Es la palabra que el
Diccionario de Oxford ha entronizado como "palabra del año", con un sentido que acaso sea menos moderno de lo enfatizado por determinados medios. Según recoge
BBC Mundo,
"Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando "los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales". Y el citado medio, se apoya en el juicio de A.C. Grayling, para quien en la conformación de la realidad cultural asociada a dicha voz, deberían tomarse en consideración ciertos factores:
- Los cambios derivados de la crisis del 2008 y, muy especialmente, el descontento de las clases medias, que habrían comenzado a poner por delante el "cerebro" genital al otro.
- Las redes sociales con lo que ellas implican en la difusión de informaciones no siempre contrastadas ni, por supuesto, veraces.
- La dificultad para categorizar la información que recibimos o que está a nuestra disposición en un ambiente dominado por mensajes manipuladores.
- La pervivencia de un cierto relativismo nihilista que, en manos de ciertos líderes de opinión, se transforma en una especie de escepticismo precartesiano: todas las opiniones son igual de respetables y, por consiguiente, de valiosas, tanto si las formula la persona más docta como si responden a la voluntad de un idiota.
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Fotografía tomada de Univisión |
Por su parte, los redactores del
Diccionario de Oxford indican que, aunque el término no es nuevo y se podría vincular con las tradiciones posmodernas, a partir de mayo de 2016 y, sobre todo, en coincidencia con la crisis del Brexit y con la elección de Donald Trump, ha dejado de emplearse esporádicamente para convertirse en un invariante entre los sesudos politóogos. Al parecer, habría sido empleado por primera vez con un sentido similar al mencionado por Steve Tesichen en un ensayo publicado en la revista
Nation en 1992; y, sobre todo, en un libro de Ralph Keyes, de título elocuente —
The Post-truth Era, 2004
—, obviamente con sentido muy diferente al definido por A.C. Grayling.
Con independencia del origen del término, parece una ingenuidad enfatizar los factores recientes en una situación que, como es notorio, es invariante de las circunstancias ambientales de nuestra sociedad, al menos desde que tenemos testimonios escritos. Precisamente, este ensayista llega a una conclusión que me resulta particularmente familiar dado que, entre nosotros, alguien las había mencionado hace algún tiempo, al amparo de las razones que justificaron recordar el cine de los últimos años de la República de Weimar: el paralelismo entre buena parte de las circunstancias "actuales" —de entonces y de ahora, muy especialmente— y las de los años treinta.
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La ópera de los tres centavos, Pabst, 1931 |
Y hablando de posverdad: en contrapartida cañí, tal y como acredita Fundéu, entidad financiada por cierto banco español importante, la palabra del año 2016 entre nosotros ha sido "populismo", vocablo generalmente empleado, precisamente, para activar mecanismos "bajos"... ¿No es para morirse de risa?
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