El planteamiento del proyecto
"El proyecto ganador de Peter Eisenman reconcilia con gran inteligencia plástica y simbólica los requisitos contrapuestos de respetar un entorno milagrosamente intacto y de suministrar una imagen insólita y seductora.
Disponiendo los edificios como una topografía artificial sobre la cresta del monte, y excavando ésta de manera que el monte mismo parece tallado, el arquitecto entierra su edificio sin enterrarlo realmente, y construye sobre la cima sin dar la impresión de ocuparla.
El paisaje alabeado que resulta, generado por Eisenman superponiendo el trazado del casco medieval de Santiago y las ondulaciones estriadas de la vieira peregrina, compone una escenografía expresionista y amable que se funde sin violencia con el terreno, y que extiende las gargantas abruptas de las calles con sendas plácidas hacia los aparcamientos al pie de la autopista y hacia el perfil lejano del Obradoiro".
Según, Luis Fernández-Galiano:
"El proyecto ganador de Peter Eisenman reconcilia con gran inteligencia plástica y simbólica los requisitos contrapuestos de respetar un entorno milagrosamente intacto y de suministrar una imagen insólita y seductora.
Disponiendo los edificios como una topografía artificial sobre la cresta del monte, y excavando ésta de manera que el monte mismo parece tallado, el arquitecto entierra su edificio sin enterrarlo realmente, y construye sobre la cima sin dar la impresión de ocuparla.
El paisaje alabeado que resulta, generado por Eisenman superponiendo el trazado del casco medieval de Santiago y las ondulaciones estriadas de la vieira peregrina, compone una escenografía expresionista y amable que se funde sin violencia con el terreno, y que extiende las gargantas abruptas de las calles con sendas plácidas hacia los aparcamientos al pie de la autopista y hacia el perfil lejano del Obradoiro".
El resultado
Aunque el proyecto quedó incompleto y con graves condicionantes para su uso (hay muchos metros cuadrados en situación precaria, vaciados de tierras inundados, pasarelas "provisionales", acopios, etc.), es sencillo sacar algunas conclusiones que dejan en muy mal lugar no sólo a los políticos, sino también a una parte relevante de la cúpula del universo arquitectónico español.
Supongo que la iniciativa no se limitaba a una simple "reflexión" arquitectónica y al incremento de la dotación en infraestructura cultural; cabe imaginar que también tenía por objeto crear un polo para el desarrollo urbano de Santiago de Compostela y de paso, acrecentar el precio de los terrenos de los alrededores... Algo parecido hicieron con éxito rotundo en Bilbao, con éxito relativo en Valencia, con descalabro absoluto en Alcorcón, etc.
Pero en este caso, al tener que suspender las obras, apareció una circunstancia que debiera haberse tomado en cuenta cuando sólo era una idea: las consecuencias de la paralización del proceso constructivo. Porque al detener la ejecución, buena parte de las posibles virtudes del proyecto, aquellas que "justificaron" su elección, se desvanecieron para dejar paso a una realidad arquitectónica en las antípodas de los objetivos perseguidos. El juego de contradicciones "metafóricas", de sugerencias asociativas y proyectivas (simbólicas), de propuestas de relación entre lo natural y lo construido, de conflictos entre lo material y lo espiritual, entre la tierra y el cielo, ha dado paso a un espectáculo esperpéntico y cauterizador, donde la vieira —esa forma orgánica que convierte en paradigma ideal una parte de Siena— deviene superficie hiriente, epílogo del castigo bíblico.
El día que estuvimos allí apenas vimos a cuatro o cinco vigilantes de seguridad, una joven en el museo Gaiá, tres personas más en la cafetería y dos o tres grupos familiares que, después de un paseo rápido, desaparecieron desintegrados. La sensación general era de estar recorriendo el escenario cinematográfico de alguna superproducción futurista... diseñado por el genio de David Lynch o de Roland Emmerich; escenario ideal para un guión paranoico o para describir las andanzas de Godzilla; magífico lugar para filmar un remake de Recuerda... En suma, un páramo de piedra apocalíptico, "higienizado" mediante una oleada de fuego y azufre.
Gracias a la "seguridad" que proporcionan a los celosos del orden los ojos que vigilan y todo lo ven, se podía acceder al interior de los edificios, dispuestos para ser utilizados para la función predefinida. El museo parecía un museo, pero sólo había espíritus puros aleteando por entre las columnas y los paneles blancos. La biblioteca parecía una biblioteca, tenía estanterías, mesas, libros, pero estaba vacía; no había lectores ni bibliotecarios; sólo se oía el murmullo grosero de los yins haciendo pedorretas y hurgando entre las páginas de los libros viejos. Únicamente la cafetería parecía serlo: había una persona detrás de la barra y dos más sentadas ante una mesa, como si estuvieran allí por la voluntad de un Edwar Hopper reencarnado y veneciano.
Completaba el panorama surrealista una obra de Alicia Martín (Singularidad, 2012), apostilla magistral para el argado kafkiano, donde algunos espontáneos sumamente civilizados han escrito testimonios que, con irritación no disimulada o desde motivaciones prosaicas, lo humanizan. Ella construye sus ideas estéticas con libros... destruidos; las gentes "del común" hacen lo propio con las obras de Alicia Martín. Gramática parda sobre retórica deconstructiva y endogámica.
La genialidad de Peter Eisenman ha dejado un retrato descarnado, agrio y monumental de una sociedad acaso merecedora del castigo bíblico... Fahrenheit 451.
Aunque el proyecto quedó incompleto y con graves condicionantes para su uso (hay muchos metros cuadrados en situación precaria, vaciados de tierras inundados, pasarelas "provisionales", acopios, etc.), es sencillo sacar algunas conclusiones que dejan en muy mal lugar no sólo a los políticos, sino también a una parte relevante de la cúpula del universo arquitectónico español.
Supongo que la iniciativa no se limitaba a una simple "reflexión" arquitectónica y al incremento de la dotación en infraestructura cultural; cabe imaginar que también tenía por objeto crear un polo para el desarrollo urbano de Santiago de Compostela y de paso, acrecentar el precio de los terrenos de los alrededores... Algo parecido hicieron con éxito rotundo en Bilbao, con éxito relativo en Valencia, con descalabro absoluto en Alcorcón, etc.
Pero en este caso, al tener que suspender las obras, apareció una circunstancia que debiera haberse tomado en cuenta cuando sólo era una idea: las consecuencias de la paralización del proceso constructivo. Porque al detener la ejecución, buena parte de las posibles virtudes del proyecto, aquellas que "justificaron" su elección, se desvanecieron para dejar paso a una realidad arquitectónica en las antípodas de los objetivos perseguidos. El juego de contradicciones "metafóricas", de sugerencias asociativas y proyectivas (simbólicas), de propuestas de relación entre lo natural y lo construido, de conflictos entre lo material y lo espiritual, entre la tierra y el cielo, ha dado paso a un espectáculo esperpéntico y cauterizador, donde la vieira —esa forma orgánica que convierte en paradigma ideal una parte de Siena— deviene superficie hiriente, epílogo del castigo bíblico.
El día que estuvimos allí apenas vimos a cuatro o cinco vigilantes de seguridad, una joven en el museo Gaiá, tres personas más en la cafetería y dos o tres grupos familiares que, después de un paseo rápido, desaparecieron desintegrados. La sensación general era de estar recorriendo el escenario cinematográfico de alguna superproducción futurista... diseñado por el genio de David Lynch o de Roland Emmerich; escenario ideal para un guión paranoico o para describir las andanzas de Godzilla; magífico lugar para filmar un remake de Recuerda... En suma, un páramo de piedra apocalíptico, "higienizado" mediante una oleada de fuego y azufre.
Gracias a la "seguridad" que proporcionan a los celosos del orden los ojos que vigilan y todo lo ven, se podía acceder al interior de los edificios, dispuestos para ser utilizados para la función predefinida. El museo parecía un museo, pero sólo había espíritus puros aleteando por entre las columnas y los paneles blancos. La biblioteca parecía una biblioteca, tenía estanterías, mesas, libros, pero estaba vacía; no había lectores ni bibliotecarios; sólo se oía el murmullo grosero de los yins haciendo pedorretas y hurgando entre las páginas de los libros viejos. Únicamente la cafetería parecía serlo: había una persona detrás de la barra y dos más sentadas ante una mesa, como si estuvieran allí por la voluntad de un Edwar Hopper reencarnado y veneciano.
Completaba el panorama surrealista una obra de Alicia Martín (Singularidad, 2012), apostilla magistral para el argado kafkiano, donde algunos espontáneos sumamente civilizados han escrito testimonios que, con irritación no disimulada o desde motivaciones prosaicas, lo humanizan. Ella construye sus ideas estéticas con libros... destruidos; las gentes "del común" hacen lo propio con las obras de Alicia Martín. Gramática parda sobre retórica deconstructiva y endogámica.
La genialidad de Peter Eisenman ha dejado un retrato descarnado, agrio y monumental de una sociedad acaso merecedora del castigo bíblico... Fahrenheit 451.
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