Es otro museo concebido por la voluntad de regeneración estética de Luis I de Baviera e inaugurado a mediados del siglo XIX, con un planteamiento relativamente distinto del actual. El edificio construido según diseño de Friedrich von Gärtner y August von Voit, para contraponer la "modernidad" de los tiempos de Luis I a las tradiciones recogidas en la Alte Pinakothek, fue destruido durante la guerra y demolido por completo en 1949. La construcción actual, que ha sido criticada por el aspecto exterior, fue concebido por Alexander Freiherr von Branca e inaugurado en 1981. En efecto, la fachada, acaso concebida para proporcionar una réplica de "modernidad" al edificio de von Klenze, demasiado condicionada por los epigónicos influjos "brutalistas" de los años setenta, hoy parece, cuando menos, inadecuada; por fortuna, los árboles casi la cubren por completo.
Pero tal y como expone la página oficial, el interior es sorprendente: pocas veces encontraremos tanto contraste entre el interior y el exterior de un museo... En ocasiones los dioses son benévolos y matizan las voluntades equivocadas para engendrar prodigios…como suele ser relativamente frecuente en los mejores edificios concebidos con planteamientos de ese tipo.
Tal y como queda expresado en la página oficial, realmente los gestores se pueden sentir orgullosos, muy orgullosos, porque conozco pocos museos que, por su configuración espacial y por el planteamiento museístico global, ofrezcan una calidad de exposición comparable, contando incluso con las “anomalías” propias de los museos de hace treinta años, cuando apenas se prestaba atención a exigencias de nuestros días. Porque en la buena concepción espacial global que le caracteriza, mediante grandes salas concatenadas y otras menores anexas, comunicadas mediante rampas y escaleras, acaso esté lo más positivo y, en contrapartida, lo más negativo para quienes se mueven con dificultades. Lo más positivo, porque sugiere una “lectura” de las obras que abre múltiples referencias, como las engendra una buena novela cuando intercala digresiones que complementan y enriquecen el discurso narrativo. Lo más negativo: no quiero ni imaginarme las penalidades de quien tenga que moverse en silla de ruedas.
Las salas cuentan con zonas de descanso cómodas y amplias, donde es posible consultar catálogos a prueba de descuideros...
Me ha abierto las carnes el exquisito cuidado otorgado a la iluminación, que convierte la contemplación de las obras repartidas con buen gusto y criterio razonable, en una aventura apasionante; por no hablar de la calidad fotográfica que puede obtener el aficionado...
Aunque parezca raro —no para quienes visiten este blog—, no es demasiado frecuente que las instalaciones antepongan esta obviedad a el "efecto general"... Muchos profesionales de la museografía y la museología deberían tener claro que para que los visitantes puedan contemplar, estudiar, analizar, formarse, educarse, valorar y deleitarse con una obra de arte es fundamental la iluminación, que no existan brillos o reflejos, que sea homogénea, que no existan refuerzos que enfaticen unas zonas u otras y creen irregularidades descontroladas… En suma, las instalaciones museísticas deberían facilitar todo lo posible la decodificación perceptiva sin introducir elementos que la condicionen, por muy bien intencionada que sea la voluntad del museólogo de turno. Obviamente es imposible que no existan condicionantes más o menos sutiles, pero desde ello nadie está legitimado para tomar caminos que conviertan la actividad museística en un juego de manipulaciones; como si a partir de que todos debemos morir, existieran profesionales de la sanidad que decidieran cómo ejecutarnos cuando a ellos les pareciera oportuno. El buen museólogo, como el buen médico, debe apostar por ampliar las posibilidades vitales del ciudadano, del contribuyente, no por disminuirlas.
En este caso, aunque las condiciones de las salas son muy variables, es raro el lugar donde no llegue un buen caudal de iluminación envolvente y homogénea. Chapeau.
Además del inconveniente ya mencionado, he apreciado algunas circunstancias que, muy probablemente, deberían ser afrontadas si la evolución de las técnicas museísticas caminara en la dirección de primar el contenido sobre el continente… Aunque la mayoría de las salas poseen paramentos verticales de coloración neutra, también las hay con tonos demasiado agresivos que, sin embargo, contando con los inevitables "efectos ópticos", proporcionan una agradable sensación general, equiparable a la de los grandes museos europeos (Louvre, Museos Vaticanos, Pitti, Uffizi, National Gallery, etc.)
En contraposición a esas concesiones escenográficas o espectaculares, es muy interesante la manera de resolver la iluminación en la zona baja (zona de las batallas), condicionada por la imposibilidad de crear un ambiente diáfano, mediante una estructura de bovedillas que proporciona iluminación difusa de resultado bastante aceptable y que supone una solución muy práctica para los innumerables edificios con circunstancias afines.
A pesar del ejemplar tratamiento lumínico y del resto de las cualidades positivas, ofrece una circunstancia especialmente discutible: en acuerdo con lo que parece ser una costumbre arraigada en ciertos ambientes alemanes, también aquí han procurado que la cartela esté a cierta distancia de la obra, en este caso, casi a ras de suelo, por encima del rodapié... Las letras tienen el tipo y tamaño suficientes para ser leídas sin dificultad… si quien está delante tiene buena visión; por desgracia, quienes deben emplear lentes progresivas se encuentran con una dificultad añadida sumamente molesta porque habrán de agachar la cabeza para verlas con claridad. Los gestores de este maravilloso museo deberían tener en cuenta que, cuando se activa el proceso perceptivo, el marco de la pintura —el problema se manifiesta sobre todo con las pinturas— define un campo visual al que, de modo automático, se someterá el proceso perceptivo, sin que ese proceso sea alterado por algo que esté fuera, ya sea abajo, arriba o en el lugar consagrado por la costumbre en la mayor parte de los museos del mundo.
Sería ridículo que los médicos recomendaran a las personas de cierta edad no visitar este museo para proteger las cervicales… pero deberían hacerlo.
Por lo demás... Los vigilantes son particularmente amables, existe una gran tienda y, en el sótano una cafetería con buen ambiente. Tal vez, por todo ello, es difícil encontrar alguna sala vacía y me atrevo a vaticinar que, en pocos años, acabará teniendo problemas para controlar a un público progresivamente numeroso.
Las obras...En la actualidad contiene parte de los fondos del museo con el que define espacio urbano, pero sobre todo, obras del siglo XIX. Entre ellas existen dos grandes grupos representados irregularmente: las que documentan las tradiciones académicas y las encauzadas en el discurso de las Vanguardias Históricas, que se fragmenta bruscamente, en un periplo que debemos completar en la Pinakoteck der Moderne. Confieso que esa fragmentación no me molesta, aunque acaso desconcierte a quien necesite encontrar una explicación racional al corte...
En suma, una delicia para quienes creen o creemos que descalificar fases de la Historia del Arte por prejuicios, "postureo" o habitus etéreos muy asentados entre las personas de las generaciones manipuladas por las ideas de Roland Barthes, es absurdo. Es, junto con algún otro museo alemán y el Hermitage, de los pocos que sacan partido a las posibilidades estéticas del neoclasicismo y, por supuesto, de las corrientes académicas del siglo XIX.
Lo dicho, no es museo para viejos.
Pero tal y como expone la página oficial, el interior es sorprendente: pocas veces encontraremos tanto contraste entre el interior y el exterior de un museo... En ocasiones los dioses son benévolos y matizan las voluntades equivocadas para engendrar prodigios…como suele ser relativamente frecuente en los mejores edificios concebidos con planteamientos de ese tipo.
Tal y como queda expresado en la página oficial, realmente los gestores se pueden sentir orgullosos, muy orgullosos, porque conozco pocos museos que, por su configuración espacial y por el planteamiento museístico global, ofrezcan una calidad de exposición comparable, contando incluso con las “anomalías” propias de los museos de hace treinta años, cuando apenas se prestaba atención a exigencias de nuestros días. Porque en la buena concepción espacial global que le caracteriza, mediante grandes salas concatenadas y otras menores anexas, comunicadas mediante rampas y escaleras, acaso esté lo más positivo y, en contrapartida, lo más negativo para quienes se mueven con dificultades. Lo más positivo, porque sugiere una “lectura” de las obras que abre múltiples referencias, como las engendra una buena novela cuando intercala digresiones que complementan y enriquecen el discurso narrativo. Lo más negativo: no quiero ni imaginarme las penalidades de quien tenga que moverse en silla de ruedas.
Las salas cuentan con zonas de descanso cómodas y amplias, donde es posible consultar catálogos a prueba de descuideros...
F. Overbeck, Italia y Alemania, detalle. 1828 |
Aunque parezca raro —no para quienes visiten este blog—, no es demasiado frecuente que las instalaciones antepongan esta obviedad a el "efecto general"... Muchos profesionales de la museografía y la museología deberían tener claro que para que los visitantes puedan contemplar, estudiar, analizar, formarse, educarse, valorar y deleitarse con una obra de arte es fundamental la iluminación, que no existan brillos o reflejos, que sea homogénea, que no existan refuerzos que enfaticen unas zonas u otras y creen irregularidades descontroladas… En suma, las instalaciones museísticas deberían facilitar todo lo posible la decodificación perceptiva sin introducir elementos que la condicionen, por muy bien intencionada que sea la voluntad del museólogo de turno. Obviamente es imposible que no existan condicionantes más o menos sutiles, pero desde ello nadie está legitimado para tomar caminos que conviertan la actividad museística en un juego de manipulaciones; como si a partir de que todos debemos morir, existieran profesionales de la sanidad que decidieran cómo ejecutarnos cuando a ellos les pareciera oportuno. El buen museólogo, como el buen médico, debe apostar por ampliar las posibilidades vitales del ciudadano, del contribuyente, no por disminuirlas.
En este caso, aunque las condiciones de las salas son muy variables, es raro el lugar donde no llegue un buen caudal de iluminación envolvente y homogénea. Chapeau.
B. Torvaldsen, Adonis, detalle, 1808/32 |
En contraposición a esas concesiones escenográficas o espectaculares, es muy interesante la manera de resolver la iluminación en la zona baja (zona de las batallas), condicionada por la imposibilidad de crear un ambiente diáfano, mediante una estructura de bovedillas que proporciona iluminación difusa de resultado bastante aceptable y que supone una solución muy práctica para los innumerables edificios con circunstancias afines.
A pesar del ejemplar tratamiento lumínico y del resto de las cualidades positivas, ofrece una circunstancia especialmente discutible: en acuerdo con lo que parece ser una costumbre arraigada en ciertos ambientes alemanes, también aquí han procurado que la cartela esté a cierta distancia de la obra, en este caso, casi a ras de suelo, por encima del rodapié... Las letras tienen el tipo y tamaño suficientes para ser leídas sin dificultad… si quien está delante tiene buena visión; por desgracia, quienes deben emplear lentes progresivas se encuentran con una dificultad añadida sumamente molesta porque habrán de agachar la cabeza para verlas con claridad. Los gestores de este maravilloso museo deberían tener en cuenta que, cuando se activa el proceso perceptivo, el marco de la pintura —el problema se manifiesta sobre todo con las pinturas— define un campo visual al que, de modo automático, se someterá el proceso perceptivo, sin que ese proceso sea alterado por algo que esté fuera, ya sea abajo, arriba o en el lugar consagrado por la costumbre en la mayor parte de los museos del mundo.
Sería ridículo que los médicos recomendaran a las personas de cierta edad no visitar este museo para proteger las cervicales… pero deberían hacerlo.
Por lo demás... Los vigilantes son particularmente amables, existe una gran tienda y, en el sótano una cafetería con buen ambiente. Tal vez, por todo ello, es difícil encontrar alguna sala vacía y me atrevo a vaticinar que, en pocos años, acabará teniendo problemas para controlar a un público progresivamente numeroso.
Las obras...En la actualidad contiene parte de los fondos del museo con el que define espacio urbano, pero sobre todo, obras del siglo XIX. Entre ellas existen dos grandes grupos representados irregularmente: las que documentan las tradiciones académicas y las encauzadas en el discurso de las Vanguardias Históricas, que se fragmenta bruscamente, en un periplo que debemos completar en la Pinakoteck der Moderne. Confieso que esa fragmentación no me molesta, aunque acaso desconcierte a quien necesite encontrar una explicación racional al corte...
En suma, una delicia para quienes creen o creemos que descalificar fases de la Historia del Arte por prejuicios, "postureo" o habitus etéreos muy asentados entre las personas de las generaciones manipuladas por las ideas de Roland Barthes, es absurdo. Es, junto con algún otro museo alemán y el Hermitage, de los pocos que sacan partido a las posibilidades estéticas del neoclasicismo y, por supuesto, de las corrientes académicas del siglo XIX.
Lo dicho, no es museo para viejos.
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