He visitado museos grandes, pequeños, gigantescos, minúsculos; agradables, hostiles, encantadores, horripilantes y hasta ridículos; bien iluminados, con muestrarios de reflejos, acaso concebidos desde el muy elogiable amor a los animales y, muy especialmente, a las urracas... Contenidos en edificios con gran potencial de atracción, excesivamente discretos, en edificios rehabilitados, incluso a la intemperie; con empleados amables, groseros, excéntricos, anodinos; conozco museos de atención impecable, con las paredes mohosas, que amenazan ruina. Se de alguno que fue cárcel, comisaría de policía, centro de animación sociocultural... Recuerdo uno que yuxtaponía su función educativo-cultural con la de dispensario... Pero jamás imaginé que pudiera haber un museo que ofreciera al visitante la aventura de enfrentarse con el riesgo de caer rodando por las escaleras... Pudiera ser una estrategia innovadora para atraer a jóvenes aguerridos y ancianos amantes de los riesgos, pero no sé si, como factor de reclamo, será efectivo. En todo caso, me gustaría dejar testimonio de que estuve a punto de morder el polvo.
Hipérboles e incidentes personales al margen, el peligro se debe a un defecto de diseño o ejecución o, tal vez, de diseño y ejecución, apreciable en todas las escaleras dado que fueron concebidas según el mismo patrón: huella de tarima y tabica definida mediante una pletina de aluminio sobre la que se han incrustado dos puntos de luz que proporcional al conjunto un aspecto visual sumamente interesante. El problema deriva de que, según consta en buena parte de los peldaños, la tarima ha cedido y, en consecuencia, la pletina sobresale en magnitud variable, pero en casi todos los casos con riesgo de tropiezo, sobre todo para las personas con menor habilidad motora. Ignoro cuántas más habrán tropezado, pero dado que el problema subsiste desde hace algún tiempo, me atrevería a decir que, de momento, nadie se ha partido la cabeza, porque en caso contrario, las autoridades competentes (o incompetentes) ya habrían tomado cartas sobre el asunto. ¿Problema de diseño o de ejecución? Es obvio que lo uno conduce a lo otro: muy probablemente, la anomalía esté relacionada con la necesidad de colocar conductos eléctricos y con la torpeza de quien definió la manera de hacerlo. Asimismo, con mucha probabilidad, acaso no se haya afrontado la solución del problema porque, desde lo perceptible, intuyo que ha de ser carísima.
A esa "dificultad" irresoluble desde la precariedad actual, aún deberíamos unir otra: el proyecto de Mansilla y Tuñón recibió el Premio de Arquitectura FAD 2001, el Premio Obra Excelente del año 2001 (FCC), el Premio de Arquitectura 1999-2000 del COACV (Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana) y que fue finalista para el Premio Mies van der Rohe en 2001. Obviamente, un edificio tan premiado ha de ser perfecto y, siguiendo la lógica de King Vidor y Ayn Rand, si los vulgares humanos tropezamos en las escaleras, seguro que se debe a que no sabemos caminar de acuerdo con los valores del genio. Además, si se rompe la cabeza alguien y un juez estima alguna irregularidad punible, siempre estará "al quite" el contribuyente pagano, perfectamente entrenado en subsanar errores ajenos en autopistas, almacenamientos de gas, aeropuertos surrealistas, etc., etc.
Miedo y curiosidad morbosa me da que inauguren el muy celebrado Museo de las Colecciones Reales, ideado en el mismo estudio, que comienza a parecerse sospechosamente a la obra de El Escorial.
Fuera de ese "pequeño" detalle y de algún otro menos "visible", lo cierto es que, aunque por el exterior no ofrece una fachada "amable" o atractiva y el acceso desconcierta, el museo, situado algo lejos del centro de la ciudad, responde a un diseño interesante, sobre todo, en lo que se se refiere a lo perceptible "sobre plano": los espacios interiores, la articulación en altura y los juegos de luz en las diferentes plantas. Todo en la línea de otros proyectos afines, como los museos de León y Zamora, también de concepciones espaciales interiores espectaculares, que fueron muy alabados en su tiempo, pero que también han generado "pequeños problemas" de mantenimiento.
Exceptuando la inferior, bastante obscura, las demás plantas están concebidas combinando luz natural y luz artificial con un resultado irregular, que condiciona decisivamente las posibilidades expositivas. Hay zonas diáfanas junto a otras que requieren refuerzo de luz artificial, aunque casi siempre con efectos distantes del tremendismo escenográfico de algunas instalaciones museísticas más recientes (por ejemplo, la del MAN) que, sin embargo, también se emplea en determinadas zonas (arqueología y etnología). En ese sentido, el Museo de Bellas Artes de Castellón forma grupo con unos cuantos realizados en España durante los últimos 20 años, que se han concebido desde un protagonismo demasiado forzado de los criterios arquitectónicos. Tal y como he manifestado en otras ocasiones, entiendo que sería más oportuno apostar por una arquitectura menos intrusiva, por no complicar la vida a los gestores de estas instituciones, de operatividad social progresivamente precaria.
Lo más positivo... La combinación de madera, espacios articulados y lienzos claros o neutros consiguen un resultado de cierto confort visual. Me han hecho "gracia" algunos detalles como la escenografía, un tanto forzada, del sótano, dedicado a cuestiones antropológicas y arqueologicas. Se agradece, en todo caso, que no sea demasiado difícil realizar fotografías...
El área dedicada a las "falsificaciones" o "imitaciones", de concepción similar a ciertas fórmulas empleadas en Atenas, me ha parecido una magnífica idea: colocar las falsificaciones en estanterías con malla metálica define una metáfora afortunada.
Pero, sobre todo, lo más positivo es la atención ofrecida por los empleados, que nos ayudaron a entender algunas "anomalías efímeras" como los dibujos realizados sobre los vidrios de la entrada...
Por el contrario, no me han gustado, además de las escaleras, los bancos, que quiero imaginar fueron concebidos para soportar cojines pero que sin ellos son demasiado bajos y por consiguiente, incómodos. Porque no me placería imaginar que su altura deriva de una interpretación sui géneris —con criterios de Howard Roark— de los protocolos de confotabilidad, adaptados para niños de corta edad; ello equivaldría a sugerir sutilmente a las personas de cierta edad que no son bienvenidas al museo, tal y como sucedió hace unos cuantos años en cierto museo de Madrid, al que no le venía bien que en sus áreas de circulación se refugiaran los ancianos durante el invierno.
En suma, se trata de un museo en la línea de otros proyectos del mismo estudio, que adolece de las mismas cualidades, para bien y para mal. Todos ellos son museos de gran aparatosidad arquitectónica pero con escasa capacidad para atraer público que, además, manifiestas los inconvenientes derivados de una ambición arquitectónica mal canalizada en el proceso constructivo. Desde lo que sucede con las escaleras, parece milagroso que la tarima de las salas se vea en un estado de conservación bastante bueno, aunque no sé si sucederá lo mismo con la carpinteria metálica, de tamaño descomunal y colocada en lugares de acceso problemático. No me extrañaría que también tuviera problemas para defenderse de las lluvias torrenciales...
Por lo que se refiere a "mis debilidades", el museo contiene un capitel de hojas lisas, con el ábaco retallado, que replantea la problemática varias veces mencionada en este blog, sobre las fórmulas aparentemente evolucionadas que, sin embargo, podrían ser más antiguas de lo que costumbramos a imaginar. En este caso no hay huellas de los elementos del piso superior aunque el ábaco ofrece una concavidad muy acusada y cartelas casi semicilíndricas que hacen pensar en fórmulas permeables a las tradiciones bizantinas; otro tanto sucede con el astrágalo liso sugerido en la parte inferior y con la leve arista que hace pensar en las volutas angulares propias de los siglos V y VI. No obstante, la inexistencia de rasgos claros, debería imponernos prudencia y, al menos, ampliar un poco la fase de adscripción, entre los siglos IV y VI.
Hipérboles e incidentes personales al margen, el peligro se debe a un defecto de diseño o ejecución o, tal vez, de diseño y ejecución, apreciable en todas las escaleras dado que fueron concebidas según el mismo patrón: huella de tarima y tabica definida mediante una pletina de aluminio sobre la que se han incrustado dos puntos de luz que proporcional al conjunto un aspecto visual sumamente interesante. El problema deriva de que, según consta en buena parte de los peldaños, la tarima ha cedido y, en consecuencia, la pletina sobresale en magnitud variable, pero en casi todos los casos con riesgo de tropiezo, sobre todo para las personas con menor habilidad motora. Ignoro cuántas más habrán tropezado, pero dado que el problema subsiste desde hace algún tiempo, me atrevería a decir que, de momento, nadie se ha partido la cabeza, porque en caso contrario, las autoridades competentes (o incompetentes) ya habrían tomado cartas sobre el asunto. ¿Problema de diseño o de ejecución? Es obvio que lo uno conduce a lo otro: muy probablemente, la anomalía esté relacionada con la necesidad de colocar conductos eléctricos y con la torpeza de quien definió la manera de hacerlo. Asimismo, con mucha probabilidad, acaso no se haya afrontado la solución del problema porque, desde lo perceptible, intuyo que ha de ser carísima.
A esa "dificultad" irresoluble desde la precariedad actual, aún deberíamos unir otra: el proyecto de Mansilla y Tuñón recibió el Premio de Arquitectura FAD 2001, el Premio Obra Excelente del año 2001 (FCC), el Premio de Arquitectura 1999-2000 del COACV (Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana) y que fue finalista para el Premio Mies van der Rohe en 2001. Obviamente, un edificio tan premiado ha de ser perfecto y, siguiendo la lógica de King Vidor y Ayn Rand, si los vulgares humanos tropezamos en las escaleras, seguro que se debe a que no sabemos caminar de acuerdo con los valores del genio. Además, si se rompe la cabeza alguien y un juez estima alguna irregularidad punible, siempre estará "al quite" el contribuyente pagano, perfectamente entrenado en subsanar errores ajenos en autopistas, almacenamientos de gas, aeropuertos surrealistas, etc., etc.
Miedo y curiosidad morbosa me da que inauguren el muy celebrado Museo de las Colecciones Reales, ideado en el mismo estudio, que comienza a parecerse sospechosamente a la obra de El Escorial.
Fuera de ese "pequeño" detalle y de algún otro menos "visible", lo cierto es que, aunque por el exterior no ofrece una fachada "amable" o atractiva y el acceso desconcierta, el museo, situado algo lejos del centro de la ciudad, responde a un diseño interesante, sobre todo, en lo que se se refiere a lo perceptible "sobre plano": los espacios interiores, la articulación en altura y los juegos de luz en las diferentes plantas. Todo en la línea de otros proyectos afines, como los museos de León y Zamora, también de concepciones espaciales interiores espectaculares, que fueron muy alabados en su tiempo, pero que también han generado "pequeños problemas" de mantenimiento.
Exceptuando la inferior, bastante obscura, las demás plantas están concebidas combinando luz natural y luz artificial con un resultado irregular, que condiciona decisivamente las posibilidades expositivas. Hay zonas diáfanas junto a otras que requieren refuerzo de luz artificial, aunque casi siempre con efectos distantes del tremendismo escenográfico de algunas instalaciones museísticas más recientes (por ejemplo, la del MAN) que, sin embargo, también se emplea en determinadas zonas (arqueología y etnología). En ese sentido, el Museo de Bellas Artes de Castellón forma grupo con unos cuantos realizados en España durante los últimos 20 años, que se han concebido desde un protagonismo demasiado forzado de los criterios arquitectónicos. Tal y como he manifestado en otras ocasiones, entiendo que sería más oportuno apostar por una arquitectura menos intrusiva, por no complicar la vida a los gestores de estas instituciones, de operatividad social progresivamente precaria.
Lo más positivo... La combinación de madera, espacios articulados y lienzos claros o neutros consiguen un resultado de cierto confort visual. Me han hecho "gracia" algunos detalles como la escenografía, un tanto forzada, del sótano, dedicado a cuestiones antropológicas y arqueologicas. Se agradece, en todo caso, que no sea demasiado difícil realizar fotografías...
El área dedicada a las "falsificaciones" o "imitaciones", de concepción similar a ciertas fórmulas empleadas en Atenas, me ha parecido una magnífica idea: colocar las falsificaciones en estanterías con malla metálica define una metáfora afortunada.
Pero, sobre todo, lo más positivo es la atención ofrecida por los empleados, que nos ayudaron a entender algunas "anomalías efímeras" como los dibujos realizados sobre los vidrios de la entrada...
Por el contrario, no me han gustado, además de las escaleras, los bancos, que quiero imaginar fueron concebidos para soportar cojines pero que sin ellos son demasiado bajos y por consiguiente, incómodos. Porque no me placería imaginar que su altura deriva de una interpretación sui géneris —con criterios de Howard Roark— de los protocolos de confotabilidad, adaptados para niños de corta edad; ello equivaldría a sugerir sutilmente a las personas de cierta edad que no son bienvenidas al museo, tal y como sucedió hace unos cuantos años en cierto museo de Madrid, al que no le venía bien que en sus áreas de circulación se refugiaran los ancianos durante el invierno.
En suma, se trata de un museo en la línea de otros proyectos del mismo estudio, que adolece de las mismas cualidades, para bien y para mal. Todos ellos son museos de gran aparatosidad arquitectónica pero con escasa capacidad para atraer público que, además, manifiestas los inconvenientes derivados de una ambición arquitectónica mal canalizada en el proceso constructivo. Desde lo que sucede con las escaleras, parece milagroso que la tarima de las salas se vea en un estado de conservación bastante bueno, aunque no sé si sucederá lo mismo con la carpinteria metálica, de tamaño descomunal y colocada en lugares de acceso problemático. No me extrañaría que también tuviera problemas para defenderse de las lluvias torrenciales...
Por lo que se refiere a "mis debilidades", el museo contiene un capitel de hojas lisas, con el ábaco retallado, que replantea la problemática varias veces mencionada en este blog, sobre las fórmulas aparentemente evolucionadas que, sin embargo, podrían ser más antiguas de lo que costumbramos a imaginar. En este caso no hay huellas de los elementos del piso superior aunque el ábaco ofrece una concavidad muy acusada y cartelas casi semicilíndricas que hacen pensar en fórmulas permeables a las tradiciones bizantinas; otro tanto sucede con el astrágalo liso sugerido en la parte inferior y con la leve arista que hace pensar en las volutas angulares propias de los siglos V y VI. No obstante, la inexistencia de rasgos claros, debería imponernos prudencia y, al menos, ampliar un poco la fase de adscripción, entre los siglos IV y VI.
No podemos olvidar que la búsqueda de la trascendencia de la experiencia arquitectónica a veces tiene que asumir "pequeños deslices" ¿No deberíamos agradecer infinitamente a los arquitectos su lucha por mostrarnos nuevos horizontes, nuevas formas de vivir, nuevas formas de subir escaleras? En esta lucha de "romper" con lo establecido es normal encontrar elementos "sin pulir" propios de la experimentación, pero deberíamos seguir agradeciendo a esta gente sus llamadas de atención sobre la perversión de la pureza de las formas para no desistir en el camino del hombre hacia la ascensión. Hay que fijarse en Howard Roark, que dinamitó su propio proyecto de vivienda social que había sido corrompido para no extraviarnos del verdadero camino hacia la dignidad humana...
ResponderEliminarIronías aparte, es especialmente relevante que en muchos de estos edificios las "cosas malas" suelen tener que ver con la función más básica relativa a la actividad que va a recoger. Como se ve en los bocetos y en las secciones del museo, desde un primer momento es el juego de espacios, alturas y visuales en diagonal lo que vertebra el cuerpo principal (https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/originals/a2/c5/25/a2c525e0a8980e97aaf16ec7d6818f9b.jpg) . Reconozco el valor de un proceso creativo que explore las mayores (y mejores) disposiciones y "efectos" posibles pero, ¿Tiene sentido establecer como principales características de la experiencia del edificio aquellas que en muchos casos entran en conflicto con las que parece necesitar un espacio pensado para albergar una actividad concreta? Siendo el control de la luz fundamental en muchos museos parece entrar en conflicto con esta disposición de largas visuales y espacios dependientes. De igual modo, espacios amplios y paredes largas y sin vanos parecen ser especialmente útiles para este tipo de edificios, y sin embargo los dobles espacios copan la región central de la planta y determinan la anchura de las crujías. Si bien se podría argumentar que los objetos alojados en este museo son de proporciones reducidas, hoy en día parece interesante incluir su posible reutilización en un futuro para otras actividades.
Ocurre algo parecido en el MUSAC en León de los mismos arquitectos (http://1.bp.blogspot.com/_ARc7KnlGDug/TMr4MwXpwoI/AAAAAAAABTc/14HjlWH0yvM/s1600/musacplano.jpg ) . Si bien en este caso los espacios son especialmente grandes (puede incluso que demasiado) atendiendo a las necesidades de un museo de arte contemporáneo, la génesis modular del proyecto propone recorridos relativamente confusos, algo importante en un lugar de estas características. Lo que apoya la espectacularidad del edificio es la sucesión de amplios patios interiores y lucernarios en algunas salas, pero vuelve entrar en conflicto con el control de la luz, pues tanto los grandes ventanales de patios y lucernarios suelen estar tapados con estores que cumplen esta función de manera poco eficiente ¿No tendría más sentido haber propuesto el aspecto estético en función de las limitaciones que requiere un edificio de estas características? Sin querer caer en el absoluto y en las soluciones únicas, que el edificio tenga "cosas buenas y malas" en muchos casos es un error de concepción fundamental.