Me apetecía hacer una ensalada entre lo español y lo portugués; seguro que no sea ingenioso ni sensato, pero me apetecía...
Cuando falta poco para que se celebren las elecciones que colocarán sobre la mesa un grave problema para el futuro del Estado español, apenas han cambiado las circunstancias políticas que pudieran resolverlo. Hoy como hace tres o cuatro años —reiteración, dulce reiteración—, apenas han cambiado las cosas salvo en matices de simplificación y, por supuesto, en la dirección menos conveniente para los intereses generales de los españoles en su conjunto. De hecho, la vieja partida de ajedrez llega a su culminación con escasas posibilidades para quienes han acreditado doctorado en torpeza: sin torres, alfiles, caballos y peones, las huestes de Guzmán el Bueno sólo pueden intentar tablas por un despiste de las tropas de Guifré el Pilós. Las últimas encuestas, seguramente maquilladas, dibujan una imagen bastante clara: Junts pel Si con la CUP compondrán mayoría absoluta.
Los promotores del proceso secesionista se han cansado de repetir que respetarán el principio de legalidad… Con unas gotas de ironía, supongo que el señor Rajoy y sus afines, tan empecinados en apoyarse en el mismo principio estarán satisfechos.” Si respetan el principio de legalidad, podemos estar tranquilos —se dirían— Seguro que no pretenden otra cosa que presionar con mayor fuerza para conseguir mejores condiciones económicas en una hipotética negociación futura”. Sin embargo…
Supongamos que en las próximas elecciones los parlamentarios catalanes votarán mayoritariamente declarar solemnemente la creación de la República Catalana. En ese preciso momento el principio de legalidad se desprendería de la Constitución Española y la pretensión de anular la autonomía catalana se interpretaría, tanto desde Cataluña como desde fuera de España, como el intento de bloquear la voluntad democrática del pueblo catalán; únicamente en “el resto de España” tendría sentido hablar de legalidad al aplicar el artículo 155 de la Constitución. Y aún desde la legalidad española, ¿cómo imponer la supresión del parlamento catalán? Es más, ¿cómo impedir que las instituciones catalanas se desvinculen del orden jerárquico español? ¿Qué podrían hacer las autoridades españolas para obligar a los funcionarios dependientes de la Generalitat a permanecer en el redil? ¿Enviar los tanques para desencadenar un orgasmo colectivo, según indicaba el señor Boadella?
Obviamente, se vislumbran escasas fórmulas para resolver el problema que no pasen por una negociación directa entre el Gobierno Español y el Gobierno Catalán. Pero… ¿negociación para qué? ¿Para reconducir la situación al marco constitucional español o para concretar “el traspaso de poderes”? ¿Estarían dispuestos quienes hubieran ganado las elecciones a quebrar las ilusiones de quienes les hubieran votado con la intención de conseguir la independencia?
Quienes definen las estrategias políticas del PP continúan empeñados en mantenerse como la estatua del comendador; atentos a conservar los votos en el resto de España, pueden presumir de haber conseguido conducir el problema hasta el actual callejón sin salida. Ítem más: durante los últimos meses se aprecia un incremento aparente de los gestos nacionalistas anticatalanes, sobre todo, en las regiones donde el peso del bloque PP-PSOE es más fuerte. En ese contexto, la gran baza frente a las elecciones ha sido (y es) enfatizar el peso de la corrupción durante los tiempos de Jordi Pujol para manchar la imagen de Artur Mas, apoyándose en el aparato judicial y, sobre todo, en los medios de comunicación, empeñados en oficio "pauloviano". ¿Con el objetivo de desmovilizar a los sectores nacionalistas? Parece surrealista que el partido más devorado por la corrupción se apoye en ella para “luchar” contra un movimiento que, en gran medida, se ha alimentado del mismo pienso. Contradicción posmoderna en estado puro.
Por otro lado, no creo que la designación de quien fuera alcalde de Badalona con argumentos estrictamente populistas, sea suficiente para movilizar a un hipotético sector no independentista oculto en la abstención. Y como guinda del pastel, para añadir más leña al fuego, se les ha ocurrido proponer una reforma del Tribunal Constitucional impresentable tanto en la forma como en el fondo: no se pueden hacer leyes para situaciones concretas.
La estrategia de Ciudadanos apenas se distingue de la del PP por ofrecer una imagen más moderna... liberal, menos paleolítica. La carencia de contradicciones como las asumidas por el PP debería apreciarse en unos resultados electorales de cierta entidad, por supuesto, dentro de la horquilla sociológica que, en la sociedad catalana, acota los sectores liberales no nacionalistas, menos relevantes que los nacionalistas. En todo caso, parece que después de las elecciones la oposición catalana estará liderada por este partido, que será la agrupación más votada sólo por detrás de Junts pel Sí...
Una vez marginada la posibilidad inmediata de un cambio constitucional, que podría haber aplazado el actual problema, la situación del PSOE es parecida a la del PP, con una diferencia fundamental: gran parte del electorado tradicional se ha sentido atraído por el independentismo; de ahí la pérdida de votos y de cuadros, captados por ERC. Desde esas circunstancias tan especiales, la actitud del PSC, condicionada por “los intereses de Estado”, por supuesto, según los ideólogos del PSOE, parece encaminada hacia el suicidio.
En consecuencia, es previsible que, ante las expectativas engendradas por los resultados electorales, algunos diputados socialistas catalanes sientan la tentación de romper la disciplina de voto, sobre todo, si la victoria de los independentistas fuera clara. Sólo tendría sentido mantener la disciplina de voto en un contexto que bloqueara las posibilidades de independencia. Y para complicar aún más la situación, se presenta el señor González, en su calidad de expresidente , lanzando anatemas, en postura más propia de la extrema derecha...
¿Los nacionalistas “moderados”? A nadar y guardar la ropa, como los gestores de las grandes empresas catalanas, condenadas a no hipotecar sus intereses en una situación cada vez más vidriosa.
Se veía venir; Podemos se ha convertido en una pieza clave en el rompecabezas catalán, pero no sé si es posible prever su comportamiento con los recursos analíticos (sociológicos) aplicables a otros partidos. Tengo la impresión —acaso equivocada— de que en ciertos foros, donde triunfan los textos del señor Monedero, aún no han asimilado la importancia de los parámetros sociales de fundamento emotivo…
Los actuales líderes de Podemos acaso sean quienes deban asumir mayores contradicciones como consecuencia de las decisiones estratégicas tomadas durante los meses recientes con la finalidad de construir un partido con “vocación de gobernar”. Desde ellas resultan esperpénticos los argumentos empleados para descalificar la candidatura de “Junts pel Sí”, por la supuesta relación del conglomerado con las estructuras corruptas relacionadas con la gestión de Jordi Pujol. Sin negar lo que han supuesto los gobiernos catalanes hasta la fecha y sus connivencias con las estructuras corruptas de implantación general, sería absurdo sumarse a los planteamientos de los partidos políticos cuya “nefasta gestión” justifica la propia existencia de Podemos como alternativa; una parte muy relevante de quienes apuestan por la independencia lo hacen, precisamente, para escapar de la misma “nefasta gestión”.
Si creemos lo que dicen ellos mismos, de momento, el objetivo político de Podemos es ganar a “Junts pel Si”, sin oponerse al “derecho a decidir”. Pero si tenemos en cuenta las indicaciones proporcionadas por las estimaciones de voto, no parece que ese objetivo sea realista. Si los resultados no se alejan mucho de las encuestas publicadas, el parlamento catalán quedará en situación tal (los escaños de PP, PSOE y C’s sumarán alrededor del 33 %) que la “mayoría amplia” dependería de la postura de “Catalunya Sí que es Pot”, que con sus 20 o 30 escaños tendría en su mano la llave de la decisión final.
Si Junts pel Si no consiguiera la mayoría absoluta en unión con CUP, “todo el mundo” volvería los ojos hacia Catalunya Sí que es Pot, que no tendría demasiadas opciones. ¿Es imaginable que los representantes catalanes de Podemos se unan al PP, al PSOE y a C’s? Cabría la posibilidad de que se abstuvieran, pero… francamente no creo que, con una situación tan polarizada, en Cataluña se entendiera el encogimiento de hombros, incluso si enfatizaran el objetivo de convocar una consulta rápida. Además, desde el actual planteamiento de los líderes de Podemos, existiría una fórmula de negociación sencilla para que Catalunya Sí que es Pot quede sin argumentos para enfrentarse al bloque independentista: bastaría con una solución similar a la que se está diseñando para un hipotético futuro gobierno del Estado español. Sustituir al señor Mas por una personalidad ajena a la saga Pujol o, incluso, a la CDC, resolvería el problema. Por supuesto, ello supondría una erosión muy fuerte de la expectativas de Podemos en el Estado español y, en consecuencia, podría derivar en un fiasco casi absoluto, que no enmendaría ni la previsible fusión con IU... El terremoto catalán podría derivar en tsunami que devastara las expectativas de la "izquierda" para las próximas elecciones generales.
Pero en todo caso, las decisiones no se van a tomar ni en Madrid ni en Barcelona, sino en los grandes foros de poder. Desde Europa la hipotética independencia de Cataluña sería un mal precedente, que podría afectar al Reino Unido, a Francia, a Italia, a Bélgica… Claro que lo mismo se podría haber dicho cuando se desintegró Yugoeslavia o cuando se separaron la república Checa y Eslovaquia, por no hablar de lo que ahora mismo está sucediendo en Ucrania. La legalidad europea acaso sea lo suficientemente sólida y enérgica como para desanimar a los secesionistas: eso parecen haber indicado la señora Merkel y el señor Cameron, pero... ¿Qué sucedería si cambiaran las circunstancias?; ¿qué sucedería si los dignatarios europeos tuvieran que enfrentarse al conflicto entre legalidad y legitimidad derivado de una apuesta por la independencia respaldada por el 66 % de los diputados catalanes? Porque en el fondo, el choque de trenes es el conflicto alimentado durante muchos años por los partidos "del sistema" entre legalidad y legitimidad, ese conflicto resuelto en muchos países de Europa mediante procedimientos radicales...
Para mayor abundamiento, en contrapartida a la actual legalidad, la segregación de Cataluña reduciría el peso político y económico de España y ello activaría múltiples posibilidades en beneficio de Alemania, Inglaterra y Francia… A ello aún deberíamos unir que la estructura socioeconómica catalana se aproxima más a los estándares europeos del norte que la española y que los factores emotivos, sensibles en casi todos los países europeos, están de parte de los intereses catalanes...
¿Cómo se resolverá el problema? Suceda lo que suceda, gane quien gane, el próximo día 28 se abrirá un período de incertidumbre que nos complicará la vida a todos... o a casi todos, porque seguro que los pijos del monopoly seguirán disfrutando de sus privilegios. Son las consecuencias de muchos años de gestión política inclinada hacia los intereses de los sectores económicos más poderosos; porque Franco lo dejó atado y bien atado.
¿Ensalada entre lo español y lo portugués? Acaso en este punto el lector crea que me he vuelto loco al emplear la referencia portuguesa en el título de la entrada; o lo que aún sería peor: que, tras muchos años de escepticismo semiótico, me ha dado por emular a U. Eco...
Cuando falta poco para que se celebren las elecciones que colocarán sobre la mesa un grave problema para el futuro del Estado español, apenas han cambiado las circunstancias políticas que pudieran resolverlo. Hoy como hace tres o cuatro años —reiteración, dulce reiteración—, apenas han cambiado las cosas salvo en matices de simplificación y, por supuesto, en la dirección menos conveniente para los intereses generales de los españoles en su conjunto. De hecho, la vieja partida de ajedrez llega a su culminación con escasas posibilidades para quienes han acreditado doctorado en torpeza: sin torres, alfiles, caballos y peones, las huestes de Guzmán el Bueno sólo pueden intentar tablas por un despiste de las tropas de Guifré el Pilós. Las últimas encuestas, seguramente maquilladas, dibujan una imagen bastante clara: Junts pel Si con la CUP compondrán mayoría absoluta.
Los promotores del proceso secesionista se han cansado de repetir que respetarán el principio de legalidad… Con unas gotas de ironía, supongo que el señor Rajoy y sus afines, tan empecinados en apoyarse en el mismo principio estarán satisfechos.” Si respetan el principio de legalidad, podemos estar tranquilos —se dirían— Seguro que no pretenden otra cosa que presionar con mayor fuerza para conseguir mejores condiciones económicas en una hipotética negociación futura”. Sin embargo…
Supongamos que en las próximas elecciones los parlamentarios catalanes votarán mayoritariamente declarar solemnemente la creación de la República Catalana. En ese preciso momento el principio de legalidad se desprendería de la Constitución Española y la pretensión de anular la autonomía catalana se interpretaría, tanto desde Cataluña como desde fuera de España, como el intento de bloquear la voluntad democrática del pueblo catalán; únicamente en “el resto de España” tendría sentido hablar de legalidad al aplicar el artículo 155 de la Constitución. Y aún desde la legalidad española, ¿cómo imponer la supresión del parlamento catalán? Es más, ¿cómo impedir que las instituciones catalanas se desvinculen del orden jerárquico español? ¿Qué podrían hacer las autoridades españolas para obligar a los funcionarios dependientes de la Generalitat a permanecer en el redil? ¿Enviar los tanques para desencadenar un orgasmo colectivo, según indicaba el señor Boadella?
Obviamente, se vislumbran escasas fórmulas para resolver el problema que no pasen por una negociación directa entre el Gobierno Español y el Gobierno Catalán. Pero… ¿negociación para qué? ¿Para reconducir la situación al marco constitucional español o para concretar “el traspaso de poderes”? ¿Estarían dispuestos quienes hubieran ganado las elecciones a quebrar las ilusiones de quienes les hubieran votado con la intención de conseguir la independencia?
Quienes definen las estrategias políticas del PP continúan empeñados en mantenerse como la estatua del comendador; atentos a conservar los votos en el resto de España, pueden presumir de haber conseguido conducir el problema hasta el actual callejón sin salida. Ítem más: durante los últimos meses se aprecia un incremento aparente de los gestos nacionalistas anticatalanes, sobre todo, en las regiones donde el peso del bloque PP-PSOE es más fuerte. En ese contexto, la gran baza frente a las elecciones ha sido (y es) enfatizar el peso de la corrupción durante los tiempos de Jordi Pujol para manchar la imagen de Artur Mas, apoyándose en el aparato judicial y, sobre todo, en los medios de comunicación, empeñados en oficio "pauloviano". ¿Con el objetivo de desmovilizar a los sectores nacionalistas? Parece surrealista que el partido más devorado por la corrupción se apoye en ella para “luchar” contra un movimiento que, en gran medida, se ha alimentado del mismo pienso. Contradicción posmoderna en estado puro.
Por otro lado, no creo que la designación de quien fuera alcalde de Badalona con argumentos estrictamente populistas, sea suficiente para movilizar a un hipotético sector no independentista oculto en la abstención. Y como guinda del pastel, para añadir más leña al fuego, se les ha ocurrido proponer una reforma del Tribunal Constitucional impresentable tanto en la forma como en el fondo: no se pueden hacer leyes para situaciones concretas.
La estrategia de Ciudadanos apenas se distingue de la del PP por ofrecer una imagen más moderna... liberal, menos paleolítica. La carencia de contradicciones como las asumidas por el PP debería apreciarse en unos resultados electorales de cierta entidad, por supuesto, dentro de la horquilla sociológica que, en la sociedad catalana, acota los sectores liberales no nacionalistas, menos relevantes que los nacionalistas. En todo caso, parece que después de las elecciones la oposición catalana estará liderada por este partido, que será la agrupación más votada sólo por detrás de Junts pel Sí...
Una vez marginada la posibilidad inmediata de un cambio constitucional, que podría haber aplazado el actual problema, la situación del PSOE es parecida a la del PP, con una diferencia fundamental: gran parte del electorado tradicional se ha sentido atraído por el independentismo; de ahí la pérdida de votos y de cuadros, captados por ERC. Desde esas circunstancias tan especiales, la actitud del PSC, condicionada por “los intereses de Estado”, por supuesto, según los ideólogos del PSOE, parece encaminada hacia el suicidio.
En consecuencia, es previsible que, ante las expectativas engendradas por los resultados electorales, algunos diputados socialistas catalanes sientan la tentación de romper la disciplina de voto, sobre todo, si la victoria de los independentistas fuera clara. Sólo tendría sentido mantener la disciplina de voto en un contexto que bloqueara las posibilidades de independencia. Y para complicar aún más la situación, se presenta el señor González, en su calidad de expresidente , lanzando anatemas, en postura más propia de la extrema derecha...
¿Los nacionalistas “moderados”? A nadar y guardar la ropa, como los gestores de las grandes empresas catalanas, condenadas a no hipotecar sus intereses en una situación cada vez más vidriosa.
Se veía venir; Podemos se ha convertido en una pieza clave en el rompecabezas catalán, pero no sé si es posible prever su comportamiento con los recursos analíticos (sociológicos) aplicables a otros partidos. Tengo la impresión —acaso equivocada— de que en ciertos foros, donde triunfan los textos del señor Monedero, aún no han asimilado la importancia de los parámetros sociales de fundamento emotivo…
Los actuales líderes de Podemos acaso sean quienes deban asumir mayores contradicciones como consecuencia de las decisiones estratégicas tomadas durante los meses recientes con la finalidad de construir un partido con “vocación de gobernar”. Desde ellas resultan esperpénticos los argumentos empleados para descalificar la candidatura de “Junts pel Sí”, por la supuesta relación del conglomerado con las estructuras corruptas relacionadas con la gestión de Jordi Pujol. Sin negar lo que han supuesto los gobiernos catalanes hasta la fecha y sus connivencias con las estructuras corruptas de implantación general, sería absurdo sumarse a los planteamientos de los partidos políticos cuya “nefasta gestión” justifica la propia existencia de Podemos como alternativa; una parte muy relevante de quienes apuestan por la independencia lo hacen, precisamente, para escapar de la misma “nefasta gestión”.
Si creemos lo que dicen ellos mismos, de momento, el objetivo político de Podemos es ganar a “Junts pel Si”, sin oponerse al “derecho a decidir”. Pero si tenemos en cuenta las indicaciones proporcionadas por las estimaciones de voto, no parece que ese objetivo sea realista. Si los resultados no se alejan mucho de las encuestas publicadas, el parlamento catalán quedará en situación tal (los escaños de PP, PSOE y C’s sumarán alrededor del 33 %) que la “mayoría amplia” dependería de la postura de “Catalunya Sí que es Pot”, que con sus 20 o 30 escaños tendría en su mano la llave de la decisión final.
Si Junts pel Si no consiguiera la mayoría absoluta en unión con CUP, “todo el mundo” volvería los ojos hacia Catalunya Sí que es Pot, que no tendría demasiadas opciones. ¿Es imaginable que los representantes catalanes de Podemos se unan al PP, al PSOE y a C’s? Cabría la posibilidad de que se abstuvieran, pero… francamente no creo que, con una situación tan polarizada, en Cataluña se entendiera el encogimiento de hombros, incluso si enfatizaran el objetivo de convocar una consulta rápida. Además, desde el actual planteamiento de los líderes de Podemos, existiría una fórmula de negociación sencilla para que Catalunya Sí que es Pot quede sin argumentos para enfrentarse al bloque independentista: bastaría con una solución similar a la que se está diseñando para un hipotético futuro gobierno del Estado español. Sustituir al señor Mas por una personalidad ajena a la saga Pujol o, incluso, a la CDC, resolvería el problema. Por supuesto, ello supondría una erosión muy fuerte de la expectativas de Podemos en el Estado español y, en consecuencia, podría derivar en un fiasco casi absoluto, que no enmendaría ni la previsible fusión con IU... El terremoto catalán podría derivar en tsunami que devastara las expectativas de la "izquierda" para las próximas elecciones generales.
Pero en todo caso, las decisiones no se van a tomar ni en Madrid ni en Barcelona, sino en los grandes foros de poder. Desde Europa la hipotética independencia de Cataluña sería un mal precedente, que podría afectar al Reino Unido, a Francia, a Italia, a Bélgica… Claro que lo mismo se podría haber dicho cuando se desintegró Yugoeslavia o cuando se separaron la república Checa y Eslovaquia, por no hablar de lo que ahora mismo está sucediendo en Ucrania. La legalidad europea acaso sea lo suficientemente sólida y enérgica como para desanimar a los secesionistas: eso parecen haber indicado la señora Merkel y el señor Cameron, pero... ¿Qué sucedería si cambiaran las circunstancias?; ¿qué sucedería si los dignatarios europeos tuvieran que enfrentarse al conflicto entre legalidad y legitimidad derivado de una apuesta por la independencia respaldada por el 66 % de los diputados catalanes? Porque en el fondo, el choque de trenes es el conflicto alimentado durante muchos años por los partidos "del sistema" entre legalidad y legitimidad, ese conflicto resuelto en muchos países de Europa mediante procedimientos radicales...
Para mayor abundamiento, en contrapartida a la actual legalidad, la segregación de Cataluña reduciría el peso político y económico de España y ello activaría múltiples posibilidades en beneficio de Alemania, Inglaterra y Francia… A ello aún deberíamos unir que la estructura socioeconómica catalana se aproxima más a los estándares europeos del norte que la española y que los factores emotivos, sensibles en casi todos los países europeos, están de parte de los intereses catalanes...
¿Cómo se resolverá el problema? Suceda lo que suceda, gane quien gane, el próximo día 28 se abrirá un período de incertidumbre que nos complicará la vida a todos... o a casi todos, porque seguro que los pijos del monopoly seguirán disfrutando de sus privilegios. Son las consecuencias de muchos años de gestión política inclinada hacia los intereses de los sectores económicos más poderosos; porque Franco lo dejó atado y bien atado.
¿Ensalada entre lo español y lo portugués? Acaso en este punto el lector crea que me he vuelto loco al emplear la referencia portuguesa en el título de la entrada; o lo que aún sería peor: que, tras muchos años de escepticismo semiótico, me ha dado por emular a U. Eco...
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