Y sin embargo, desde que el mundo es mundo, con excusas fatuas, los poderosos han deseado manifestarse en las alturas, cerca de Dios, o lo que es lo mismo, por encima de los simples mortales. Seguramente por no desafiar la ira divina, antaño fueron las torres de las iglesias o los alminares... Ahí está el caso de la majestuosa iglesia de "Santa Sofía" o el de Abderramán III, cuando, en el vértice del poder andalusí, ordenó construir el alminar... de la catedral de Córdoba. Desde que se disparó la especulación urbana en Estados Unidos, las grandes corporaciones dispusieron sus sedes en grandes edificios que ponían de manifiesto la capacidad del poder económico para desafiar a Dios... Esa costumbre llegó a Europa y, por supuesto, al resto del mundo.
Hubo un momento, allá por el año 2001, cuando a todos nos dio la sensación de que, por obra y gracia de un "terrorismo irracional", por fin, se había vuelto a manifestar el brazo iracundo y vengador de Jehovah... pero desde que lo asesinara Nietzsche, ya no infunde miedo y sólo se le usa para justificar intereses y creencias poco razonables. Sin embargo, cambiaron poco las cosas; en unos casos, porque era imposible detener los planes especulativos trazados y en otros, porque combatir al "terrorismo" no implicaba, necesariamente, ceder en los privilegios de altura. ¡Bastantes concesiones se habían hecho al pueblo llano suprimiendo el derecho de pernada!
Esa relación entre el poder económico y la "necesidad" de contemplar a los semejantes desde las alturas no ha cambiado y a pesar de la tragedia de la Torres Gemelas, se mantiene la estúpida carrera de llegar al cielo, que puede justificarse desde el prestigio proporcionado por la transposición del lema olímpico: los edificios más altos son siempre fronteras superadas de poder económico y desarrollo tecnológico (el incremento de la dificultad constructiva crece exponencialmente con el aumento de la altura).
Canary Wharf, debe su nombre a que en esa zona estaban los muelles donde llegaban los barcos que comerciaban con las Islas Canarias, y se ha convertido en una zona que compite con la vieja City sin las limitaciones que imponen las antiguas instituciones financieras y sus edificios emblemáticos y sin la deshumanización del ya viejo barrio londinense. Canary Wharf y sus alrededores van cubriéndose de edificaciones nuevas que proporcionan al lugar un carácter comparable a ciertos barrios de Nueva York y La Defense de París, pero con el "ambiente veneciano" proporcionado por la red de canales y los meandros del Támesis que proporcionan protagonismo esencial al agua.
El edificio más alto —de momento— es el One Canada Square (o Torre Canary Wharf, 1991), cuya construcción fue un encargo de compañía canadiense Olympia & York al arquitecto argentino César Pelli. Es sensiblemente prismático, con ventanas que conforman una retícula de Hering, y remate en lo más alto mediante una pirámide de poca altura, imposible de percibir cuando estamos a sus pies...
El orden geométrico, racional, coronado por el triángulo —pirámide— divino, parece gobernarlo todo, aunque la quietud que ello debería comportar se ve socavada por la inestabilidad perceptiva de la retícula definida por las ventanas, que proporciona un efecto realmente interesante —objetivamente interesante—. Desde este punto de vista la idea de César Pelli me parece magistral, porque el edificio contrapone la rigidez del orden geométrico —de connotaciones lógicas obvias—, el dinamismo propio de la "evanescencia" perceptiva, propia del componente animal que subyace en la naturaleza humana. No conozco otro edificio —seguramente habrá muchos otros comparables que no conozco— que substancie mejor la idea del orden cósmico derivado de la ideología liberal: el dinero puede romper el maleficio bíblico y aún, confundir a Dios, empleando formas que, según habíamos creído, emanaban del Logos. Acaso por la afinidad que engendran los opuestos, la idea me hace pensar en la "Muerte en Venecia", de Visconti, y también en el edificio construido en el número 1 de la calle Poultry, en la City londinense, de James Stirling (con M. Wilford), con un juego visual particularmente discutible, que sus defensores han convertido en un quintaesencia retórica trascendente (el eclecticismo simbólico —algo macarrónico— se hace un hueco en el territorio financiero, hasta entonces, paradigma del "buen gusto"). Demasiada "tela" para lanzar una digresión marginal en este momento.
Otro de los edificios más celebrados de Canary Wharf y sus alrededores es la sede de HSBC, entidad financiera de gran implantación en todo el mundo y, muy especialmente, en Hong Kong.
El conjunto Citygroup Centre se compone de dos edificios diseñados (CGC1, 1999 Y CGC2, 2001), respectivamente por Norman Foster y César Pelli; cambiaron de manos pocos años después de la construcción...
Los rascacielos, tomados uno a uno, no ofrecen grandes singularidades desde lo que se puede observar a ras de calle: formas geométricas sencillas, cristal, acero, aluminio... Me acordé obviamente de las Torres Gemelas, pero también del Park Inn de Berlín, ese ya viejo hotel del antiguo Berlín Este, cercano a la torre de comunicaciones, que junto a ella, en Alexanderplaz, subsiste como hito anacrónico de la potencialidad de la antigua Alemania del Este y referencia material de una manera de concebir la arquitectura emblemática como cotra-réplica e imitación —metáfora de la contradicción dialéctica— de las fórmulas capitalistas.
Sin embargo, la agrupación de rascacielos en la Isla de los Perros, cerca de uno de los aeropuertos londinenses, con el consiguiente tráfico aéreo, compone imagen sumamente cercana a la ciudad ideada por Friz Lang en Metropolis o la de Blade Runner, de Ridley Scott, ambas ofrecidas como respuesta la superpoblación y al "orden lógico", tal y como éste se entiende en ciertos ambientes ideológicos... en ambos casos no demasiado alejados de la premisas filosóficas de Hitler... Es interesante recordar cómo estructuraba Friz Lang los diferentes niveles de la ciudad "súper-racional" y también cómo acotaba R. Scott a ese personaje (¿superhombre?) que había llegado a las puertas de Tannhauser.
Lo más curioso es esa vinculación alemana de la arquitectura del neoliberalismo activa una comparación que desemboca en dos maneras muy diferentes de entender la arquitectura. La zona de Berlín comparable al Canary Wharf, la Postdamer Plaz, está concebida como un área urbana abierta a todos los ciudadanos, mientras que en Londres como en la antigua City, nos encontramos ante áreas alejas de los lugares de mayor confluencia popular, restringidas a quienes trabajan para las entidades financieras con sedes allí. Como sucede en la City, en Canary Warf es difícil ver personas que no vistan según los moldes arquetípicos de los ejecutivos: chaqueta y corbata para los hombres y traje oscuro y tacones altos para las mujeres.
Si la arquitectura es reflejo del poder y del desarrollo tecnológico, las calles de Londres ofrecen un magnífico panorama, comparable al de las grandes ciudades norteamericanas y chinas, pero con matices netamente europeos: poco a poco se va configurando una nueva Venecia para uso y disfrute de los nuevos príncipes y sus cortesanos...
De momento, los ciudadanos "del común" podemos pasear por sus calles incluso de noche sin sentirnos hormigas dentro de un decorado monstruosamente grandilocuente, aunque lo sea.
De momento, los ciudadanos "del común" podemos pasear por sus calles incluso de noche sin sentirnos hormigas dentro de un decorado monstruosamente grandilocuente, aunque lo sea.
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