición de Motoi Yamamoto, titulada Return to the Sea, en el Halsey Institute of Contemporary Art. Yamamoto, un artista contemporáneo japonés, había elaborado una de sus obras de sal específicamente para el contexto arquitectónico del instituto. Tardó la mayor parte de las dos semanas que duró su residencia en la facultad de BBAA del College of Charleston del que forma el Halsey Institute. Su instalación ocupó todo el suelo de la sala principal. Un grupo de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Clemson diseñaron y construyeron una plataforma para facilitar la contemplación de la pieza desde arriba.
Motoi Yamamoto, Return to the Sea, 2012, cortesía Del Halsey Institute of Contemporary Art |
Motoi Yamamoto´s "Return to the Sea: Saltworks"-- Spoleto Festival USA at the College of Charleston.
Yamamoto es una especie de mago, pero no utiliza trucos de mano, sino crea instalaciones que anima la mente a viajar entre el asombro y la admiración, cuenta Mark Sloan, comisario de la muestra y comisario jefe del Halsey Institute.
En muchas culturas la sal se utiliza para espantar a los espíritus malignos, incluyendo en la japonesa. No obstante, no es su único propósito. En Japón se emplea en rituales funerarios simbolizando la purificación y el luto. Yamamoto forjó su relación con este elemento para cicatrizar las heridas que le dejó la inoportuna muerte de su hermana, víctima de cáncer a los veinticuatro años. Parece transformar su proceso artístico en una especie de meditación comparable a las mandalas creadas por los monjes budistas tibetanos, pero emana de una fuerte experiencia personal y no de una tradición espiritual compartida, según Sloan. Como su obra se destruye al final de la muestra, representa la efervescencia y la transitoriedad de la vida. Según Mark Kurlansky, escritor famoso por su libro Salt: A World History, 2002 y por su contribución a la identidad y cultura vasca en su libro The Basque History of the World, 1999, entre otros títulos, la sal posee una rica y noble historia entrelazada con el desarrollo de Japón como potencia mundial. Esto la convierte en una sustancia menos cotidiana transfigurándola en una más mercurial. La pureza nívea de la sal junto con su homogeneidad proporciona a Yamamoto con un material tanto literal como poético cargado de asociaciones, afirma Kurlansky. Sloan sugiere que la fuerza de la obra de Yamamoto reside en ese espacio indeterminado entre lo que existe y lo que podría ser.
Motoi Yamamoto, Return to the Sea, 2012, cortesía Del Halsey Institute of Contemporary Art |
Motoi Yamamoto, Return to the Sea, 2012, detalle |
Motoi Yamamoto, Return to the Sea, 2012, detalle |
Al terminar de recoger la sal desfilamos por delante de un monitor donde Yamamoto nos regalaba con una sonrisa de agradecimiento desde su estudio en Japón. Una vez en la calle nos marchamos en procesión bajo un sol de justicia hacia la zona portuaria para devolver los doscientos kilos de sal al mar.
Mi hermana me comentó que esta exposición se hizo posible gracias al programa de residencia de artistas. Este programa consiste en invitar a un artista a desarrollar una o varias obras en la sala de exposiciones del Halsey Instiute of Contemporay Art. Parece ser una práctica habitual en todas universidades que ofrecen un grado en Bellas Artes. Decidí ponerme en contacto con Mark Sloan, director del instituto, para entrevistarle acerca de su funcionamiento. Encontré su correo electrónico en el listado del profesorado de la universidad en cuestión y le escribí una serie de preguntas que iban de la financiación de las residencias a los términos económicos acordados con los artistas. Mr. Sloan me contestó amablemente explicándome que la financiación surge de una colaboración de entidades privadas y públicas, fundaciones y el gobierno estatal al tratarse de una universidad pública. Entidades como la Japan Foundation y el Asian Cultural Council también patrocinaron el evento. La Japan Foundation es una especie de Instituto Cervantes que depende del Ministerio de Asuntos Exteriores Japonés y promueve estudios, cultura, arte y la lengua japonesa. El Asian Council es una organización sin ánimo de lucro estadounidense fundada en 1980 para llevar al cabo la misión del Asian Cultural Program que creó John D. Rockerfeller 3º en 1963. Proporciona apoyo para intercambios culturales entre Asia y Estados Unidos principalmente, pero también entre las naciones asiáticas. Abarca las naciones comprendidas entre Afganistán y Japón. Reparte becas para todo tipo de arte tanto tradicional como contemporáneo, incluyendo cine, arqueología y escultura entre otros.
Mr. Sloan aseguró que no utiliza un enfoque estándar a la hora de seleccionar un artista para el programa de la residencia de artista. Cada situación es única. El Halsey Institute of Contemporary Art ha recibido artistas de países como: Japón, China, La India, Colombia, Eslovenia, Rusia, Bosnia, Irán, Inglaterra, Alemania, Francia, Canadá, Costa de Marfil, Portugal, Brasil, Italia y Estados Unidos en años recientes. Elabora catálogos, vídeos y monografías online para cada artista. Cada artista seleccionado recibe un honorario de 2.500 dólares semanales aproximadamente, traslado, estancia en hoteles y una dieta de 35 dólares diarios. También se les proporciona un estudio y un presupuesto para materiales. La mayoría de los artistas imparten alguna clase magistral y una conferencia. Todos reciben a los medios de comunicación para una entrevista. En el caso de Yamamoto, fue la prestigiosa periodista, Martha Teichner, de la cadena estadounidense CBS que hizo los honores. Mr. Sloan se encarga personalmente de seleccionar cada artista. No obstante, se reúne con un comité asesor dos veces al año. Recibe 400 solicitudes de artistas cada año, pero solo realiza cuatro exposiciones principales aparte de la muestra anual de los estudiantes.
Llevo desde el mes de octubre colaborando con el artista y profesor estadounidense Mark Dion, conocido por su proyecto titulado The Thames River Dig. Como en la mayoría de sus proyectos, Dion fusiona arte y arqueología. En esta ocasión sus colaboradores peinaron las orillas del rio Támesis en búsqueda de objetos que luego Dion dispuso en vitrinas para su exposición.
Mark Dion, Thames River Dig, 1999, cortesía de la Tate Modern |
Mark Dion, Thames River Dig, 1999, cortesía de la Tate Modern |
http://salonkritik.net/08-09/2009/03/un_caso_para_el_comisario_de_a.php#more
Os invito a asistir a la exposición “Arqueología” arriba mencionada.
Por último, agradezco la colaboración de Mark Sloan, Director del Halsey Institute for Comtemporary Art y de Virginia Torrente, comisaria de exposiciones, en la elaboración de este artículo. Agradezco su amabilidad y sobretodo el entusiasmo con que contestaron a mis preguntas.
Me ha gustado mucho esta entrada,he visto su página web http://www.motoi.biz/english/e_top/e_top.html
ResponderEliminary la verdad es que es curioso el el valor que le otorga a la sal y por qué decide usarla como material principal.
En cuanto a la obra que has puesto al principio, no me ha parecido tan potente como el resto de sus instalaciones, porque sus "dibujos" de sal sobre el suelo son muy potentes, pero la sala no jugaba a favor de la obra y la hacía más "pequeña".
Muchas gracias por una entrada tan completa y por las entrevistas.