Por Radia
Un artista brasileño ha decidido poner en cuestión las instituciones y el mercado del arte abriendo el museo más pequeño del mundo: un cubo transparente de metacrilato, una urna de voto como las que se utilizan en las elecciones.
Se presenta como una metáfora del estado del arte contemporáneo en la actualidad en el mundo: el deseo de expresarse a cualquier precio y en cualquier lugar, por reducido que sea. Pretende liberar a la cultura del dinero ofreciendo este museo portátil en su apartamento, que puedes visitar contactando con el propio Davis Lisboa por Facebook (que es un medio que defiende como importante difusor del arte). Entiendo que la entrada es gratuita y que no le genera ningún beneficio económico, ya que expone obras donadas temporalmente por artistas, muchos de ellos ya consagrados, como Yoko Ono.
Quiere también de conseguir que el público se sienta más cercano al arte contemporáneo, que él concibe como ilegible y frío, al cambiar las dimensiones y la forma de entender y ver un museo, en este caso que solo puedes contemplar y al que no puedes acceder por razones de tamaño. Pero lo cierto es que una barrera (en mi opinión no solo física) te sigue separando de la obra.
¿Es realmente una acción subversiva y efectiva contra el trato del arte como mercancía? ¿Ayudaría dar difusión a nuevos artistas? ¿Puede abrir nuevos caminos para entender mejor el arte contemporáneo a un público más amplio o al contrario? La polémica está servida.
Un artista brasileño ha decidido poner en cuestión las instituciones y el mercado del arte abriendo el museo más pequeño del mundo: un cubo transparente de metacrilato, una urna de voto como las que se utilizan en las elecciones.
Se presenta como una metáfora del estado del arte contemporáneo en la actualidad en el mundo: el deseo de expresarse a cualquier precio y en cualquier lugar, por reducido que sea. Pretende liberar a la cultura del dinero ofreciendo este museo portátil en su apartamento, que puedes visitar contactando con el propio Davis Lisboa por Facebook (que es un medio que defiende como importante difusor del arte). Entiendo que la entrada es gratuita y que no le genera ningún beneficio económico, ya que expone obras donadas temporalmente por artistas, muchos de ellos ya consagrados, como Yoko Ono.
Quiere también de conseguir que el público se sienta más cercano al arte contemporáneo, que él concibe como ilegible y frío, al cambiar las dimensiones y la forma de entender y ver un museo, en este caso que solo puedes contemplar y al que no puedes acceder por razones de tamaño. Pero lo cierto es que una barrera (en mi opinión no solo física) te sigue separando de la obra.
¿Es realmente una acción subversiva y efectiva contra el trato del arte como mercancía? ¿Ayudaría dar difusión a nuevos artistas? ¿Puede abrir nuevos caminos para entender mejor el arte contemporáneo a un público más amplio o al contrario? La polémica está servida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario