El yacimiento
Dicen que es el yacimiento romano mejor estudiado de Portugal, aunque como sucede en otros puntos de la península Ibérica e, incluso, en Italia, lo que falta por excavar es, en metros cuadrados, muy relevante. Informa sobre lo que fue, a efectos culturales, la ocupación romana en esa zona.
Tal y como acreditan los restos encontrados, no fue una ciudad excesivamente importante: no han aparecido restos de gran significación ornamental y, por lo tanto, no podemos decir que contara con edificaciones de gran ambición cosmética o emblemática. En todo caso, junto con Braga y Lugo se cuenta entre las ciudades más importantes del noroeste de la península Ibérica y, sólo por esta circunstancia, merece una atención muy especial, puesto que es la que ofrece sedimentos menos manipulados. A medida que progresen los trabajos arqueológicos, que en la actualidad parecen ralentizados, iremos incrementando de modo significativo el caudal de datos sobre la romanización de dicha zona.
Desde el punto de vista histórico-estético, lo más importante son, obviamente, los mosaicos que definen una colección muy estimable.
El yacimiento fue objeto de un planteamiento de conservación innovador, si lo contemplamos en el contexto geográfico próximo. La idea consistía en aplicar un plan más o menos integral y construir una infraestructura de cierta entidad, concebida para proteger los restos arqueológicos y, al mismo tiempo, convertirlo en foco de atracción cultural y turístico. El resultado, contemplado con la perspectiva de los años, es brillante y descorazonador al mismo tiempo.
Las estructuras construidas para preservar los restos —especialmente lo mosaicos—, de la acción de los elementos han cumplido su función, aunque ya se dejan sentir las consecuencias de un mantenimiento poco generoso. Se aprecian problemas de oxidación en todas la instalaciones de acero y también en las de hormigón armado; hay instalaciones e infraestructuras (agua, desagües, electricidad, etc.) con signos de abandono, las pasarelas de trámex tienen problemas de estabilidad en algunos puntos... Demasiados indicios que anticipan graves problemas en el futuro y, con ello, una indeseable paradoja: las “estructuras de protección” pueden convertir el yacimiento en una “ruina híbrida”, en la que podría tener más peso visual la “ruina moderna” que la antigua.
Teniendo en cuenta esos problemas, comunes con otros yacimientos de planteamientos similares, estas estructuras movilizan una reflexión provocadora casi obvia sobre si no habría sido más práctico haber procedido a reconstrucciones más en el espíritu del siglo XIX, porque de ese modo, el resultado visual del yacimiento no aparecería tan desfigurado y habría sido más fácil de conservar... en su "aspecto original". Por si cayeran milagrosamente en este blog los amigos de la descontextualización interesada, insisto en que este comentario sólo es una provocación "calculada"; de lo que estoy hablando elípticamente es de la conveniencia de ampliar los presupuestos para el mantenimiento y la conservación de estas instalaciones, siempre rentables desde los puntos de vista educativo, cultural y, por supuesto, turístico.
Por lo demás... aunque existen restauraciones que discutirían algunos puristas, a mi juicio, la voluntad de facilitar al público la comprensión de los conjuntos arquitectónicos, es encomiable. Los itinerarios están bien señalizados y existen cartelas algo envejecidas que aún informan adecuadamente al visitante. Es una delicia recorrerlo, incluso con sol justiciero, porque es fácil encontrar zonas sombreadas y las instalaciones anexas (tienda y cafetería) están francamente bien.
El museo
El museo ofrece una instalación bastante buena si nos atenemos al carácter de las salas y a la disposición e iluminación de las vitrinas, ordenadas según criterios temáticos. Estoy seguro de que cumple perfectamente su función como instrumento educativo y formativo. También es interesante el carácter de la parte administrativa, según la configuración de las casas romanas de cierto rango, con las dependencias distribuidas alrededor de un patio con acequia perimetral, según parece, alimentada mediante el agua de lluvia; tiene un mecanismo de cadenas para manejar los flujos de agua aparentemente atorado.
Por contra, el museo no ofrece demasiadas concesiones al visitante efímero porque, como ocurre en otros museos de Portugal, muchas piezas de las vitrinas sólo están identificadas mediante un número que nos remite a un catálogo impreso; la documentación en carteles y paneles es exigua.
Aunque no se aprecian de modo especialmente hiriente los efectos de la crisis, se perciben detalles muy significativos. Por ejemplo, en un panel puede leerse: "Investigaciones en curso 2000-2006". ¿Debemos entender que los trabajos arqueológicos de Conímbriga llevan bloqueados ocho años? Otro detalle curioso: en la tienda del museo, aún venden diapositivas...
Las personas que atienden a los visitantes son muy amables.
Los capiteles
Me ha tocado el nervio (para bien) la manera de presentar un fragmento de capitel corintio, probablemente, del siglo I, sobre un fuste nuevo con lo que parece ser una laja que cumple funciones de collarino, que puede confundir al visitante —podría interpretarse que el collarino está tallado en el bloque del capitel— e ilustra sobre la posibilidad de que ese elemento formara parte, indistintamente, del fuste o del capitel; lo normal es que esté tallado en el fuste, pero en el noroeste de la península Ibérica son numerosos los capiteles de época romana (más o menos tardía) con collarino abocelado liso. Por fortuna, existe otro fragmento en la "casa romana" anexa al museo que resuelve las posibles dudas puesto que no posee collarino, tal y como es norma en las piezas, fuertemente normalizadas, de la misma época.
En las vitrinas del museo hay varios fragmentos de pequeños capiteles corintios lisos, entre los que destaca uno con gran desarrollo del cáliz de las volutas y un muy grueso labio del kálatos; informa sobre la implantación temprana de las modalidades de concepción estructural afín, pero con talla fina, que son frecuentes en el noroeste de la Península.
También cuentan con un hermoso capitel jónico (unido a un fragmento de columna), muy deteriorado y de cualidades peculiares, por la forma empleada en él para resolver la unión entre las volutas y el equino, sin la habitual palmeta en abanico, que caracteriza a esta modalidad desde tiempos griegos; también cuenta con flores retalladas sobre las ovas extremas; la flor que remata la hélice orienta sobre un momento de realización relativamente tardío, acaso en los alrededores del año 200, cuando los tallistas ya no seguían disciplinas formales tan rigurosas como en los años precedentes.
Completan el conjunto un capitel muy erosionado de hojas lisas y dos capitelillos con talla ornamental más en la sala "hispano-visigótica". Uno de estos últimos, de pequeño tamaño, cuenta con estructura muy evolucionada del orden corintio (no se puede decir que sea de "orden corintio" ni de las variedades corintizantes), con juegos de dobles zarcillos a modo de volutas. Lo más peculiar de esta pieza es el ábaco, apenas perceptible si lo contemplamos de frente, pero que ofrece un diseño en planta (visto desde "arriba") propio de capiteles de los siglos I y II. A mi juicio, este detalle lo aleja del siglo VII y vuelve a poner sobre la mesa el problema del exceso de celo de los historiadores proclives a inflar la época visigoda. Es más probable que fuera realizado en relación al impulso constructivo asociado a la institucionalización del cristianismo en los alrededores del año 400. En todo caso, se trata de una pieza de escasa relevancia estructural, acaso tallado para un parteluz.
Otro de los capiteles de la misma sala "hispano-visigótica", asimismo de tamaño reducido, repite modalidad estructural relativamente frecuente en la península Ibérica, sobre todo, en la Bética, de cuatro hojas angulares de concepción algo tosca, alejada de los acantos tradicionales, pero no demasiado de las formas de ornato de los capiteles corintizantes. Su variedad estructural podría derivar de las modalidades que Pensabene llamaba "corintizantes de doble S", frecuentes a partir del siglo III. Es sumamente curioso el contario que define una especie de zona de transición entre las hojas y el ábaco, moldurado con una suave incisión longitudinal redondeada. Su talla es tosca y, frente al anterior, el ábaco cuadrado, sin la articulación de "brazos curvos" y cruz de cartelas, hace pensar también en una función meramente ornamental. No creo que se pueda relacionar con la cultura de los tiempos hispanovisigóticos, sino más bien con las tradiciones hispanorromanas. Como en el caso anterior, me parece más probable que fuera realizado en los alrededores del año 400 y, en todo caso, al margen de la cultura visigoda.
Otras circunstancias
A destacar la existencia de elementos arquitectónicos con planta de arco ultrapasado en las Termas del Acueducto (siglo II), que de nuevo ponen sobre la mesa la existencia de esa "forma" en contextos arqueológicos muy anteriores a la cristianización y, por supuesto, a la llegada de las invasiones.
Dicen que es el yacimiento romano mejor estudiado de Portugal, aunque como sucede en otros puntos de la península Ibérica e, incluso, en Italia, lo que falta por excavar es, en metros cuadrados, muy relevante. Informa sobre lo que fue, a efectos culturales, la ocupación romana en esa zona.
Tal y como acreditan los restos encontrados, no fue una ciudad excesivamente importante: no han aparecido restos de gran significación ornamental y, por lo tanto, no podemos decir que contara con edificaciones de gran ambición cosmética o emblemática. En todo caso, junto con Braga y Lugo se cuenta entre las ciudades más importantes del noroeste de la península Ibérica y, sólo por esta circunstancia, merece una atención muy especial, puesto que es la que ofrece sedimentos menos manipulados. A medida que progresen los trabajos arqueológicos, que en la actualidad parecen ralentizados, iremos incrementando de modo significativo el caudal de datos sobre la romanización de dicha zona.
Desde el punto de vista histórico-estético, lo más importante son, obviamente, los mosaicos que definen una colección muy estimable.
El yacimiento fue objeto de un planteamiento de conservación innovador, si lo contemplamos en el contexto geográfico próximo. La idea consistía en aplicar un plan más o menos integral y construir una infraestructura de cierta entidad, concebida para proteger los restos arqueológicos y, al mismo tiempo, convertirlo en foco de atracción cultural y turístico. El resultado, contemplado con la perspectiva de los años, es brillante y descorazonador al mismo tiempo.
Las estructuras construidas para preservar los restos —especialmente lo mosaicos—, de la acción de los elementos han cumplido su función, aunque ya se dejan sentir las consecuencias de un mantenimiento poco generoso. Se aprecian problemas de oxidación en todas la instalaciones de acero y también en las de hormigón armado; hay instalaciones e infraestructuras (agua, desagües, electricidad, etc.) con signos de abandono, las pasarelas de trámex tienen problemas de estabilidad en algunos puntos... Demasiados indicios que anticipan graves problemas en el futuro y, con ello, una indeseable paradoja: las “estructuras de protección” pueden convertir el yacimiento en una “ruina híbrida”, en la que podría tener más peso visual la “ruina moderna” que la antigua.
Teniendo en cuenta esos problemas, comunes con otros yacimientos de planteamientos similares, estas estructuras movilizan una reflexión provocadora casi obvia sobre si no habría sido más práctico haber procedido a reconstrucciones más en el espíritu del siglo XIX, porque de ese modo, el resultado visual del yacimiento no aparecería tan desfigurado y habría sido más fácil de conservar... en su "aspecto original". Por si cayeran milagrosamente en este blog los amigos de la descontextualización interesada, insisto en que este comentario sólo es una provocación "calculada"; de lo que estoy hablando elípticamente es de la conveniencia de ampliar los presupuestos para el mantenimiento y la conservación de estas instalaciones, siempre rentables desde los puntos de vista educativo, cultural y, por supuesto, turístico.
Por lo demás... aunque existen restauraciones que discutirían algunos puristas, a mi juicio, la voluntad de facilitar al público la comprensión de los conjuntos arquitectónicos, es encomiable. Los itinerarios están bien señalizados y existen cartelas algo envejecidas que aún informan adecuadamente al visitante. Es una delicia recorrerlo, incluso con sol justiciero, porque es fácil encontrar zonas sombreadas y las instalaciones anexas (tienda y cafetería) están francamente bien.
El museo
El museo ofrece una instalación bastante buena si nos atenemos al carácter de las salas y a la disposición e iluminación de las vitrinas, ordenadas según criterios temáticos. Estoy seguro de que cumple perfectamente su función como instrumento educativo y formativo. También es interesante el carácter de la parte administrativa, según la configuración de las casas romanas de cierto rango, con las dependencias distribuidas alrededor de un patio con acequia perimetral, según parece, alimentada mediante el agua de lluvia; tiene un mecanismo de cadenas para manejar los flujos de agua aparentemente atorado.
Por contra, el museo no ofrece demasiadas concesiones al visitante efímero porque, como ocurre en otros museos de Portugal, muchas piezas de las vitrinas sólo están identificadas mediante un número que nos remite a un catálogo impreso; la documentación en carteles y paneles es exigua.
Aunque no se aprecian de modo especialmente hiriente los efectos de la crisis, se perciben detalles muy significativos. Por ejemplo, en un panel puede leerse: "Investigaciones en curso 2000-2006". ¿Debemos entender que los trabajos arqueológicos de Conímbriga llevan bloqueados ocho años? Otro detalle curioso: en la tienda del museo, aún venden diapositivas...
Las personas que atienden a los visitantes son muy amables.
Me ha tocado el nervio (para bien) la manera de presentar un fragmento de capitel corintio, probablemente, del siglo I, sobre un fuste nuevo con lo que parece ser una laja que cumple funciones de collarino, que puede confundir al visitante —podría interpretarse que el collarino está tallado en el bloque del capitel— e ilustra sobre la posibilidad de que ese elemento formara parte, indistintamente, del fuste o del capitel; lo normal es que esté tallado en el fuste, pero en el noroeste de la península Ibérica son numerosos los capiteles de época romana (más o menos tardía) con collarino abocelado liso. Por fortuna, existe otro fragmento en la "casa romana" anexa al museo que resuelve las posibles dudas puesto que no posee collarino, tal y como es norma en las piezas, fuertemente normalizadas, de la misma época.
Capitel conservado en el yacimiento |
Capitel conservado en las instalaciones anexas al museo |
Fragmento de capitel corintio de hojas lisas con gran desarrollo del cáliz de las dobles volutas |
Capitel jónico de Conímbriga |
Capitel supuestamente "hispano-visigótico" con ábaco sugerido |
Capitel de hojas angulares |
A destacar la existencia de elementos arquitectónicos con planta de arco ultrapasado en las Termas del Acueducto (siglo II), que de nuevo ponen sobre la mesa la existencia de esa "forma" en contextos arqueológicos muy anteriores a la cristianización y, por supuesto, a la llegada de las invasiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario