Según recoge ABC Cultural, Javier Portús, jefe del Departamento de Pintura española del Museo del Prado, no cree que la pintura sea de Velázquez:
–La obra permite su comparación con numerosas cosas del Velázquez sevillano. En la composición hay tres personajes y una mesa como punto de referencia, que es algo que veremos varias veces en elVelázquez de sus primeros años. Se pueden comparar las cabezas y las manos con las de otras pinturas, el libro con el que aparece en el «Santo Tomás» de Orihuela, e incluso la indumentaria empleada. Ese tipo de comparación lo sitúa en la órbita de Velázquez, pero también revela un grado de calidad distinto al de Velázquez, incluso teniendo en cuenta el mal estado de conservación de la obra. Es una cuestión de composición, de redacción y de coherencia interna. En mi opinión, el cuadro refleja distintos momentos de la maduración de Velázquez en Sevilla. La cabeza de la niña respondería a un momento muy temprano, mientras que la figura y la cabeza de Santa Ana reflejan lo que Velázquez está haciendo en los años 1619 y 1620.Esa incoherencia yo no la encuentro en las obras sevillanas de Velázquez, que son todas muy coherentes.En el cuadro de Yale veo personajes distintos que responden a estadios distintos de madurez del pintor. No es una obra, pues, que anuncie al Velázquez posterior, sino que lo veo como una secuela de Velázquez.
(...)
–Si comparamos ciertos detalles similares con otros cuadros de Velázquez, eso revela una calidad inferior, no solo desde el punto de vista de la redacción, es decir, la escritura pictórica, sino también desde la composición. A lo mejor el Velázquez de Sevilla no domina la perspectiva lineal aún, pero es muy ordenado al plantear sus cuadros. En los cuadros sevillanos es fácil hallar un orden interno común a esas pinturas. Pero en «La educación de la Virgen» ese orden se transforma en ruido, porque hay un abigarramiento de elementos que se yuxtaponen pero que no están en orden.
(...)
–Cuando Velázquez ensaya la fórmula que utiliza en la Virgen, que es un personaje muy monumental y en primer término, lo hace en torno a 1618 ya muy avanzado y a 1619 con cuadros como los de «Los apóstoles», «La Epifanía» o con «La adoración de los Magos». Es un momento posterior a cuando Velázquez está usando la mismo tipología craneal de la niña. En ese sentido hay una serie de discordancias que no concuerdan con la imagen que tengo de Velázquez.
–La obra permite su comparación con numerosas cosas del Velázquez sevillano. En la composición hay tres personajes y una mesa como punto de referencia, que es algo que veremos varias veces en elVelázquez de sus primeros años. Se pueden comparar las cabezas y las manos con las de otras pinturas, el libro con el que aparece en el «Santo Tomás» de Orihuela, e incluso la indumentaria empleada. Ese tipo de comparación lo sitúa en la órbita de Velázquez, pero también revela un grado de calidad distinto al de Velázquez, incluso teniendo en cuenta el mal estado de conservación de la obra. Es una cuestión de composición, de redacción y de coherencia interna. En mi opinión, el cuadro refleja distintos momentos de la maduración de Velázquez en Sevilla. La cabeza de la niña respondería a un momento muy temprano, mientras que la figura y la cabeza de Santa Ana reflejan lo que Velázquez está haciendo en los años 1619 y 1620.Esa incoherencia yo no la encuentro en las obras sevillanas de Velázquez, que son todas muy coherentes.En el cuadro de Yale veo personajes distintos que responden a estadios distintos de madurez del pintor. No es una obra, pues, que anuncie al Velázquez posterior, sino que lo veo como una secuela de Velázquez.
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–Si comparamos ciertos detalles similares con otros cuadros de Velázquez, eso revela una calidad inferior, no solo desde el punto de vista de la redacción, es decir, la escritura pictórica, sino también desde la composición. A lo mejor el Velázquez de Sevilla no domina la perspectiva lineal aún, pero es muy ordenado al plantear sus cuadros. En los cuadros sevillanos es fácil hallar un orden interno común a esas pinturas. Pero en «La educación de la Virgen» ese orden se transforma en ruido, porque hay un abigarramiento de elementos que se yuxtaponen pero que no están en orden.
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–Cuando Velázquez ensaya la fórmula que utiliza en la Virgen, que es un personaje muy monumental y en primer término, lo hace en torno a 1618 ya muy avanzado y a 1619 con cuadros como los de «Los apóstoles», «La Epifanía» o con «La adoración de los Magos». Es un momento posterior a cuando Velázquez está usando la mismo tipología craneal de la niña. En ese sentido hay una serie de discordancias que no concuerdan con la imagen que tengo de Velázquez.
Benito Navarrete, John Marciari y Javier Portús, en la clausura del simposio sobre el joven Velázquez en Sevilla. Foto Jesús Spínola, ABC Cultural |
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