Javier, que me suele enviar referencias interesantes que en ocasiones se pierden en la bandeja de entrada del correo, me envía el comentario de Colleen Flaherty sobre el follón que se organizó con la publicación de un texto de Bruce Gilley, profesor asociado de la facultad de Ciencias Políticas en Universidad de Portland, en el que a éste se le ocurrió hacer notar que, en determinados casos, la descolonización movilizó fenómenos especialmente lacerantes desde el punto del interés general. Diez mil estudiosos exigieron que el equipo editorial de la revista donde se publicó se retractara:
“We do not call for the curtailing of the writer's freedom of speech … Our goal is to raise academic publishing standards and integrity. We thereby call on the editorial team to retract the article and also to apologize for further brutalizing those who have suffered under colonialism.”
No creo que merezca la pena decir que, en general, las colonizaciones tuvieron por objeto explotar los territorios bajo control de las metrópolis. Sin embargo...
Parece que las consideraciones de "lo políticamente correcto" en los ambientes progresistas, se ha convertido en un "subsistema de creencias" tan rígido como el que existía en los tiempos de Galileo en la Iglesia Católica. Desde esa apariencia, acaso no se estén haciendo bien las cosas en el pantanoso territorio de las Ciencias Sociales; de otro modo no se entendería que sean tan numerosos los "científicos" que recurren al "dictamen democrático" y a la descalificación como medio fundamental de "discusión". Lo primero me recuerda una sentencia famosa:
El segundo me hace pensar en algo que levanta demasiadas ampollas: el peso de los fenómenos relacionados con la endogamia que, al parecer, no es exclusivo de los territorios al sur de los Pirineos...
Puede que realizar una acotación como la que plantea Bruce Gilley proporcione armas al pensamiento conservador... Pero, a mi juicio, son más poderosas las derivadas del "dogmatismo científico": si el conocimiento científico prescinde de la refutación, por supuesto, incluso de la "refutación parcial" o "de detalle", dejaría de ser científico para convertirse en otra cosa.
Recuerdo que quien, en tiempos de gran difusión de los pensamientos de Thomas Kuhn y Karl Popper, me explicó —nos explicó— aquello de la estructura científica de la Ciencia, no se cansaba de enfatizar su carácter dialéctico y, tras algunas consideraciones sobre la complejidad que podía entrañar definir una estructura de carácter universal para todas las disciplinas, se paraba brevemente para decir:
—El asunto es simple.
Y tras dibujar en la pizarra concienzudamente un conjunto de cuadrados, que llenaba de letras ininteligibles, y flechas rectas y arqueadas, decía:
—Un científico formula una ley; mientras los casos conocidos se someten a ella, la ley es válida. Pero a medida que progresa el conocimiento, cambian los sistemas de observación y con el paso del tiempo aparecen casos que desbordan su marco... En ese momento es preciso formular una nueva ley, que se mantendrá en vigor mientras no aparezcan casos que la contradigan, que entre en conflicto con ella, que la contrasten negativamente. Y así indefinidamente.
Y culminaba:
—Señores, en Ciencia ningún conocimiento es inmutable. El desarrollo de los medios de observación y la aparición de fenómenos nuevos, impepinablemente —agitaba las manos con vehemencia para marcar las sílabas de la palabra "impepinablemente"—, imponen el cambio de paradigmas.
El profesor daba una asignatura en una escuela tecnológica y a lo mejor por ello, el problema para él era tan simple... Es posible que ni tan siquiera se hubiera preocupado de saber qué era el Wiener Kreis, porque en asuntos tecnológicos todo el mundo —sin matices— entiende perfectamente la dualidad funciona-no funciona, que a su vez, activa la dialéctica macarrónica del "es útil", "no es útil".
En todo caso, no deberían ser las cosas más complejas en el territorio de las Ciencias Sociales, al menos, en aspectos tan elementales como los mencionados. Ya se encargó Popper de enfatizar los problemas epistemológicos derivados de un exceso de empirismo...
En todo caso, por muy demócratas y progresistas que nos sintamos, el asentimiento "democrático" no debería ser un indicio inequívoco de certeza, porque si así fuera se bloquearía el desarrollo de los conocimientos. Recuerde el lector que durante mucho tiempo todas las personas cultas y progresistas "sabían" que la Tierra era plana y que estaba en el centro del Universo; que Dios la creó de la nada unos pocos años antes de la vida de Cristo, que para curar las enfermedades, lo mejor era rezar...
Que alguien expone en un artículo una "teoría" estrafalaria... Escriban diez mil artículos "originales" y "más rigurosos" rebatiendo o matizando las argumentaciones sesgadas, aunque ello suponga un cambio radical en el funcionamiento de las revistas de referencia. Obviamente, ese cambio supondría, a su vez, una transformación radical en la manera de contemplar el "estado de la cuestión", que debería afrontarse con un espíritu crítico que hoy sería suicida para quien debiera enfrentarse a un tribunal o a un concurso de méritos.
En otro momento —no faltarán ocasiones— intentaré ocuparme con más detalle de estos asuntos, que podrían dar, en el caso español, para escribir una enciclopedia. De momento, me gustaría enfatizar tres circunstancias. La primera, la vinculación de fenómenos como el caso Gilley o el de "los penes conceptuales" con el desarrollo de las Ciencias Sociales en nuestro universo liberal globalizado. El segundo, la necesidad que tiene la mente humana de "funcionar" con creencias, incluso, aunque sean "falsas". Nadie tiene capacidad para someter a "falsación" todos los "conocimientos" almacenados en la memoria. Y la tercera: la necesidad que también tiene el ser humano de sentirse arropado —"reconocidos" y "apreciados" —por un colectivo de cierta entidad, incluso aunque sea "científicos"... sobre todo, si es científico: defender ideas alejadas de lo "generalmente admitido" es duro porque implica marginalidad, ostracismo y, sobre todo, quedar al margen de la comunidad de conocimientos, que es espacio esencial de la actividad investigadora tal como se entiende en nuestros días. Ser demasiado original es muy peligroso.
“We do not call for the curtailing of the writer's freedom of speech … Our goal is to raise academic publishing standards and integrity. We thereby call on the editorial team to retract the article and also to apologize for further brutalizing those who have suffered under colonialism.”
No creo que merezca la pena decir que, en general, las colonizaciones tuvieron por objeto explotar los territorios bajo control de las metrópolis. Sin embargo...
Parece que las consideraciones de "lo políticamente correcto" en los ambientes progresistas, se ha convertido en un "subsistema de creencias" tan rígido como el que existía en los tiempos de Galileo en la Iglesia Católica. Desde esa apariencia, acaso no se estén haciendo bien las cosas en el pantanoso territorio de las Ciencias Sociales; de otro modo no se entendería que sean tan numerosos los "científicos" que recurren al "dictamen democrático" y a la descalificación como medio fundamental de "discusión". Lo primero me recuerda una sentencia famosa:
"Coma mierda. Mil millones de moscas no se pueden estar equivocadas".
El segundo me hace pensar en algo que levanta demasiadas ampollas: el peso de los fenómenos relacionados con la endogamia que, al parecer, no es exclusivo de los territorios al sur de los Pirineos...
Moritz Schlick. Imagen de Wikipedia, retocada |
Recuerdo que quien, en tiempos de gran difusión de los pensamientos de Thomas Kuhn y Karl Popper, me explicó —nos explicó— aquello de la estructura científica de la Ciencia, no se cansaba de enfatizar su carácter dialéctico y, tras algunas consideraciones sobre la complejidad que podía entrañar definir una estructura de carácter universal para todas las disciplinas, se paraba brevemente para decir:
—El asunto es simple.
Y tras dibujar en la pizarra concienzudamente un conjunto de cuadrados, que llenaba de letras ininteligibles, y flechas rectas y arqueadas, decía:
—Un científico formula una ley; mientras los casos conocidos se someten a ella, la ley es válida. Pero a medida que progresa el conocimiento, cambian los sistemas de observación y con el paso del tiempo aparecen casos que desbordan su marco... En ese momento es preciso formular una nueva ley, que se mantendrá en vigor mientras no aparezcan casos que la contradigan, que entre en conflicto con ella, que la contrasten negativamente. Y así indefinidamente.
Y culminaba:
—Señores, en Ciencia ningún conocimiento es inmutable. El desarrollo de los medios de observación y la aparición de fenómenos nuevos, impepinablemente —agitaba las manos con vehemencia para marcar las sílabas de la palabra "impepinablemente"—, imponen el cambio de paradigmas.
El profesor daba una asignatura en una escuela tecnológica y a lo mejor por ello, el problema para él era tan simple... Es posible que ni tan siquiera se hubiera preocupado de saber qué era el Wiener Kreis, porque en asuntos tecnológicos todo el mundo —sin matices— entiende perfectamente la dualidad funciona-no funciona, que a su vez, activa la dialéctica macarrónica del "es útil", "no es útil".
En todo caso, no deberían ser las cosas más complejas en el territorio de las Ciencias Sociales, al menos, en aspectos tan elementales como los mencionados. Ya se encargó Popper de enfatizar los problemas epistemológicos derivados de un exceso de empirismo...
En todo caso, por muy demócratas y progresistas que nos sintamos, el asentimiento "democrático" no debería ser un indicio inequívoco de certeza, porque si así fuera se bloquearía el desarrollo de los conocimientos. Recuerde el lector que durante mucho tiempo todas las personas cultas y progresistas "sabían" que la Tierra era plana y que estaba en el centro del Universo; que Dios la creó de la nada unos pocos años antes de la vida de Cristo, que para curar las enfermedades, lo mejor era rezar...
Que alguien expone en un artículo una "teoría" estrafalaria... Escriban diez mil artículos "originales" y "más rigurosos" rebatiendo o matizando las argumentaciones sesgadas, aunque ello suponga un cambio radical en el funcionamiento de las revistas de referencia. Obviamente, ese cambio supondría, a su vez, una transformación radical en la manera de contemplar el "estado de la cuestión", que debería afrontarse con un espíritu crítico que hoy sería suicida para quien debiera enfrentarse a un tribunal o a un concurso de méritos.
En otro momento —no faltarán ocasiones— intentaré ocuparme con más detalle de estos asuntos, que podrían dar, en el caso español, para escribir una enciclopedia. De momento, me gustaría enfatizar tres circunstancias. La primera, la vinculación de fenómenos como el caso Gilley o el de "los penes conceptuales" con el desarrollo de las Ciencias Sociales en nuestro universo liberal globalizado. El segundo, la necesidad que tiene la mente humana de "funcionar" con creencias, incluso, aunque sean "falsas". Nadie tiene capacidad para someter a "falsación" todos los "conocimientos" almacenados en la memoria. Y la tercera: la necesidad que también tiene el ser humano de sentirse arropado —"reconocidos" y "apreciados" —por un colectivo de cierta entidad, incluso aunque sea "científicos"... sobre todo, si es científico: defender ideas alejadas de lo "generalmente admitido" es duro porque implica marginalidad, ostracismo y, sobre todo, quedar al margen de la comunidad de conocimientos, que es espacio esencial de la actividad investigadora tal como se entiende en nuestros días. Ser demasiado original es muy peligroso.
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