La noticia ya es vieja, pero como tenía aparcado el borrador...
Quienes la aprecian desde las páginas de papel cuché estaban desolados imaginando que al fracasar las gestiones para vender su colección al Estado, acabaría en las dependencias de Caritas. Pero no, no ha sido para tanto. Tita podrá descansar tranquila sin amenazas de expropiación o de no llegar a fin de mes gracias a los más de veinte millones de euros conseguidos por la venta de La esclusa, de Constable. Se diría que Tita ha lanzado un órdago para presionar al Gobierno español en su pretensión de vender su colección cuanto antes, mediante un acuerdo comparable al suscrito por su marido.
Los 350 millones de dólares que pagó el Estado por la colección Thyssen quedaron al arbitrio de un patronato, controlado, de hecho, por una persona muy capacitada para la vida social y para administrar sus bienes, pero sin la formación necesaria para gestionar un museo en un universo cada vez más complejo. Contemplado el asunto desde el exterior, se diría que Tita maneja las obras del museoide como si, en realidad, siguieran siendo suyas y sólo suyas. Porque... no son suyas. ¿O sí?
Seguramente con el dinero conseguido Tita tenga cubiertas sus necesidades materiales hasta que cambien los vientos y pueda vender su colección al Estado español, sin que estalle un escándalo social y sin que salgan perjudicados las gentes guapas designadas para cobrar las comisiones oportunas. Y si se retrasara mucho el tiempo de las vacas gordas, podrá seguir vendiendo obras del museoide, tanto si son suyas como si son del grupo adquirido a su esposo, porque así está recogido en los acuerdos firmados por el Estado español para sonrojo de propios y extraños.
La archiduquesa Francesca, que forma parte del patronato pero va por libre, ha explicado que, en realidad, esa venta, que erosiona gravemente la colección y el prestigio de la institución, está forzada por una gestión nefasta tanto del Ministerio (perdón, quiero decir "ministerio") como de la propia Tita, pero, sobre todo, por las circunstancias de Bankia, que como Fundación Caja Madrid, venía aportando una importante suma de para el buen funcionamiento del "tinglado". Sin ella y sin las dádivas más o menos soterradas del Estado, la Fundación, en su diseño actual, es insostenible —siempre según la archiduquesa.
Las consecuencias de la crisis nos llevarán lejos...
Quienes la aprecian desde las páginas de papel cuché estaban desolados imaginando que al fracasar las gestiones para vender su colección al Estado, acabaría en las dependencias de Caritas. Pero no, no ha sido para tanto. Tita podrá descansar tranquila sin amenazas de expropiación o de no llegar a fin de mes gracias a los más de veinte millones de euros conseguidos por la venta de La esclusa, de Constable. Se diría que Tita ha lanzado un órdago para presionar al Gobierno español en su pretensión de vender su colección cuanto antes, mediante un acuerdo comparable al suscrito por su marido.
Los 350 millones de dólares que pagó el Estado por la colección Thyssen quedaron al arbitrio de un patronato, controlado, de hecho, por una persona muy capacitada para la vida social y para administrar sus bienes, pero sin la formación necesaria para gestionar un museo en un universo cada vez más complejo. Contemplado el asunto desde el exterior, se diría que Tita maneja las obras del museoide como si, en realidad, siguieran siendo suyas y sólo suyas. Porque... no son suyas. ¿O sí?
Seguramente con el dinero conseguido Tita tenga cubiertas sus necesidades materiales hasta que cambien los vientos y pueda vender su colección al Estado español, sin que estalle un escándalo social y sin que salgan perjudicados las gentes guapas designadas para cobrar las comisiones oportunas. Y si se retrasara mucho el tiempo de las vacas gordas, podrá seguir vendiendo obras del museoide, tanto si son suyas como si son del grupo adquirido a su esposo, porque así está recogido en los acuerdos firmados por el Estado español para sonrojo de propios y extraños.
La archiduquesa Francesca, que forma parte del patronato pero va por libre, ha explicado que, en realidad, esa venta, que erosiona gravemente la colección y el prestigio de la institución, está forzada por una gestión nefasta tanto del Ministerio (perdón, quiero decir "ministerio") como de la propia Tita, pero, sobre todo, por las circunstancias de Bankia, que como Fundación Caja Madrid, venía aportando una importante suma de para el buen funcionamiento del "tinglado". Sin ella y sin las dádivas más o menos soterradas del Estado, la Fundación, en su diseño actual, es insostenible —siempre según la archiduquesa.
Las consecuencias de la crisis nos llevarán lejos...
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