En 1987, Gala presentó Séneca o el beneficio de la duda con las mismas palabras que han empleado para el díptico que entregan a quienes durante estos días acuden al Valle-Inclán:
"Desde muy joven acaricié la idea de escribir sobre Séneca. Es un personaje conocido -no demasiado, quizá sólo supuesto- como moralista, como filósofo, como dramaturgo. Pero su actividad política, no reducida a la formación de Nerón, suele quedar, acaso con intención, en la sombra. Las contradicciones que se dan entre la obra y la actitud de Séneca son tan graves que no podían dejar de atraer a un autor de teatro. Porque él es, al mismo tiempo, protagonista y antagonista de su vida.
En una época cuya decadencia, cuya corrupción general, cuya sensación de agotamiento, la hacen tan semejante a la nuestra, hay un hombre de Córdoba -el más romano de todos los estoicos y el más estoico de todos los romanos- que personifica las tentaciones que el poder plantea a la ética, y el contagio con que la amoralidad asalta a la virtud."
No sé si el mantenimiento de ese prefacio armoniza bien con la voluntad de "actualizar" la obra añadiéndole otros textos del propio Gala, que sirvieran para enfatizar la corrupción endémica del poder y que los personajes de aquellos tiempos se debatían "por sobrevivir, con diferentes armas, en esa ciénaga. Ocurrió en el siglo primero en Roma, pero nos resulta lacerantemente actual."
Respuesta. Antonio elige con mucha sabiduría trabajar sobre el joven Nerón, sobre la primera parte de su gobierno y no sobre toda su vida. Ahí toma importancia la influencia que recibe de Séneca, la positiva y la negativa. Por eso vemos a ese joven Nerón que lucha contra la guerra, que es incapaz de firmar una pena de muerte, que dice que la cultura y el arte deben ser la guía para un gobierno. Él lucha por todo eso y se desespera porque no lo consigue. Así, vemos como a medida que avanza la obra Nerón irá perdiendo pie por la influencia negativa de su entorno, de su madre, del propio Séneca. Y llegará un momento en que en manos de Popea, pierde toda autoridad y empieza a entrar en un declive que le lleva a perder la cabeza Yo he insistido en eso que aparecía en el original: en lo que Nerón podría haber sido y no fue, y en el Séneca más desconocido, no sólo en el que escribió sobre la ética y la moral. Es interesante ver la resignación de Séneca ante la corrupción y ver cómo la obra plantea que, para mantener el poder, simplemente hay que ser pasivo, no ir contra el viento, dejar que pasen las cosas. Tenemos ejemplos recientes en la cabeza de nuestro gobierno en los que vemos cómo efectivamente que la inactividad lleva a la supervivencia."
Deberé revisar mis juicios aunque no sé si mereciera la pena; asumir en este caso la fidelidad histórica del texto de Gala-Hernández podría conducirme directamente a emular al preceptor cordobés y cortarme las venas, por supuesto, con mayor voluntad y maestría de las aplicadas al mismo menester por el personaje histórico. Tantas veces se ha repetido que Séneca fue precursor de la ética cristiana que, por lo visto, algunos se lo han creído: como si ésta fuera "superior" a la que imponía orden entre los ciudadanos romanos, que en su paganismo sólo podían ser como los habitantes de Sodoma y Gomorra, viciosos sin escrúpulos. Para compensar tantos desvaríos, en justa penitencia, sugiero al lector que eche un vistazo a la obra de Edward Gibbon (The History of the Decline and Fall of the Roman Empire), que durante el siglo XVIII planteó la tesis de que la caída del Imperio Romano se debió, precisamente, al difusión del cristianismo. Y para sacar nota, aún quedaría analizar con calma el derecho romano... Vivieron hace más de 1500 años, eran paganos pero su civilización se impuso en casi toda Europa durante muchos años y sus leyes fueron el fundamento de la legalidad moderna.
Da espanto contemplar al Neron más casposo construido por el resentimiento de los patricios y reforzado por ciertas "aportaciones" interesadas, que lo convirtieron —sin mucho fundamento— en soporte de todos los vicios, por supuesto, sexuales y sociales. Al personaje de Gala-Hernández no le supera ni el pergeñado por Mervyn LeRoy y Sam Zimbalist (Quo Vadis, 1951) para lucimiento de Peter Ustinov. Seguramente porque me dominan las querencias cinematográficas, la "construcción" de Diego Garrido en esta función me ha recordado al Martin von Essenbeck de Visconti (La caduta degli dei, 1969)... Y conste que, en el montaje ofrecido en el Valle-Inclán, ese personaje no queda mal; pero, según parece, nada tiene que ver con aquel Emperador que fue divinizado bajo la presión popular y que tal vez cometió un pecado imperdonable: hacer política en beneficio de quienes menos tenían.
Por otra parte, plantear a modo de contrapeso y contraste, que antes de girar hacia el "mal", a imagen y semejanza de los ilustrados, propuso que la cultura y el arte definieran la guía de su gobierno es para revolcarse por el suelo. Algo parecido sucede con la alusión a Mesopotamia...
Y mejor no entremos en la "veracidad histórica" de la imanen construida sobre el propio Séneca, que se opone a Petronio para forzar un antagonismo ajeno a lo que sabemos de ambos. Sugiero al lector que eche un vistazo al Satiricón y se centre en las vicisitudes de Eumolpo... e intente imaginar a quién alude Petronio con él.
Enfatizar el asunto de la migraciones hablando de los tiempos de los Julio-Claudios parece una apuesta demasiado caprichosa, tan descontextualizada como equiparar la "corrupción" de hoy a la "decadencia moral" de aquellos tiempos. Da la sensación de que Antonio Gala y Emilio Hernández se han fiado demasiado de las fuentes latinas convencionales para construir un ambiente sociocultural escasamente atento a circunstancias tan relevantes como la relación entre los patricios y las clases populares, aludida sólo tangencialmente, o la estructura esclavista del sistema productivo, desde la que era francamente difícil establecer una "moralidad" afín a la nuestra.
Por no hablar de un "pequeño" detalle en el que no sé si han pensado quienes construyeron el texto: el cataclismo que destruyo al Imperio Romano muchos años después de los tiempos de Nerón, tuvo múltiples epicentros: uno de ellos pudo ser, como planteaba Gibbon, la difución del cristianismo, pero otro de los más importantes fue, precisamente, la desbordante actividad migratoria...
Para complicar aún más las cosas, por si la voluntad de ofrecer una reflexión filosófica sobre las relaciones entre la ética —o la moralidad—, la sexualidad y el poder, no fuera empresa compleja, en este montaje, aparece periódicamente Carmen Linares (representando a Helvia) para marcar jalones que enfatizan "lo cordobés", lo que vincula al personaje con sus raíces, con el vientre materno, en términos sólo comprensibles desde lo que por tal se entiende hoy, por supuesto, únicamente en determinados ambientes y lugares. Desde el juego de anacronismos, que pudieran justificarse por razones "literarias", es complicado entender lo argumentado sobre el escenario, en especial para quien no esté familiarizado con "las cosas de Gala"; quizás hubiera ayudado mantener la acotación firmada por el propio autor, que aparecía en la versión original de 1987:
"Ante Séneca entero, no dividido por interesadas y parciales interpretaciones, el político de todas las épocas se reconoce como es: un egoísta turbio y a la vez un amante de su pueblo; alguien que elige el mal menor, aprovecha los hechos consumados, interviene en los enigmáticos caminos del corazón, decide sobre la suerte de sus contemporáneos, y abandona por fin -más que vencido, hastiado- el campo de batalla.
Ante Séneca, el hombre de cualquier época saca la conclusión de que su oficio no es la verdad ni el hallazgo de la verdad su profesión. La conclusión de que lo auténticamente humano es la duda: la duda permanente, la duda como beneficio supremo, como pesquisa interminable y como único signo inequívoco de ardor, de raciocinio y de vitalidad."
¿Todos los políticos son egoístas turbios, pero amantes de sus pueblos? Al menos en estos asuntos, me siento más cerca de Wenceslao Fernández Flórez que de Antonio Gala y de lo ofrecido sobre el escenario del Valle-Inclán: ¿Duda alguien de que, en la práctica, los pecados capitales estén muy por encima de las virtudes morales de "nuestros" políticos?.
Por lo demás... Aunque la caracterización de los personajes no me guste, los actores están bien; algunos, magníficos. La música... no es lo mío; al menos ese tipo de música. El montaje, la escenografía y la iluminación son... eficaces. Acaso pusiera algún reparo al vestuario que, sin embargo, plásticamente compone bien: En suma, el espectáculo construido combinando los recursos de las formas tradicionales con fórmulas de los montajes musicales y una buena dosis de sexo teatralizado, está bien, divierte a la gente, aunque como le dijo hace años cierta joven a un profesor, de esos que se esfuerzan por "ser cercanos" y activar dudas y reflexiones en las mentes de quienes escuchan:
—Qué bien hablas, me encanta oírte... Aunque no sé que pretendías decirnos.
Contra lo que dijo otro filósofo, no siempre la duda es la escuela de la inteligencia; con frecuencia, sólo es la antesala de la perplejidad y del desconcierto.
"Desde muy joven acaricié la idea de escribir sobre Séneca. Es un personaje conocido -no demasiado, quizá sólo supuesto- como moralista, como filósofo, como dramaturgo. Pero su actividad política, no reducida a la formación de Nerón, suele quedar, acaso con intención, en la sombra. Las contradicciones que se dan entre la obra y la actitud de Séneca son tan graves que no podían dejar de atraer a un autor de teatro. Porque él es, al mismo tiempo, protagonista y antagonista de su vida.
En una época cuya decadencia, cuya corrupción general, cuya sensación de agotamiento, la hacen tan semejante a la nuestra, hay un hombre de Córdoba -el más romano de todos los estoicos y el más estoico de todos los romanos- que personifica las tentaciones que el poder plantea a la ética, y el contagio con que la amoralidad asalta a la virtud."
Foto CDN |
Tenía entendido que al autor cordobés le importa poco escribir sobre asuntos históricos sin atenerse a la realidad de los tiempos pasados; creí que éstos le habían servido como excusas para ofrecer sus reflexiones, con frecuencia, fáciles de contextualizar en su propio periplo vital, hilvanadas con la maestría literaria que le distingue... Sin embargo, Emilio Hernández, en el dossier, aún refuerza más la supuesta voluntad de recrear los tiempos en los que el Imperio Romano alcanzó su máxima expansión territorial:
"Pregunta. En tu versión, como en la obra de Gala, se respeta el personaje histórico de Nerón, ¿no es así?Respuesta. Antonio elige con mucha sabiduría trabajar sobre el joven Nerón, sobre la primera parte de su gobierno y no sobre toda su vida. Ahí toma importancia la influencia que recibe de Séneca, la positiva y la negativa. Por eso vemos a ese joven Nerón que lucha contra la guerra, que es incapaz de firmar una pena de muerte, que dice que la cultura y el arte deben ser la guía para un gobierno. Él lucha por todo eso y se desespera porque no lo consigue. Así, vemos como a medida que avanza la obra Nerón irá perdiendo pie por la influencia negativa de su entorno, de su madre, del propio Séneca. Y llegará un momento en que en manos de Popea, pierde toda autoridad y empieza a entrar en un declive que le lleva a perder la cabeza Yo he insistido en eso que aparecía en el original: en lo que Nerón podría haber sido y no fue, y en el Séneca más desconocido, no sólo en el que escribió sobre la ética y la moral. Es interesante ver la resignación de Séneca ante la corrupción y ver cómo la obra plantea que, para mantener el poder, simplemente hay que ser pasivo, no ir contra el viento, dejar que pasen las cosas. Tenemos ejemplos recientes en la cabeza de nuestro gobierno en los que vemos cómo efectivamente que la inactividad lleva a la supervivencia."
Deberé revisar mis juicios aunque no sé si mereciera la pena; asumir en este caso la fidelidad histórica del texto de Gala-Hernández podría conducirme directamente a emular al preceptor cordobés y cortarme las venas, por supuesto, con mayor voluntad y maestría de las aplicadas al mismo menester por el personaje histórico. Tantas veces se ha repetido que Séneca fue precursor de la ética cristiana que, por lo visto, algunos se lo han creído: como si ésta fuera "superior" a la que imponía orden entre los ciudadanos romanos, que en su paganismo sólo podían ser como los habitantes de Sodoma y Gomorra, viciosos sin escrúpulos. Para compensar tantos desvaríos, en justa penitencia, sugiero al lector que eche un vistazo a la obra de Edward Gibbon (The History of the Decline and Fall of the Roman Empire), que durante el siglo XVIII planteó la tesis de que la caída del Imperio Romano se debió, precisamente, al difusión del cristianismo. Y para sacar nota, aún quedaría analizar con calma el derecho romano... Vivieron hace más de 1500 años, eran paganos pero su civilización se impuso en casi toda Europa durante muchos años y sus leyes fueron el fundamento de la legalidad moderna.
Foto CDN |
Y mejor no entremos en la "veracidad histórica" de la imanen construida sobre el propio Séneca, que se opone a Petronio para forzar un antagonismo ajeno a lo que sabemos de ambos. Sugiero al lector que eche un vistazo al Satiricón y se centre en las vicisitudes de Eumolpo... e intente imaginar a quién alude Petronio con él.
Enfatizar el asunto de la migraciones hablando de los tiempos de los Julio-Claudios parece una apuesta demasiado caprichosa, tan descontextualizada como equiparar la "corrupción" de hoy a la "decadencia moral" de aquellos tiempos. Da la sensación de que Antonio Gala y Emilio Hernández se han fiado demasiado de las fuentes latinas convencionales para construir un ambiente sociocultural escasamente atento a circunstancias tan relevantes como la relación entre los patricios y las clases populares, aludida sólo tangencialmente, o la estructura esclavista del sistema productivo, desde la que era francamente difícil establecer una "moralidad" afín a la nuestra.
Por no hablar de un "pequeño" detalle en el que no sé si han pensado quienes construyeron el texto: el cataclismo que destruyo al Imperio Romano muchos años después de los tiempos de Nerón, tuvo múltiples epicentros: uno de ellos pudo ser, como planteaba Gibbon, la difución del cristianismo, pero otro de los más importantes fue, precisamente, la desbordante actividad migratoria...
Foto CDN |
"Ante Séneca entero, no dividido por interesadas y parciales interpretaciones, el político de todas las épocas se reconoce como es: un egoísta turbio y a la vez un amante de su pueblo; alguien que elige el mal menor, aprovecha los hechos consumados, interviene en los enigmáticos caminos del corazón, decide sobre la suerte de sus contemporáneos, y abandona por fin -más que vencido, hastiado- el campo de batalla.
Ante Séneca, el hombre de cualquier época saca la conclusión de que su oficio no es la verdad ni el hallazgo de la verdad su profesión. La conclusión de que lo auténticamente humano es la duda: la duda permanente, la duda como beneficio supremo, como pesquisa interminable y como único signo inequívoco de ardor, de raciocinio y de vitalidad."
¿Todos los políticos son egoístas turbios, pero amantes de sus pueblos? Al menos en estos asuntos, me siento más cerca de Wenceslao Fernández Flórez que de Antonio Gala y de lo ofrecido sobre el escenario del Valle-Inclán: ¿Duda alguien de que, en la práctica, los pecados capitales estén muy por encima de las virtudes morales de "nuestros" políticos?.
—Qué bien hablas, me encanta oírte... Aunque no sé que pretendías decirnos.
Contra lo que dijo otro filósofo, no siempre la duda es la escuela de la inteligencia; con frecuencia, sólo es la antesala de la perplejidad y del desconcierto.
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