Por 1313
A propósito del artículo sobre el PAU de Carabanchel Alto lo primero que me gustaría aclarar es el tipo de pensamiento desde el que abordo los comentarios.
Los actuales debates televisivos, en cuanto a la forma de abordar los problemas y extraer conclusiones, resultan, con suerte, agotadores y muy habitualmente demostraciones de falta de capacidad para escuchar y respetar. Plantear el pensamiento desde dos posiciones intencionadamente enfrentadas está muy lejos de la dialéctica aristotélica en pos del conocimiento. La argumentación, casi siempre muy sectaria, que continúa con la refutación inmediata al problema no crea diálogos de encuentro. Parece que solo interesa la oposición, la confrontación, las dos Españas. Enfrentados, como las mesas desde las que hablan, cuando se dejan, se mantiene una ocultación de los problemas fundamentales y por supuesto una ausencia de pensamiento constructivo. Los debates suelen terminar con las mesas más distanciadas, si cabe, de lo que los directores del programa las pusieron y con una audiencia en vez de informada notablemente crispada ¿será este su cometido?¿separarnos más a todos?. Me pregunto si podrían ser un lugar de aprendizaje, contribución, respeto e intercambio solo con la intención de quien los diseña. Todo pasa por que seamos más generosos.
Quiero creer que todos buscamos soluciones integrando puntos de vista, hechos o emociones, dispares, por lo que me propongo un intento de pensamiento creativo formulando preguntas que no redunden en el problema, que trasciendan al problema. Y por cierto ¿cuál es el problema? Alp pone de manifiesto en su artículo un hecho constatable: el uso de determinados materiales y sistemas constructivos actuales producen problemas de diversa índole y un mantenimiento dificultoso. El mundo de la construcción es un universo complejo dentro del capitalismo y el factor dinero podría ser “el lado oscuro” pero la respuesta a Alp no es buscar un culpable. El ámbito del problema abarca un proceso que afecta al diseño (arquitectos sobre el papel), control del diseño y de la ejecución desde su contratación (gestor del dinero público) y finalmente a la ejecución (constructores). El control puede tener más o menos alcance y supone más o menos responsabilidad y aquí entramos en arenas movedizas porque en este país no parece que los gestores estén asumiendo ninguna responsabilidad sobre el dinero del contribuyente. Por supuesto que el control no exime a las otras dos partes de sus responsabilidades por las que ya pagan sus seguros.
Y yo me pregunto la razón por la que la sociedad nos ve como superficiales y formalistas a los arquitectos. Y para establecer un diálogo me pregunto:
¿Qué podemos hacer para cambiar esta situación?
¿Cómo puede la arquitectura plantar nuevas formas de habitar, en cuanto a la forma de estar el ser en el mundo y a la modificación de éste?
¿Debe el arquitecto innovar en cuanto a las formas de habitar y el paisaje urbano?
¿Cómo se puede ajustar la innovación en cuanto a la ejecución, materiales y sistemas constructivos, a las expectativas económicas de las constructoras?
¿Cuál es la clave para que el diseño emocional gane adeptos en el mundo de los objetos y se rechace en la arquitectura?
A propósito del artículo sobre el PAU de Carabanchel Alto lo primero que me gustaría aclarar es el tipo de pensamiento desde el que abordo los comentarios.
Los actuales debates televisivos, en cuanto a la forma de abordar los problemas y extraer conclusiones, resultan, con suerte, agotadores y muy habitualmente demostraciones de falta de capacidad para escuchar y respetar. Plantear el pensamiento desde dos posiciones intencionadamente enfrentadas está muy lejos de la dialéctica aristotélica en pos del conocimiento. La argumentación, casi siempre muy sectaria, que continúa con la refutación inmediata al problema no crea diálogos de encuentro. Parece que solo interesa la oposición, la confrontación, las dos Españas. Enfrentados, como las mesas desde las que hablan, cuando se dejan, se mantiene una ocultación de los problemas fundamentales y por supuesto una ausencia de pensamiento constructivo. Los debates suelen terminar con las mesas más distanciadas, si cabe, de lo que los directores del programa las pusieron y con una audiencia en vez de informada notablemente crispada ¿será este su cometido?¿separarnos más a todos?. Me pregunto si podrían ser un lugar de aprendizaje, contribución, respeto e intercambio solo con la intención de quien los diseña. Todo pasa por que seamos más generosos.
Quiero creer que todos buscamos soluciones integrando puntos de vista, hechos o emociones, dispares, por lo que me propongo un intento de pensamiento creativo formulando preguntas que no redunden en el problema, que trasciendan al problema. Y por cierto ¿cuál es el problema? Alp pone de manifiesto en su artículo un hecho constatable: el uso de determinados materiales y sistemas constructivos actuales producen problemas de diversa índole y un mantenimiento dificultoso. El mundo de la construcción es un universo complejo dentro del capitalismo y el factor dinero podría ser “el lado oscuro” pero la respuesta a Alp no es buscar un culpable. El ámbito del problema abarca un proceso que afecta al diseño (arquitectos sobre el papel), control del diseño y de la ejecución desde su contratación (gestor del dinero público) y finalmente a la ejecución (constructores). El control puede tener más o menos alcance y supone más o menos responsabilidad y aquí entramos en arenas movedizas porque en este país no parece que los gestores estén asumiendo ninguna responsabilidad sobre el dinero del contribuyente. Por supuesto que el control no exime a las otras dos partes de sus responsabilidades por las que ya pagan sus seguros.
Y yo me pregunto la razón por la que la sociedad nos ve como superficiales y formalistas a los arquitectos. Y para establecer un diálogo me pregunto:
¿Qué podemos hacer para cambiar esta situación?
¿Cómo puede la arquitectura plantar nuevas formas de habitar, en cuanto a la forma de estar el ser en el mundo y a la modificación de éste?
¿Debe el arquitecto innovar en cuanto a las formas de habitar y el paisaje urbano?
¿Cómo se puede ajustar la innovación en cuanto a la ejecución, materiales y sistemas constructivos, a las expectativas económicas de las constructoras?
¿Cuál es la clave para que el diseño emocional gane adeptos en el mundo de los objetos y se rechace en la arquitectura?
Sobre la primera parte:
ResponderEliminarAunque me exprese con vehemencia y cierta ironía, jamás tuve intención de polemizar al estilo de Tele5; desde hace muchos años, tengo muy clara la diferencia existente entre contrastar opiniones y contrastar juicios. El uso de hipérboles no tienen otro objeto que forzar el debate argumental, aunque en nuestro contexto cultural esa voluntad sea anómala. En ese sentido estoy de acuerdo en evitar debates estériles, incluso, aunque sea yo mismo quien los fomente involuntariamente.
Sobre la segunda:
¿Culpables? No, yo hablo de responsables.
Estimo que la sociedad no ve a los arquitectos como "superficiales y formalistas". El problema al que yo me refería en la entrada de hace dos años es, ante todo, una cuestión de gestión política (municipal, regional y nacional), porque es en ese ámbito donde se deberían arbitrar y aplicar las prácticas y normas necesarias para evitar inconvenientes como los de casi todos los PAU's. Y me parece que a los arquitectos también les convendría incidir en esa dirección, aunque sólo fuera por evitar un desprestigio injusto. Porque me consta que el control del arquitecto sobre la ejecución depende de factores no siempre controlables desde un estudio. Además, las empresas constructoras cuentan o deberían contar, con profesionales capacitados para evitar estructuras sobredimensionadas, errores de bulto o ingenuidades como los mencionados en dicha entrada; se les contrata, entre otras cosas, para ello.
El resto de las preguntas que propones, salvo la que alude a los intereses de las constructoras, abren debates sumamente interesantes y seguramente fructíferos.
¿Cómo se puede ajustar la innovación en cuanto a la ejecución, materiales y sistemas constructivos, a las expectativas económicas de las constructoras? Entiendo que éste no es un problema para las constructoras. Si un arquitecto propone una fórmula demasiado innovadora —pongamos el caso del titanio del Guggenheim-Bilbao—, lo más probable es que ello incremente el costo y, por lo tanto, el presupuesto global; y esa circunstancia favorece a la constructora. En ese aspecto el problema es otro, que no mencioné en el texto de referencia, por no extenderlo demasiado: que el arquitecto entre en el mismo juego, sobre todo, cuando trabaja para una Institución; también a él, que cobra honorarios porcentuales, le "conviene" trabajar con proyectos caros... En el PAU de Carabanchel se ha concretado una curiosa paradoja: las viviendas sociales están en edificios de supuesta "excepcionalidad arquitectónica" que, sin embargo, no "funcionan" bien; las viviendas de venta libre, mucho más caras, ocupan edificios que no han ganado ningún "premio internacional", pero no tienen problemas de uso. ¿Quién está equivocándose? Por eso comenzaba criticando el texto de Terence Tilley.