Por Erc
“El museo en futuro. Cruces y desvíos” es el título bajo el que se ha celebrado a lo largo de los pasados días 6, 7 y 8 de noviembre el encuentro de la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España, ADACE, en el Museo Reina Sofía y La Casa Encendida. Ha constituido éste un foro de reflexión y de debate, con cruces de opiniones y también ciertos desvíos de algún que otro ponente para tratar de bordear temas especialmente polémicos en torno a la situación que el museo atraviesa en estos momentos en España.
En la conferencia introductoria del encuentro, Yolanda Romero, miembro de la actual Junta Directiva, tocaba ya algunos de los temas constantemente repetidos a lo largo del encuentro e insistía en resaltar como objetivos de la ADECE la lucha por unas mayores dotaciones presupuestarias, por unas instituciones culturales independientes de los vaivenes políticos, con mayor autonomía y menor dependencia de las estadísticas de visitantes y con una elección limpia de sus directores.
Me gustaría ahora resaltar algunas de las intervenciones más significativas o que mejor ilustran el panorama actual, dentro de las que han tenido lugar en el Reina Sofía, y que son las que he presenciado de primera mano. En primer lugar me resultó interesante la perspectiva que nos ofrecía José Luis Pardo, Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, en su conferencia “El porvenir de una ilusión. El destino de la cultura y el ocaso de lo público”.
Muy crítico con las redes sociales, ve en ellas el camino más seguro para la "desocialización", al contrario de la idea generalizada de que constituyen herramientas de fortalecimiento de las conexiones humanas y de la comunicación. Considera también que desde finales del siglo XX la cultura ha pasado de ser un ámbito ajeno al negocio a tener un valor económico fundamental. He aquí por tanto una reflexión interesantísima, al plantearnos que si una de las características de la alta cultura es que no está sometida a la lógica comercial y empresarial, y ésta desaparece, desaparece por lo tanto también la escisión entre la alta cultura y la cultura de masas.
Señalaba asimismo cómo últimamente ha vuelto a reaparecer la sospecha de que la cultura puede ser un medio de dominación social. Cada día vuelve a plantearse la necesidad de una cambio cultural, queriéndose fomentar la cultura del emprendimiento (casi entendido como eufemismo de empresa) y buscándose el paso de la cultura de la gratuidad a la cultura de pago (“como si los impuestos no fueran de pago” —bromeaba el conferenciante). Además subrayaba lo inabarcable de la sociedad actual, a la cual lo que más podría semejarse es ese mundo global que el ciudadano no puede siquiera llegar a dilucidar.
Por otro lado, dentro de la sesión “El caso español: políticas institucionales e iniciativas artísticas y ciudadanas”, el actual Secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle nos ofrecía uno de esos discursos plagados de promesas y buenas intenciones en los que no falta mención a Kant y al pensamiento ilustrado (como después comentaba Pardo). El primer tema en salir a colación durante su intervención fue el de la futura Ley de Mecenazgo, la cual rápidamente se recalcó que es asunto dependiente del Ministerio de Hacienda, y no del de Cultura. Evidentemente se enfatizó la dificultad especial que supone gestionar el ámbito de la cultura con la crisis como telón de fondo, pues ahora “la imaginación no es suficiente”. Se mostraba Lasalle por otra parte muy crítico con las escasas asignaciones presupuestarias que otros acuerdan desde arriba y con la subida del IVA cultural, afirmando que determinadas decisiones, “de no ser absolutamente necesarias nunca las habría tomado”.
Interesantes fueron los ejemplos concretos de los que se valió para ilustrar la mala gestión cultural imperante en los últimos años, independientemente del color político de los gobiernos. Uno de ellos lo constituye el nacimiento del Museo del Traje, por el que se apostó a pesar de que el Museo Nacional de Artes Decorativas espera desde hace mucho tiempo una nueva sede donde poder albergar su colección, la cual según el Secretario de Estado podría llegar al nivel de calidad de museos tan importantes como el Victoria & Albert Museum de Londres. En el futuro, para él, la máxima pretensión es por tanto abandonar impulsos poco planificados, intentando no repetir errores, como la proliferación indiscriminada de proyectos arquitectónicos mastodónticos por toda la geografía nacional con el único fin de atraer los focos de la noticia por parte de ayuntamientos y autonomías, que han estado respondiendo más al gusto particular y a ese afán por aparecer en la foto que a las verdaderas necesidades de sus zonas de influencia. A pesar de todo ello, encuentra en el utilitarismo que domina actualmente la cultura un peligro aún mayor que las decisiones políticas.
Por otro lado incidió en la importancia del crowdfunding o microfinancación colectiva, término repetido en muchísimas ocasiones a lo largo de las sesiones. Desde la Secretaría de Estado de Cultura se va a intentar promover “un mecenazgo transversal, que promueva al talento de un modo no jerarquizado”. Según Lasalle esto pasa por democratizar los gustos, de modo que no sólo sean determinados por una élite de expertos, y por promover las experiencias estéticas masivas (¿Se pretende acabar entonces con la diferenciación de la alta cultura y la de masas, tal y como decía José Luis Pardo?)
Con respecto a los museos, está en marcha un plan que promueva la atracción de los estratos de momento más excluidos de los mismos. Es fácil comprobar que en este momento se está dando una enorme importancia a las interrelaciones, de ahí que para Lasalle las estrategias de cooperación o que fomenten la integración social, probablemente vayan a ser las máximas beneficiarias de las escasas ayudas estatales disponibles.
Una de las intervenciones más directas y críticas, aunque estuviera velada bajo el tono humorístico del ponente, fue la de Alberto López Cuenca, profesor titular de Teoría del Arte y Filosofía en la Universidad de las Américas Puebla, presentando las conclusiones de una investigación realizada en torno al surgimiento indiscriminado de centros de arte contemporáneo en nuestro país en los últimos siete años, y que antes comentaba el Secretario de Estado. El Plan Estratégico de Cultura del Ayuntamiento de Madrid (PECAM) pretende acabar ahora con este ciclo de grandes construcciones supuestamente, pero de vez en cuando todavía vemos algún que otro proyecto sospechoso a la espera de ser construido. Y es que hasta hace muy poco la gran eclosión de espacios para el arte ha estado fuertemente ligada a la construcción urbanística. López Cuenca ponía sobre la mesa la relación existente entre la Ley de Suelo (aquella llamada “ley del todo urbanizable”) con la expansión de autovías, líneas de AVE y aeropuertos. Y es que, cómo comentaba ácidamente, en España “hay pocos aeropuertos que no tengan centros de arte”. Echando un vistazo al discurso de los máximos responsables de centros como el CA2M de Madrid o el Centro de Arte de Alcobendas, curiosamente todos estos espacios se presentan como grandes espacios de referencia, tanto en el ámbito local como estatal. Y es que existen incoherencias que hasta los políticos llegan a poner de manifiesto, como reconocía Carmen Calvo hace unos años diciendo que “la creación de infraestructuras ha ido en ocasiones por delante de la necesidad social”.
Alberto López Cuenca no encontraba el sentido a la existencia de centros que no estén ligados con la producción, es decir, que, como en el caso del CAC de Málaga, ni siquiera cuenten en la ciudad con una facultad de Bellas Artes. Sin embargo a mí personalmente me llama aún más la atención la aparente necesidad de que exista una de estas facultades en todas y cada una de las provincias españolas, cuando ni siquiera hay consenso a este respecto entre los expertos del sector a los que se pide consejo a la hora de plantearse la apertura de una nueva. Ocurre aquí lo mismo que en el ejemplo del Museo del Traje: necesitando facultades de gran tradición histórica como lo es la de Madrid de importantes mejoras y atenciones, ¿qué necesidad hay de invertir enormes sumas de dinero en la creación de centros universitarios en ciudades que realmente no poseen el tejido cultural fundamental para complementar la formación de un estudiante de Bellas Artes? Pues parece que en Badajoz tenemos otra casi en camino, y eso que según algunos políticos al fin ha llegado el momento de los contenidos, y no de los contenedores.
Desde luego, los fines de algunos proyectos continúan despertando sus dudas, no hay más que escuchar las últimas palabras de la delegada de Cultura, Manuela Gómez, en cuanto a la futura gestión del Espacio Andaluz de Creación Contemporánea de Córdoba: “El equipamiento y la adecuación del entorno están previstos en los presupuestos. Claro que sí. En cuanto al equipamiento y dirección… Eso será en una segunda fase. Pero fechas no os puedo dar”. Por supuesto, el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Luciano Alonso, no ha tardado en declarar que “ahora se inicia la cuenta atrás para la puesta en funcionamiento de esta importante infraestructura cultural, que será un espacio único en Europa como centro de producción, investigación e exhibición de las propuestas más actuales de la creación artística contemporánea”. Sin comentarios.
“El museo en futuro. Cruces y desvíos” es el título bajo el que se ha celebrado a lo largo de los pasados días 6, 7 y 8 de noviembre el encuentro de la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España, ADACE, en el Museo Reina Sofía y La Casa Encendida. Ha constituido éste un foro de reflexión y de debate, con cruces de opiniones y también ciertos desvíos de algún que otro ponente para tratar de bordear temas especialmente polémicos en torno a la situación que el museo atraviesa en estos momentos en España.
En la conferencia introductoria del encuentro, Yolanda Romero, miembro de la actual Junta Directiva, tocaba ya algunos de los temas constantemente repetidos a lo largo del encuentro e insistía en resaltar como objetivos de la ADECE la lucha por unas mayores dotaciones presupuestarias, por unas instituciones culturales independientes de los vaivenes políticos, con mayor autonomía y menor dependencia de las estadísticas de visitantes y con una elección limpia de sus directores.
Me gustaría ahora resaltar algunas de las intervenciones más significativas o que mejor ilustran el panorama actual, dentro de las que han tenido lugar en el Reina Sofía, y que son las que he presenciado de primera mano. En primer lugar me resultó interesante la perspectiva que nos ofrecía José Luis Pardo, Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, en su conferencia “El porvenir de una ilusión. El destino de la cultura y el ocaso de lo público”.
Muy crítico con las redes sociales, ve en ellas el camino más seguro para la "desocialización", al contrario de la idea generalizada de que constituyen herramientas de fortalecimiento de las conexiones humanas y de la comunicación. Considera también que desde finales del siglo XX la cultura ha pasado de ser un ámbito ajeno al negocio a tener un valor económico fundamental. He aquí por tanto una reflexión interesantísima, al plantearnos que si una de las características de la alta cultura es que no está sometida a la lógica comercial y empresarial, y ésta desaparece, desaparece por lo tanto también la escisión entre la alta cultura y la cultura de masas.
Señalaba asimismo cómo últimamente ha vuelto a reaparecer la sospecha de que la cultura puede ser un medio de dominación social. Cada día vuelve a plantearse la necesidad de una cambio cultural, queriéndose fomentar la cultura del emprendimiento (casi entendido como eufemismo de empresa) y buscándose el paso de la cultura de la gratuidad a la cultura de pago (“como si los impuestos no fueran de pago” —bromeaba el conferenciante). Además subrayaba lo inabarcable de la sociedad actual, a la cual lo que más podría semejarse es ese mundo global que el ciudadano no puede siquiera llegar a dilucidar.
Por otro lado, dentro de la sesión “El caso español: políticas institucionales e iniciativas artísticas y ciudadanas”, el actual Secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle nos ofrecía uno de esos discursos plagados de promesas y buenas intenciones en los que no falta mención a Kant y al pensamiento ilustrado (como después comentaba Pardo). El primer tema en salir a colación durante su intervención fue el de la futura Ley de Mecenazgo, la cual rápidamente se recalcó que es asunto dependiente del Ministerio de Hacienda, y no del de Cultura. Evidentemente se enfatizó la dificultad especial que supone gestionar el ámbito de la cultura con la crisis como telón de fondo, pues ahora “la imaginación no es suficiente”. Se mostraba Lasalle por otra parte muy crítico con las escasas asignaciones presupuestarias que otros acuerdan desde arriba y con la subida del IVA cultural, afirmando que determinadas decisiones, “de no ser absolutamente necesarias nunca las habría tomado”.
Interesantes fueron los ejemplos concretos de los que se valió para ilustrar la mala gestión cultural imperante en los últimos años, independientemente del color político de los gobiernos. Uno de ellos lo constituye el nacimiento del Museo del Traje, por el que se apostó a pesar de que el Museo Nacional de Artes Decorativas espera desde hace mucho tiempo una nueva sede donde poder albergar su colección, la cual según el Secretario de Estado podría llegar al nivel de calidad de museos tan importantes como el Victoria & Albert Museum de Londres. En el futuro, para él, la máxima pretensión es por tanto abandonar impulsos poco planificados, intentando no repetir errores, como la proliferación indiscriminada de proyectos arquitectónicos mastodónticos por toda la geografía nacional con el único fin de atraer los focos de la noticia por parte de ayuntamientos y autonomías, que han estado respondiendo más al gusto particular y a ese afán por aparecer en la foto que a las verdaderas necesidades de sus zonas de influencia. A pesar de todo ello, encuentra en el utilitarismo que domina actualmente la cultura un peligro aún mayor que las decisiones políticas.
Por otro lado incidió en la importancia del crowdfunding o microfinancación colectiva, término repetido en muchísimas ocasiones a lo largo de las sesiones. Desde la Secretaría de Estado de Cultura se va a intentar promover “un mecenazgo transversal, que promueva al talento de un modo no jerarquizado”. Según Lasalle esto pasa por democratizar los gustos, de modo que no sólo sean determinados por una élite de expertos, y por promover las experiencias estéticas masivas (¿Se pretende acabar entonces con la diferenciación de la alta cultura y la de masas, tal y como decía José Luis Pardo?)
Con respecto a los museos, está en marcha un plan que promueva la atracción de los estratos de momento más excluidos de los mismos. Es fácil comprobar que en este momento se está dando una enorme importancia a las interrelaciones, de ahí que para Lasalle las estrategias de cooperación o que fomenten la integración social, probablemente vayan a ser las máximas beneficiarias de las escasas ayudas estatales disponibles.
Una de las intervenciones más directas y críticas, aunque estuviera velada bajo el tono humorístico del ponente, fue la de Alberto López Cuenca, profesor titular de Teoría del Arte y Filosofía en la Universidad de las Américas Puebla, presentando las conclusiones de una investigación realizada en torno al surgimiento indiscriminado de centros de arte contemporáneo en nuestro país en los últimos siete años, y que antes comentaba el Secretario de Estado. El Plan Estratégico de Cultura del Ayuntamiento de Madrid (PECAM) pretende acabar ahora con este ciclo de grandes construcciones supuestamente, pero de vez en cuando todavía vemos algún que otro proyecto sospechoso a la espera de ser construido. Y es que hasta hace muy poco la gran eclosión de espacios para el arte ha estado fuertemente ligada a la construcción urbanística. López Cuenca ponía sobre la mesa la relación existente entre la Ley de Suelo (aquella llamada “ley del todo urbanizable”) con la expansión de autovías, líneas de AVE y aeropuertos. Y es que, cómo comentaba ácidamente, en España “hay pocos aeropuertos que no tengan centros de arte”. Echando un vistazo al discurso de los máximos responsables de centros como el CA2M de Madrid o el Centro de Arte de Alcobendas, curiosamente todos estos espacios se presentan como grandes espacios de referencia, tanto en el ámbito local como estatal. Y es que existen incoherencias que hasta los políticos llegan a poner de manifiesto, como reconocía Carmen Calvo hace unos años diciendo que “la creación de infraestructuras ha ido en ocasiones por delante de la necesidad social”.
Alberto López Cuenca no encontraba el sentido a la existencia de centros que no estén ligados con la producción, es decir, que, como en el caso del CAC de Málaga, ni siquiera cuenten en la ciudad con una facultad de Bellas Artes. Sin embargo a mí personalmente me llama aún más la atención la aparente necesidad de que exista una de estas facultades en todas y cada una de las provincias españolas, cuando ni siquiera hay consenso a este respecto entre los expertos del sector a los que se pide consejo a la hora de plantearse la apertura de una nueva. Ocurre aquí lo mismo que en el ejemplo del Museo del Traje: necesitando facultades de gran tradición histórica como lo es la de Madrid de importantes mejoras y atenciones, ¿qué necesidad hay de invertir enormes sumas de dinero en la creación de centros universitarios en ciudades que realmente no poseen el tejido cultural fundamental para complementar la formación de un estudiante de Bellas Artes? Pues parece que en Badajoz tenemos otra casi en camino, y eso que según algunos políticos al fin ha llegado el momento de los contenidos, y no de los contenedores.
Desde luego, los fines de algunos proyectos continúan despertando sus dudas, no hay más que escuchar las últimas palabras de la delegada de Cultura, Manuela Gómez, en cuanto a la futura gestión del Espacio Andaluz de Creación Contemporánea de Córdoba: “El equipamiento y la adecuación del entorno están previstos en los presupuestos. Claro que sí. En cuanto al equipamiento y dirección… Eso será en una segunda fase. Pero fechas no os puedo dar”. Por supuesto, el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Luciano Alonso, no ha tardado en declarar que “ahora se inicia la cuenta atrás para la puesta en funcionamiento de esta importante infraestructura cultural, que será un espacio único en Europa como centro de producción, investigación e exhibición de las propuestas más actuales de la creación artística contemporánea”. Sin comentarios.
Por otra parte, Antonio Collados, Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Granada (2012) continuaba en la misma línea, comentando que es el momento actual un momento de “cajas vacías y plazas llenas” y aportando su visión desde más allá de las instituciones. Manifestó la dificultad de llevar a cabo proyectos fuera de los circuitos establecidos, pues al tener muchas veces un fin incierto, no se adaptan a los requerimientos de resultados seguros y brillantes que suelen exigirse a la hora de aceptar propuestas.
La representación del sector de los artistas en el encuentro recayó en Daniel García Andújar, evidentemente exponiendo un panorama ciertamente desolador para el grupo probablemente más castigado por las consecuencias de la crisis. Esgrimiendo la lista de las cien personalidades más influyentes del mundo del arte en este 2013, manifestó su preocupación por la escasez de artistas en la misma y por la ausencia total de nombres españoles, lo cual atribuye a una política cultural de escasa tradición en España. Igualmente preocupado por el tema del exceso de infraestructuras museísticas, a lo que se refirió como “miopía espectacular exhibida por doquier”, se mostró crítico también con el apoyo estatal al crowdfunding y con la proliferación de redes de comisarios, directores y galeristas que a veces olvidan que en realidad son las redes de ideas las que deben fomentarse y fortalecerse.
Por último mencionar en líneas generales las ideas que compartió con todos los presentes Boris Groys, filósofo, ensayista y crítico de arte alemán. Reveladora es su apreciación del papel que actualmente desempeñan en los museos la documentación y los proyectos curatoriales. Para él, el museo está perdiendo su función histórica de archivo, para pasar a ser un evento en sí mismo. La documentación llega a veces a estar más viva que las obras mismas, pues estas se desmaterializan, como ocurres con las performances y se convierten en mero documento. Por su parte, el espectador ya no es nunca más espectador, sino productor (desde luego, el Museo Reina Sofía con su programa Fisuras parece un caso perfecto para ejemplificar esto…) ¿Debe entonces el museo convertirse ahora en una institución de producción más que en archivo? Para Boris Groys esto presenta un problema claro: Si el visitante llega al museo y dispone, pongamos, de una hora para dedicar a una exposición y se enfrenta a una ingente cantidad de documentación, verá parte y se irá, no teniendo consecuentemente una experiencia completa. Groys, quien fue él mismo también comisario, compara además esta figura con la de un dictador, un dictador “de los sensible y lo cognitivo”, responsable en gran parte de negar la posibilidad de permanecer en la mente del espectador a la obra objetual, en favor de la documentación.
Para concluir, solo añadir que sobre el futuro al que se refiere el lema, a pesar de las ideas pesimistas o las visiones esperanzadoras expuestas, en realidad sólo podemos hacer conjeturas, porque la cuestión estará en ver cuántas de los errores del pasado de verdad dejan de repetirse y cuántos de los proyectos bienintencionados llegan finalmente a su consecución.
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