En lugares muy concretos, el problema era patente desde hace tiempo; en algunos incluso se había manifestado como problemoide —problema que no tiene solución—. Durante este verano y siguiendo ejemplos conocidos, en Barcelona, el País Vasco y otros lugares del Mediterráneo, han surgido grupos organizados que los medios de comunicación han descalificado con poca prudencia. Pero… ¿es posible detener esa expansión?
Hace pocos meses los medios de comunicación franceses se hacían eco de la voluntad expresada por la dirección de la torre Eiffel por incrementar un 50 % el precio de la entrada con la doble finalidad de reducir la cifra de visitantes y que éstos procuren “rentabilizar” la visita dedicando más tiempo a recorrerla… por supuesto, para solaz de los cajeros de las tiendas de souvenirs y de los restaurantes… Y las razones son contundentes: con el diseño de visita actual, la torre no admite más de 7 millones de visitantes al año, que podrían superarse ampliamente en cuanto ceda el miedo de los más timoratos...
El asunto de fondo es un hecho mencionado varias veces en este blog: gran parte de los lugares con mayor capacidad de atracción no están capacitados para asimilar el previsible crecimiento turístico de los años venideros, cuando los paises asiáticos manifiesten con mayor contundencia las consecuencias de un crecimiento económico que no sé si podrá detener una indeseada guerra en Corea del Norte. Y en general, salvando algunos lugares excepcionales, no parece que sea fácil tomar medidas eficaces que, en cualquier caso, modificarían radicalmente el sentido de la experiencia turística y, por supuesto, el de la visita cultural, si es que resta algún milímetro para ella. En el caso concreto de la torre Eiffel, no se me ocurre cómo incrementar el flujo de visitantes diarios.
En contrapartida a la impotencia de unos y la pasividad de otros, entre el desconcierto de una legión de profesionales perplejos, en ciertas instituciones ya se han puesto manos a la obra, tal vez, porque han estado más atentos a la evolución del "turismo de interior". Uno de los casos más significativos acaso sea el del Mausoleo de Qin Shi Huang, que en su día destapó un problema de complejidad inusitada, dadas las circunstancias del yacimiento, dadas las peculiaridades de la sociedad china y, por supuesto, dadas las expectativas del negocio turístico, sumamente atractivo para una economía planificada. Lo que se ha excavado es una zona mínima del yacimiento, básicamente, el área ocupada por el "ejército de terracota", pero permanecen intactas otras zonas y, entre ellas, lo que, a buen seguro, acabará siendo la parte más espectacular y con mayor capacidad de reclamo turístico: el mausoleo, perfectamente localizado en las proximidades y de cualidades excepcionales, según los relatos antiguos.
El resultado práctico podría desconcertar a quienes creemos que la investigación arqueológica debe continuar hasta completar el estudio del yacimiento, pero no faltan razones que justifiquen una decisión, que, en su día, escandalizó —tal vez hipócritamente— a los arqueólogos occidentales. Éstos argumentaron que con la paralización de otorgaba carta blanca a los furtivos, muy activos en China, y que un hipotético seísmo podría dañar el conjunto... Sin embargo, para las autoridades chinas sobraban razones tan sólo con un fenómeno que había imaginado Fellini en su Roma (1972): el empeño voraz de los estudiosos supuso la destrucción de gran parte de los restos pictóricos que contenían las esculturas.
En línea con el planteamiento de este comentario, existían (existen) otras razones que, muy probablemente, condicionaron la decisión. Por una parte, la paralización daba tiempo para el desarrollo de unas infraestructuras absolutamente necesarias en Xian para poder canalizar adecuadamente el flujo de visitantes; por otra, se ralentizaba el crecimiento en espectaculariadad del yacimiento y, con ello, el crecimiento del número de visitantes hasta cifras imposibles de asimilar por las estructuras de servicios del complejo museográfico actual...
Al parecer, el actual museo de los guerreros de Xian está concebido para soportar cerca de 100.000 visitantes al día; aunque no sé lo que sucedería si acudieran todos los días del año 100.000 visitantes...Para contextualizar la cifra, recordemos que el museo más visitado del mundo, el Louvre, ronda los 9 millones de visitantes anuales (25.000 al día de media) y que el Prado llegó a los 3 millones en 2016 y el MNCARS, a los 3,6. (10.000 al día de media). Me hago cruces imaginando lo que podrían suponer para los sistemas de acceso de esos museos o de la torre Eiffel asumir las cifras anunciadas en el horizonte, contando incluso con la ampliación de Norman Foster para el Prado.
Es de suponer que, con el paso de los años, el Mausoleo de Qin Shi Huang termine convirtiéndose en uno de los centros de atracción turística más concurridos del mundo… si es que no lo es ya, porque las cifras publicadas por los diferentes medios especializados parecen "algo" sesgadas, como casi todas la informaciones sobre asuntos chinos. En todo caso, aunque las autoridades parecen esforzarse por mantener la vertiente educativa, el complejo garantiza una experiencia que se parece demasiado a la ofrecida por los grandes santuarios religiosos: el gentío desfila con mayor pasividad que la de los soldados descoloridos...
Sea como fuere, es previsible que en los centros de gran atracción turística y cultural vayan apareciendo cifras que, a buen seguro, pondrán los pelos como escarpias a los gestores timoratos pero que inducirían orgasmos múltiples a los empresarios de hostelería y a los rectores de la política global, por lo que ello supondría en mil facetas de la actividad económica. Lástima que éstos no se apliquen a medidas que mitiguen el inevitable impacto social... Pero como podría decir Hans-Hermann Hoppe, en el sistema liberal no es necesario planificar porque los problemas se resuelven solos: ahí están los conflictos urbanísticos de Barcelona y San Sebastián, para marcar las líneas sobre las que ya se debería estar laborando a marchas forzadas.
Desde los intereses que mueven el sistema liberal, me consta que se está trabajando en estos asuntos desde hace tiempo. En el sector de los transportes ya hay empresas cuyos beneficios futuros dependen de esas mareas; otro tanto sucede con el diseño urbanístico de ciertas ciudades... En "otros" lugares, unos se miran el ombligo, otros se frotan las manos ante las expectativas de negocio que abrirá la expansión turística y los demás ya sabemos a quién corresponderá pagar los platos rotos.
Hace pocos meses los medios de comunicación franceses se hacían eco de la voluntad expresada por la dirección de la torre Eiffel por incrementar un 50 % el precio de la entrada con la doble finalidad de reducir la cifra de visitantes y que éstos procuren “rentabilizar” la visita dedicando más tiempo a recorrerla… por supuesto, para solaz de los cajeros de las tiendas de souvenirs y de los restaurantes… Y las razones son contundentes: con el diseño de visita actual, la torre no admite más de 7 millones de visitantes al año, que podrían superarse ampliamente en cuanto ceda el miedo de los más timoratos...
El asunto de fondo es un hecho mencionado varias veces en este blog: gran parte de los lugares con mayor capacidad de atracción no están capacitados para asimilar el previsible crecimiento turístico de los años venideros, cuando los paises asiáticos manifiesten con mayor contundencia las consecuencias de un crecimiento económico que no sé si podrá detener una indeseada guerra en Corea del Norte. Y en general, salvando algunos lugares excepcionales, no parece que sea fácil tomar medidas eficaces que, en cualquier caso, modificarían radicalmente el sentido de la experiencia turística y, por supuesto, el de la visita cultural, si es que resta algún milímetro para ella. En el caso concreto de la torre Eiffel, no se me ocurre cómo incrementar el flujo de visitantes diarios.
Museo del Louvre |
El resultado práctico podría desconcertar a quienes creemos que la investigación arqueológica debe continuar hasta completar el estudio del yacimiento, pero no faltan razones que justifiquen una decisión, que, en su día, escandalizó —tal vez hipócritamente— a los arqueólogos occidentales. Éstos argumentaron que con la paralización de otorgaba carta blanca a los furtivos, muy activos en China, y que un hipotético seísmo podría dañar el conjunto... Sin embargo, para las autoridades chinas sobraban razones tan sólo con un fenómeno que había imaginado Fellini en su Roma (1972): el empeño voraz de los estudiosos supuso la destrucción de gran parte de los restos pictóricos que contenían las esculturas.
En línea con el planteamiento de este comentario, existían (existen) otras razones que, muy probablemente, condicionaron la decisión. Por una parte, la paralización daba tiempo para el desarrollo de unas infraestructuras absolutamente necesarias en Xian para poder canalizar adecuadamente el flujo de visitantes; por otra, se ralentizaba el crecimiento en espectaculariadad del yacimiento y, con ello, el crecimiento del número de visitantes hasta cifras imposibles de asimilar por las estructuras de servicios del complejo museográfico actual...
Al parecer, el actual museo de los guerreros de Xian está concebido para soportar cerca de 100.000 visitantes al día; aunque no sé lo que sucedería si acudieran todos los días del año 100.000 visitantes...Para contextualizar la cifra, recordemos que el museo más visitado del mundo, el Louvre, ronda los 9 millones de visitantes anuales (25.000 al día de media) y que el Prado llegó a los 3 millones en 2016 y el MNCARS, a los 3,6. (10.000 al día de media). Me hago cruces imaginando lo que podrían suponer para los sistemas de acceso de esos museos o de la torre Eiffel asumir las cifras anunciadas en el horizonte, contando incluso con la ampliación de Norman Foster para el Prado.
Los guerreros de Xian |
Sea como fuere, es previsible que en los centros de gran atracción turística y cultural vayan apareciendo cifras que, a buen seguro, pondrán los pelos como escarpias a los gestores timoratos pero que inducirían orgasmos múltiples a los empresarios de hostelería y a los rectores de la política global, por lo que ello supondría en mil facetas de la actividad económica. Lástima que éstos no se apliquen a medidas que mitiguen el inevitable impacto social... Pero como podría decir Hans-Hermann Hoppe, en el sistema liberal no es necesario planificar porque los problemas se resuelven solos: ahí están los conflictos urbanísticos de Barcelona y San Sebastián, para marcar las líneas sobre las que ya se debería estar laborando a marchas forzadas.
Desde los intereses que mueven el sistema liberal, me consta que se está trabajando en estos asuntos desde hace tiempo. En el sector de los transportes ya hay empresas cuyos beneficios futuros dependen de esas mareas; otro tanto sucede con el diseño urbanístico de ciertas ciudades... En "otros" lugares, unos se miran el ombligo, otros se frotan las manos ante las expectativas de negocio que abrirá la expansión turística y los demás ya sabemos a quién corresponderá pagar los platos rotos.
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