miércoles, 28 de enero de 2015

Toquemos

Por Martsa

Desde el 20 de enero, el Museo Nacional del Prado abre sus puertas con una exposición poco común. Se trata de la primera iniciativa de esta institución de acercar el arte a personas invidentes con una exposición pensada para ellos. Son seis obras “representativas del museo” entre las que se encuentran La fragua de Vulcano, La Gioconda o El caballero de la mano en el pecho. Estas obras han sido reproducidas en 3D a modo de bajo relieve resaltando únicamente el carácter iconográfico de las obras puesto que se trata de reconocer las formas contorneadas del objeto representado, no de la manera en la que se representó.
De esta manera, lo que sin duda pudo ser una propuesta interesante de enfocar lo artístico de una manera en la que pueda ser percibida mediante otros medios distintos a los usuales, el tacto en vez de la vista, se convierte en un entretenimiento anecdótico de reconocimiento de formas cuya satisfacción personal a modo de recompensa se reduce a lo que puedo llegar a reconocer y no a lo que puedo llegar a sentir o interpretar como suele ocurrir en lo artístico. Una atracción para llenar una tarde vacía.
Que nadie se ofenda. Por supuesto, para una persona que nunca ha podido ver la Gioconda debe ser gratificante poder reconocer entre esos relieves las comisuras de la boca de la retratada, la posición de las manos o la ambigüedad en la línea de horizonte del fondo aunque esto sólo satisfaga la parte más cultural del arte o, dicho de otra manera, la interpretación desde el punto de vista de la percepción voluntaria. Por ello pienso que la elección de los cuadros a “adivinar” es muy acertada. En todos resalta lo iconográfico frente a lo expresivo y, sobretodo, son muy conocidos.
Quizá, el hecho de poder tocar las propias pinceladas de las pinturas, en vez de eliminarlas y recalcar los contornos, podría haber inducido cierto carácter involuntario a la hora de interpretar el cuadro, aunque esto hubiera requerido otro tipo de pinturas.

Por ello pienso que, en contraposición a lo que dice el Museo Nacional del Prado de ser una “iniciativa accesible a personas con discapacidad visual” y más cuando afirma que el objetivo es “lograr una percepción emocional de la obra”, podemos dejar a un lado la moralina y la falsa integración y organizar actividades que de verdad estén pensadas para percibir con el tacto en vez de adaptaciones forzadas del arte para convertir lo visible en táctil. ¿O acaso este sentido no tiene la capacidad sensible de percibir todo lo que puede proponer el mundo de lo artístico? Con esta actividad, la integración se convierte en un subrayado continuo de las limitaciones en vez de un contacto directo con el arte o con la historia del arte y las posibilidades que podrían resultar de actividades de este tipo.  

2 comentarios:

  1. ¿Realmente es tan determinante conocer el trazo del pintor si no se ve la luz que produce este?
    Sería, creo yo, más conveniente tener a mano unas esculturas "tocables" para que no haya tantas interferencias entre los lenguajes que son capaces de percibir y sea una experiencia más directa.

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  2. Estoy completamente de acuerdo. Las características primordiales de la escultura si son compatibles con otras formas de percepción que no son las visuales. No obstante, ya que hablamos de pintura, no deja de ser interesante, sobretodo en una pintura más gestual, que no pretende representar luces y sombras, poder tocar las direcciones, las formas, los espacios siendo esta una manera también directa de conectar con la obra en un terreno de lo no voluntario. Es cierto que cambiaría su identidad pictórica por la de un relieve, pero en cierto tipo de pintura la intencionalidad básica se regocija precisamente en estos elementos que sí pueden ser tocados.

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