Por Clada
Dentro de las sesiones organizadas por la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo que han tenido lugar recientemente en Madrid tuve la oportunidad de asistir a la llamada “Políticas culturales y modos de financiación”, en La Casa Encendida. Durante estos encuentros, los miembros de la asociación junto con otros personajes del panorama del arte contemporáneo en España, críticos y comisarios, han debatido en torno a la situación actual de los museos, en términos de financiación e importancia, en un intento de repensar el futuro de estas instituciones dentro de la situación económica, política y social en que nos encontramos.
Esta sesión en particular comenzó con la intervención de Juan Antonio Rubio Arostegui, quien planteó una serie de datos del porcentaje de gasto público en cultura, financiación externa al Estado, empleo cultural, consumo cultural y evolución gasto-hogar en cultura, entre los años 2001 y 2011, en Europa y haciendo especial hincapié en la situación española. Como fuente de financiación no pública señala el mecenazgo, especialmente predominante en el modelo anglosajón. Destaca el crowdfunding, sobre el que hoy hay estudios muy escasos en España.
Después de tantas cifras la idea es ir al trasfondo de los datos y el ponente pasa a intentar sacar conclusiones. Apunta el problema de España de que no se da gran valor a la escena cultural, la falta de liderazgo del ministerio de cultura (sumada a una política más bien continuista de la gestión cultural entre los partidos) y una cierta descentralización y predominancia de la competitividad entre las ciudades (lo compara con Francia donde hay una mayor cooperación entre los municipios). Esto lo inscribe dentro de la coyuntura actual de la crisis y las políticas que van directas a disminuir los derechos sociales y culturales.
A estos problemas de la financiación pública, de la que depende la mayor parte de la cultura, añade como otro más la piratería, sugiriendo que es algo intrínseco a la ideología española del “que inventen ellos y copiamos nosotros”. Sobre el crowdfunding como alternativa dice que hoy por hoy tiene escaso alcance no pudiendo plantearse como una verdadera solución (lo clasifica como “fantasma” o “falsa salida”). Finalmente, lo que me pareció más interesante es la opinión que da de que es necesaria la existencia de agencias que evalúen y midan la eficiencia de las instituciones (como se hace a través de ANECA en el ámbito educativo); que den valor a los proyectos y comprueben si la misión del museo se cumple o no, así como priorizar el gasto público y crear estructuras participativas donde la ciudadanía se sienta integrada.
Desde Goteo, Enric Senabre explica en qué consisten estás plataformas de crowdfunding, una alternativa de financiación colectiva donde a través de la red puedes apoyar cosas que están por hacerse. Lo que considero más relevante de lo que expuso es la relación que tiene con el crowdsurcing y que, estos modelos pueden aportar no solo beneficios individuales a los “mecenas”, si no también colectivos (en forma de licencias libres, acceso a información…). Esto supone beneficios para todos, permite desarrollar proyectos al margen de los circuitos, que todo el mundo tenga la oportunidad de opinar y apoyar lo que considere y a mi parecer puede llevar a un punto más justo el “capitalismo cultural”.
La tercera ponente, María del Mar Villafranca, muestra una perspectiva desde dentro del poder político (es secretaria de Educación y Cultura del PSOE). Dice que uno de los problemas del sistema es que los hechos van por delante de la legislación del Estado, cuando este debería anteponerse. Insiste en el compromiso que tiene que tener el Estado de velar por la cultura y el problema de una realidad en la que la cultura es la última de las políticas a desarrollar. En cuanto a las nuevas perspectivas de financiación, vuelve a mencionar que los ejemplos más interesantes se encuentran en la tradición anglosajona e iniciativas como el crowdfounding (“el patrocinio y mecenazgo anglosajones se han visto siempre con envidia”). Los relaciona con sistemas más afines a la sociedad actual.
Menciona la necesidad de la ley de mecenazgo y las consecuencias que puede tener el que nazca unida a la ley de fundaciones. Dice que la unión entre mecenazgo y fundaciones deviene en que las entidades financieras hagan sus propias fundaciones culturales, lo que hace disminuir su colaboración con la financiación pública. Teme además que se busque más el patrocinio que un buen mecenazgo.
Sobre la ley añade que no debería influir y mermar el compromiso que el Estado tiene con la cultura.
Desde el punto de vista del panorama actual, donde se está acabando con lo poco que se había conseguido en el corto recorrido que ha tenido la democracia, mira escéptica hacia el futuro cultural, pues está convencida de que tras la crisis no se va a invertir más dinero.
Por otro lado, sobre el mundo del museo, recalca que es importante que esté más atento a los públicos, a una sociedad cambiante, no tan gregaria. Aprovecha la ocasión de estar en La Casa Encendida para relacionar su éxito con su atención hacia diferentes perfiles. De hecho, pienso yo, en estas propias jornadas, se aprecia una diferencia entre los asistentes que fueron a la sesión del Reina Sofía y esta. Posiblemente, por la atracción distinta que ejercen estas instituciones y el interés que tiene para los jóvenes La Casa Encendida.
Por último se centra en un anteproyecto de ley que desde la Consejería de cultura de Andalucía propone, entre otras cosas, el apoyo al micromecenazgo, incentivar la inversión cultural (deducciones), y una mayor atención a los públicos mediante un órgano de colaboración social que permita a la población tener mayor poder para decidir a qué proyectos va el dinero. Opina además que no es suficiente con el asesoramiento de los gestores y que tienen que ser gente formada.
Trata de eludir cualquier cariz de mitin político, aunque su alusión a que hay una visión distinta de la cultura desde el lado de la izquierda y el de la derecha es constante.
Al final hubo un debate con intervención de los asistentes. Entre otras cosas se habló de la desconexión que hay entre la cultura y la política (para Juan de Nieves, algo que ha estado siempre, no solo a partir de la crisis, aunque esta haya supuesto que la cultura esté más marginada de lo que estaba), y cómo no la habrá hasta que no llegue alguien que piense que la cultura de verdad es importante. Ven improbable que pueda darse una mejora del ámbito cultural desde el discurso político. La cultura ha dejado de estar en la agenda de los partidos políticos, a lo que se une una pérdida de calidad administrativa consecuencia de introducirla en la horna de la administración general, que está pensada para otras cosas, y la gestión por parte de gente que no pertenece a ese mundo.
La reciente noticia de que el Ayuntamiento pretende ceder la gestión de ciertos centros culturales madrileños a empresas privadas, acorde a la política general que están llevando a cabo, nos da cuenta de este desentendimiento y de la ineptitud del gobierno.
También se habló del problema educativo en España a raíz de cuestionar el interés que tienen los ciudadanos hacia la cultura. No hay una educación artística real ni un debate en torno a ella; es relegada, la catalogan como no prioritaria, pretenden suprimirla o reducirla (y así es, no tenemos más que ver las consecuencias de la LOMCE. Estas asignaturas hasta ahora obligatorias en algún momento de la formación, pasan a ser optativas tanto en primaria como secundaria, y un alumno puede terminar los estudios sin haber tenido ningún contacto con ellas).
Para mi, esta discriminación de las artes, no hace más que acentuar un problema que se extiende a todo el sistema educativo, obsoleto. Además de los beneficios que aporta la educación artística a todos los niveles, son claras sus capacidades pedagógicas, su potencialidad como herramienta para generar un sistema más dinámico y creativo de aprendizaje (un aprendizaje totalmente ausente en nuestra educación, que no estimula la búsqueda, la curiosidad, ni un pensamiento crítico).
Consecuencia de ello aparece una reflexión sobre la necesidad de concebir el museo como un centro educativo de formación no formal.
Salen a colación también temas como la escasa transparencia de las inversiones de algunas instituciones, la inaccesibilidad a los datos, y las consecuencias de la construcción masiva de centros que hoy solo dan gastos y que carecen de sentido de estrategia y de ciudadanía. Ofertas que no tienen salida ni beneficios sociales, que carecen de proyectos y que tristemente responden a la lógica política del país, del “ladrillo”, de los “contenedores”. El llamado efecto Guggenheim.
Querría acabar señalando una cuestión que pasó algo inadvertida y que nos atañe especialmente a los que estamos inmersos en el sistema educativo, estamos implicados en lo cultural y queremos dedicarnos profesionalmente a ello; las consecuencias que estas carencias formativas tanto desde dentro de la educación reglada como desde fuera, tienen en los estudiantes de arte y futuros creadores españoles. La desconexión de la universidad con la realidad artística (pese a iniciativas desde Extensión Universitaria que intentan solventarla), una previa educación marginada y unida a la idea de manualidad, sumadas a un panorama artístico y cultural cada vez más precario.
Esta aproximación a la gestión de museos e instituciones consolidadas, ha acrecentado además mis dudas sobre las oportunidades que tenemos en este ámbito. Creo que esta situación nos empuja a la búsqueda de nuevos esquemas como artistas. Cada vez son más los que se ligan a alternativas que esquivan el circuito tradicional, que rechazan los caminos presupuestos y abordan iniciativas nuevas, colaborativas, que pueden tener gran alcance.
Quiero creer que esto traerá oportunidades y perspectivas diferentes, que si bien pueden no ser aceptadas por ciertos ambientes influyentes, traerán propuestas interesantes que los pondrán en cuestión.
Dentro de las sesiones organizadas por la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo que han tenido lugar recientemente en Madrid tuve la oportunidad de asistir a la llamada “Políticas culturales y modos de financiación”, en La Casa Encendida. Durante estos encuentros, los miembros de la asociación junto con otros personajes del panorama del arte contemporáneo en España, críticos y comisarios, han debatido en torno a la situación actual de los museos, en términos de financiación e importancia, en un intento de repensar el futuro de estas instituciones dentro de la situación económica, política y social en que nos encontramos.
Esta sesión en particular comenzó con la intervención de Juan Antonio Rubio Arostegui, quien planteó una serie de datos del porcentaje de gasto público en cultura, financiación externa al Estado, empleo cultural, consumo cultural y evolución gasto-hogar en cultura, entre los años 2001 y 2011, en Europa y haciendo especial hincapié en la situación española. Como fuente de financiación no pública señala el mecenazgo, especialmente predominante en el modelo anglosajón. Destaca el crowdfunding, sobre el que hoy hay estudios muy escasos en España.
Después de tantas cifras la idea es ir al trasfondo de los datos y el ponente pasa a intentar sacar conclusiones. Apunta el problema de España de que no se da gran valor a la escena cultural, la falta de liderazgo del ministerio de cultura (sumada a una política más bien continuista de la gestión cultural entre los partidos) y una cierta descentralización y predominancia de la competitividad entre las ciudades (lo compara con Francia donde hay una mayor cooperación entre los municipios). Esto lo inscribe dentro de la coyuntura actual de la crisis y las políticas que van directas a disminuir los derechos sociales y culturales.
A estos problemas de la financiación pública, de la que depende la mayor parte de la cultura, añade como otro más la piratería, sugiriendo que es algo intrínseco a la ideología española del “que inventen ellos y copiamos nosotros”. Sobre el crowdfunding como alternativa dice que hoy por hoy tiene escaso alcance no pudiendo plantearse como una verdadera solución (lo clasifica como “fantasma” o “falsa salida”). Finalmente, lo que me pareció más interesante es la opinión que da de que es necesaria la existencia de agencias que evalúen y midan la eficiencia de las instituciones (como se hace a través de ANECA en el ámbito educativo); que den valor a los proyectos y comprueben si la misión del museo se cumple o no, así como priorizar el gasto público y crear estructuras participativas donde la ciudadanía se sienta integrada.
Desde Goteo, Enric Senabre explica en qué consisten estás plataformas de crowdfunding, una alternativa de financiación colectiva donde a través de la red puedes apoyar cosas que están por hacerse. Lo que considero más relevante de lo que expuso es la relación que tiene con el crowdsurcing y que, estos modelos pueden aportar no solo beneficios individuales a los “mecenas”, si no también colectivos (en forma de licencias libres, acceso a información…). Esto supone beneficios para todos, permite desarrollar proyectos al margen de los circuitos, que todo el mundo tenga la oportunidad de opinar y apoyar lo que considere y a mi parecer puede llevar a un punto más justo el “capitalismo cultural”.
La tercera ponente, María del Mar Villafranca, muestra una perspectiva desde dentro del poder político (es secretaria de Educación y Cultura del PSOE). Dice que uno de los problemas del sistema es que los hechos van por delante de la legislación del Estado, cuando este debería anteponerse. Insiste en el compromiso que tiene que tener el Estado de velar por la cultura y el problema de una realidad en la que la cultura es la última de las políticas a desarrollar. En cuanto a las nuevas perspectivas de financiación, vuelve a mencionar que los ejemplos más interesantes se encuentran en la tradición anglosajona e iniciativas como el crowdfounding (“el patrocinio y mecenazgo anglosajones se han visto siempre con envidia”). Los relaciona con sistemas más afines a la sociedad actual.
Menciona la necesidad de la ley de mecenazgo y las consecuencias que puede tener el que nazca unida a la ley de fundaciones. Dice que la unión entre mecenazgo y fundaciones deviene en que las entidades financieras hagan sus propias fundaciones culturales, lo que hace disminuir su colaboración con la financiación pública. Teme además que se busque más el patrocinio que un buen mecenazgo.
Sobre la ley añade que no debería influir y mermar el compromiso que el Estado tiene con la cultura.
Desde el punto de vista del panorama actual, donde se está acabando con lo poco que se había conseguido en el corto recorrido que ha tenido la democracia, mira escéptica hacia el futuro cultural, pues está convencida de que tras la crisis no se va a invertir más dinero.
Por otro lado, sobre el mundo del museo, recalca que es importante que esté más atento a los públicos, a una sociedad cambiante, no tan gregaria. Aprovecha la ocasión de estar en La Casa Encendida para relacionar su éxito con su atención hacia diferentes perfiles. De hecho, pienso yo, en estas propias jornadas, se aprecia una diferencia entre los asistentes que fueron a la sesión del Reina Sofía y esta. Posiblemente, por la atracción distinta que ejercen estas instituciones y el interés que tiene para los jóvenes La Casa Encendida.
Por último se centra en un anteproyecto de ley que desde la Consejería de cultura de Andalucía propone, entre otras cosas, el apoyo al micromecenazgo, incentivar la inversión cultural (deducciones), y una mayor atención a los públicos mediante un órgano de colaboración social que permita a la población tener mayor poder para decidir a qué proyectos va el dinero. Opina además que no es suficiente con el asesoramiento de los gestores y que tienen que ser gente formada.
Trata de eludir cualquier cariz de mitin político, aunque su alusión a que hay una visión distinta de la cultura desde el lado de la izquierda y el de la derecha es constante.
Al final hubo un debate con intervención de los asistentes. Entre otras cosas se habló de la desconexión que hay entre la cultura y la política (para Juan de Nieves, algo que ha estado siempre, no solo a partir de la crisis, aunque esta haya supuesto que la cultura esté más marginada de lo que estaba), y cómo no la habrá hasta que no llegue alguien que piense que la cultura de verdad es importante. Ven improbable que pueda darse una mejora del ámbito cultural desde el discurso político. La cultura ha dejado de estar en la agenda de los partidos políticos, a lo que se une una pérdida de calidad administrativa consecuencia de introducirla en la horna de la administración general, que está pensada para otras cosas, y la gestión por parte de gente que no pertenece a ese mundo.
La reciente noticia de que el Ayuntamiento pretende ceder la gestión de ciertos centros culturales madrileños a empresas privadas, acorde a la política general que están llevando a cabo, nos da cuenta de este desentendimiento y de la ineptitud del gobierno.
También se habló del problema educativo en España a raíz de cuestionar el interés que tienen los ciudadanos hacia la cultura. No hay una educación artística real ni un debate en torno a ella; es relegada, la catalogan como no prioritaria, pretenden suprimirla o reducirla (y así es, no tenemos más que ver las consecuencias de la LOMCE. Estas asignaturas hasta ahora obligatorias en algún momento de la formación, pasan a ser optativas tanto en primaria como secundaria, y un alumno puede terminar los estudios sin haber tenido ningún contacto con ellas).
Para mi, esta discriminación de las artes, no hace más que acentuar un problema que se extiende a todo el sistema educativo, obsoleto. Además de los beneficios que aporta la educación artística a todos los niveles, son claras sus capacidades pedagógicas, su potencialidad como herramienta para generar un sistema más dinámico y creativo de aprendizaje (un aprendizaje totalmente ausente en nuestra educación, que no estimula la búsqueda, la curiosidad, ni un pensamiento crítico).
Consecuencia de ello aparece una reflexión sobre la necesidad de concebir el museo como un centro educativo de formación no formal.
Salen a colación también temas como la escasa transparencia de las inversiones de algunas instituciones, la inaccesibilidad a los datos, y las consecuencias de la construcción masiva de centros que hoy solo dan gastos y que carecen de sentido de estrategia y de ciudadanía. Ofertas que no tienen salida ni beneficios sociales, que carecen de proyectos y que tristemente responden a la lógica política del país, del “ladrillo”, de los “contenedores”. El llamado efecto Guggenheim.
Querría acabar señalando una cuestión que pasó algo inadvertida y que nos atañe especialmente a los que estamos inmersos en el sistema educativo, estamos implicados en lo cultural y queremos dedicarnos profesionalmente a ello; las consecuencias que estas carencias formativas tanto desde dentro de la educación reglada como desde fuera, tienen en los estudiantes de arte y futuros creadores españoles. La desconexión de la universidad con la realidad artística (pese a iniciativas desde Extensión Universitaria que intentan solventarla), una previa educación marginada y unida a la idea de manualidad, sumadas a un panorama artístico y cultural cada vez más precario.
Esta aproximación a la gestión de museos e instituciones consolidadas, ha acrecentado además mis dudas sobre las oportunidades que tenemos en este ámbito. Creo que esta situación nos empuja a la búsqueda de nuevos esquemas como artistas. Cada vez son más los que se ligan a alternativas que esquivan el circuito tradicional, que rechazan los caminos presupuestos y abordan iniciativas nuevas, colaborativas, que pueden tener gran alcance.
Quiero creer que esto traerá oportunidades y perspectivas diferentes, que si bien pueden no ser aceptadas por ciertos ambientes influyentes, traerán propuestas interesantes que los pondrán en cuestión.
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